La semana pasada, en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), la agrupación José Ber Gelbard organizó su primer congreso nacional y utilizó este lema que acuñó el economista Aldo Ferrer.

La experiencia de vivir con lo nuestro no tiene nada de nuevo, pero esta vez se cumple con dos particularidades llamativas: una fe ciega y con el acelerador a fondo. Lo de la ceguera viene a cuento porque los militantes de esta causa tienen serias dificultades para darse cuenta de que con el crecimiento de los países emergentes está pariendo un mundo nuevo. Ceguera que también los incapacita para enterrar la vieja lógica entre los países centrales y los periféricos que fue su credo durante el siglo pasado. Ni siquiera admiten que los términos de intercambio se dieron vuelta y ahora favorecen a las materias primas y los alimentos en relación a los bienes industriales. "Los que van por todo son en realidad los chinos y los hindúes", se sorprendía Gastón Bourdieu, gerente de Banca Mayorista del Banco Galicia, al ser testigo de la participación y el protagonismo de los "top managers" de las empresas de estos países en las escuelas de negocios europeas. Pequeños síntomas de un mundo que cambia y ya no es el mismo.

La ceguera es tan absoluta que no se puede ver ni el tamaño de una cifra como los 363.000 millones de dólares que, según el último trabajo presentado por la Fundación Producir Conservando, será el incremento del consumo mundial de alimentos hacia el 2020.

Una mesa que está servida para que la aprovechen los países productores de alimentos a la que la Argentina no termina de sentarse. A pesar de que la oportunidad es única porque justamente lo que mejor y más competitivamente sabemos hacer, la producción de alimentos, es lo que más se demanda y mejor paga.

Por otra parte, ya no quedan dudas de que el objetivo de "vivir con lo nuestro" se ejecuta con el acelerador a fondo. Basta con observar la tarea demoledora del secretario de Comercio, Guillermo Moreno desde las 6.30 hasta las 11 de la noche y con colaboradores full time, sin tiempo para "sexo, ni nada", según sus palabras.

Se supone que con este ritmo antes de fin de año terminará la faena y dejará a los argentinos felizmente blindados del mundo. Con el tiempo extra que le deja la microadministración de las restricciones informales a las importaciones, exportaciones o compra de dólares sumo esta semana la tarea de presionar a empresas como la Aceitera General Deheza (AGD), de la familia Urquía y la cooperativa Agricultores Federados Argentinos (AFA) para que se incorporen a su cámara K de exportadores de cereales.

Otro fin político que desafía al sentido común. Como se sabe, la experiencia de vivir con lo nuestro termina no sólo con un país de espaldas al mundo sino con uno que ignora también a sus pueblos del interior.

Para reflexionar sobre este punto no hay como sentarse con una sombrilla en el cruce de las rutas nacionales 11 y 16 a la salida de Resistencia, Chaco. La ruta 11, que conecta con Asunción, tiene una intensidad de tránsito que obliga a esquivar camiones continuamente. Según la estimación de Gustavo López, con sólo el 10% de los 48.000 millones de dólares que el Estado obtuvo por retenciones en el último decenio, se podrían haber realizado 1500 kilómetros de autopistas.

La ruta 16 entrega otra evidencia de un interior postergado en los 863 kilómetros que separan Resistencia de la ciudad de Salta. Es una distancia que supera los 710 kilómetros que van de Buenos Aires a Córdoba. Sin embargo, no hay equivalencias en la riqueza establecida en ambos corredores. ¿Es un fatalismo su falta de desarrollo? Si es cierto lo que estiman los técnicos de la FAO, "que en 2050 la carne vacuna va a cotizar como el caviar", mención traída a cuento por Ignacio Iriarte en su disertación en La Nacion Ganadera Norte, la solución esta a la vuelta de la esquina. En esta línea, la Fundación Mediterránea argumenta que "las cadenas agropecuarias pueden generar 2,8 millones de nuevos puestos de trabajo hacia 2020 de aprovechar el cambio del contexto internacional" ¿El vivir con lo nuestro aseguraría una generación de empleo equivalente en el norte argentino?

Quizá la causa del eterno dilema en nuestra relación con el mundo sea un problema de identidad. Manuel Belgrano, nuestro prócer más agrícola si es por el significado de su apellido genovés, bel-grano, creó la celeste y blanca como una primera señal identificatoria. Fue un puntapié inicial para un proceso que lamentablemente todavía permanece inconcluso.

RESUMEN

21,9

quintales por ha

Rinde promedio nacional de soja, según la Bolsa de Cereales de Bs. As.

LA FRASE

"Estoy a favor de lo que están haciendo los camioneros, es una reivindicación justa "

Eduardo Buzzi

Presidente de Federación Agraria