Sorprenden los cambios de postura de la Presidenta. Y el nulo, por ahora, costo político que le insume. La oposición está desorientada y temerosa. Del ambientalismo en Botnia pasó a defender la megaminería. Criticó a Aerolíneas y ahora la exaltó. Garré está sobre un tobogán.
Algo extraño sucede en una nación donde un Gobierno dice y hace sin siquiera
ser molestado. Eso podría estar denunciando varias cosas: la existencia de un
poder ultraconcentrado, la volatilidad de la Justicia y el Congreso, el
desgajamiento de los partidos, en especial de la oposición. Quizás también la
conducta de una sociedad atraída -hasta ahora- sólo por las luces de la economía
y el consumo y desatenta sobre aquellas opacidades políticas.
Cristina Fernández no tiene quien se anime a refutarla . Aunque sus palabras,
demasiadas veces, aparezcan sembradas de contradicciones e inexactitudes. El
miércoles se manifestó orgullosa de Aerolíneas Argentinas por el récord de
eficiencia que, según dijo, tuvo la empresa en los últimos tres meses. El 24 de
noviembre había improvisado un acto en Aeroparque para quejarse de los gremios
aeronáuticos y el funcionamiento de la línea aérea.
“Son boicots encubiertos. Son vuelos que no salen, vuelos que se cancelan,
vuelos que se caen (sic)” , dijo con tono enérgico en esa oportunidad.
No pasaron desde entonces tres meses pero su visión sufrió una vuelta de
campana. ¿Sucedió algo milagroso? Nada. Simplemente que el titular de la
empresa, Mariano Recalde, informó que Aerolíneas superó en el último trimestre
los stándares internacionales con un 99% de cumplimiento en sus vuelos. Difícil
compaginar esa cifra con la denuncia realizada por Cristina en noviembre.
Hay otros datos que, en cambio, no fueron considerados. Por ejemplo, que en
2011 Aerolíneas transportó un 6% menos de pasajeros que en 2010 , pese a la
política oficial de retraerle a líneas no nacionales las rutas internas. Santa
Fe perderá su vía directa de salida al exterior porque el vuelo de LAN que unía
Rosario con Lima cesará desde marzo por orden del ministerio de Planificación.
Tampoco el kirchnerismo habla del dinero utilizado en Aerolíneas. Fueron US$ 757
millones durante el 2011, de los cuales US$ 94 millones se utilizaron en la
adquisición de nuevas naves. El resto lo consumió la operatividad de la empresa,
a razón de US$ 2 millones diarios.
El énfasis de Cristina pudo encerrar además alguna razón política. Recalde y
buena parte del directorio de la empresa pertenecen a La Cámpora. Es, tal vez,
el núcleo de poder y dinero más importante que maneja esa organización. La
Cámpora intenta sustituir al peronismo en el Estado y en el diseño político que
imagina la Presidenta. Aquella motivación encubriría otras cosas: el ex diputado
K Gustavo Marconato, que presidió en su tiempo la comisión de Presupuesto y
Hacienda, actúa como asesor de oficio en la empresa para intentar darle orden a
números descontrolados.
Cristina tampoco se privó de un nuevo cruce con el campo. De acuerdo a su
opinión, por las lluvias de las últimas semanas, el impacto económico de la
sequía sería mínimo. De su boca filosa salió como siempre una frase desafiante.
Llamó a los productores a contratar seguros para “no tener que rogarle a Dios
por la lluvia ni pedirle plata al Estado” . La voz de los dirigentes agrarios
suena a esta altura afónica, igual que la de los dirigentes de la oposición.
Es difícil saber, como en la mayoría de los temas, cuanto conoce a conciencia
Cristina y cuanto repite el libreto que le arriman funcionarios. La realidad
estaría indicando que después de la sequía del 2008-09 los seguros para ese
flagelo casi desaparecieron. Se mantienen sólo en algunas zonas de la pampa
húmeda para cultivos extensivos. Y poseen un costo que podrían sobrellevar
únicamente los grandes productores.
El viraje mas sorprendente de Cristina, sin embargo, atañe a la política
ambiental. La Presidenta viene haciendo causa común con la megaminería y ordenó
articular una liga de seis gobernadores de provincias mineras para defender ese
proyecto. El cambio tiene que ver con dos planos: la percepción del problema y
la acción.
Durante tres años y medio Néstor y Cristina Kirchner asumieron como propia la
causa de los asambleístas de Gualeguaychú por la instalación de la pastera
Botnia, que derivó en el corte de un puente internacional que vincula a la
Argentina con Uruguay. Ese bloqueo jamás fue cuestionado ni reprimido por el
matrimonio. Después del fallo adverso de la Corte de La Haya se disolvió a
instancias del propio Gobierno. Desde entonces, no hubo una sola denuncia seria
sobre supuesta contaminación de las aguas del río Uruguay.
Las protestas de las organizaciones sociales que resisten la megaminería no
fueron sólo aisladas por el Gobierno. En el caso de Catamarca, sobre todo, se
recurrió a una feroz represión.
Algo más: el kirchnerismo conformó grupos de choque para disuadir a los
manifestantes.
El Gobierno, frente a temas conflictivos, siempre atina a recurrir a la
mordaza. Impide que se abra un debate, una discusión. Cuando emergió la
resolución 125 que detonó el pleito con el campo, dividió las aguas entre amigos
y enemigos. En la desmesura, el ex presidente llegó a vincular a esos supuestos
enemigos con los comandos civiles de 1955. En la pelea por Botnia se inyectó
entre los asambleístas y habitante de Gualeguaychú la idea de un futuro
cataclismo sanitario y ambiental . Con la minería, el medio ambiente fue dejado
de lado y los manifestantes que resisten son considerados ahora personas que
atentan contra las fuentes de trabajo y el progreso en sus provincias. Como le
había ocurrido a Kirchner, Cristina también tuvo su papelón : halagó por su
condición de simple trabajador a un minero que defendió la actividad de las
empresas. Se descubrió que el minero era dirigente del PJ en Olavarría,
secretario de la Asociación Obrera Minera Argentina (AOMA) y que había actuado
como interventor del gremio en San Juan, cuando la minera canadiense Barrick
Gold enfrentaba conflictos laborales.
Cristina tampoco termina de comprender que las conductas extremas suelen
producir réplicas de similar condición.
¿Por qué razón, si el país asistió durante tres años a un ambientalismo a
ultranza del Gobierno por Botnia, ahora debería resignarlo ante la supuesta
amenaza minera? La única explicación está en la economía: la Presidenta necesita
en este tiempo de ajuste engrosar con exportaciones las arcas del Estado. La
minería representa unos US$ 4.000 millones por año.
Esas urgencias y la arbitrariedad del poder para variar sus posturas atentan
contra la chance de hallarle una salida adecuada y racional a un problema que la
debe tener. ¿Es posible que las multinacionales gocen, como denuncian los
ambientalistas, de exenciones impositivas casi totales mientras las empresas
afirman que pagan cifras millonarias? ¿Es posible que en la mina Bajo La
Alumbrera se utilicen 66 mil litros de agua por minuto, un volumen alarmante?
¿Pero que, por otra parte, el uso del agua industrial en el país represente un
7% del total y que a la minería le corresponda sólo un 1%? En algún lado debe
estar el equilibrio , aunque ese equilibrio es imposible de alcanzar si el
Gobierno se empeña en cerrar las puertas. ¿No constituye la minería, acaso, la
principal fuente de ingresos en Chile? Chile tiene con frecuencia emergencias
ambientales pero, que se sepa, excepcionalmente son causadas por la actividad
minera.
El Gobierno se sume también en el silencio cuando algo le incomoda. Amado
Boudou toca su guitarra y hace campaña contra Clarín , pero omite la denuncia
que lo liga con un testaferro de una empresa contratista del Estado . Que, entre
varias tareas, habría sido autorizada a imprimir millones de billetes. La
oposición reaccionó, pero con demora. El fiscal Carlos Rívolo comenzó a estudiar
esas irregularidades. Por varias sospechas, Dilma Rousseff cesanteó en Brasil a
ocho ministros en poco mas de un año de mandato.
La tarea dilecta de Nilda Garré es embestir contra Daniel Scioli y Mauricio
Macri. Comenta también los desvíos, a su juicio irresponsables, de medios de
comunicación.
Pero calla frente a un homicidio o un hecho delictivo . No se le escuchó
decir nada sobre el fotógrafo francés asesinado de día en Plaza San Martín.
Es la ministro de Seguridad.
Seis países, entre ellos EE.UU, España y Brasil, aconsejaron a sus turistas
que no anden por la zona de Retiro.
Garré desechó, vía Twitter, la pretensión opositora para que concurra al
Congreso a explicar las tareas de inteligencia, vinculadas a la protesta social,
que estaría realizando la Gendarmería. El Proyecto X -así se llama- nunca fue
conocido, al menos hasta finales del 2011, por los legisladores de la comisión
encargada de fiscalizar las tareas de inteligencia.
Garré aceptó que si se prueba la existencia de tal actividad habría
sanciones.
Es decir, no sabe con fehaciencia lo que sucede en Gendarmería. O lo sabe y
oculta.
En cualquier caso, quedaría al desnudo su malogro: los gendarmes fueron elegidos
por ella para reemplazar, sobre todo, a la policía bonaerense en el combate del
delito.
Ese delito continúa firme y las fronteras argentinas se han convertido en un
paseo para contrabandistas y narcos .
Garré refutó a la oposición que la acecha diciendo que nadie en la Argentina
como el kirchnerismo combatió la impunidad. Apeló incluso al dictador Jorge
Videla, que en un reportaje confesó: “Los Kirchner fueron lo peor para los
militares” . El Gobierno acostumbra a traficar con los monstruos del pasado para
disimular el presente.


