Son los amigos de Néstor Kirchner los que se baten en retirada. La intensa
lucha interna dentro del Gobierno debilita a los viejos referentes del poder
kirchnerista. Son conocidos como funcionarios, gremialistas o empresarios. No se
dan por vencidos, a pesar de todo, y hasta es probable que esa batalla concluya
entre escándalos y estrépitos. Cristina Kirchner prefiere el aislamiento y la
tenaz construcción de una corriente nacional de centroizquierda. Quiere hacer
realidad ese sueño que su marido había enterrado mucho antes de morir. El
peronismo ya se terminó , suele decir ahora la Presidenta. Yo lideraré un
partido de centroizquierda. Que la centroderecha haga el suyo , si quiere,
agrega.
El peronismo es un espectador lejano de esa lucha, apta sólo para
kirchneristas, de nuevo o de viejo cuño. Están, por un lado, los ambiciosos
jóvenes de La Cámpora, Abal Medina y Nilda Garré. En la vereda de enfrente
quedaron Julio De Vido y los otrora poderosos secretarios de Estado del
Ministerio de Planificación. Todos tenían línea directa con el ex presidente
muerto. Pero ahora tienen un problema: ningún progresista los aceptaría en sus
filas.
Los aristócratas del vecindario kirchnerista se ven envueltos, y revueltos,
por el período que llaman el de la desnestorización del oficialismo. Es la
burguesía nacional que imaginó Néstor Kirchner o el sindicalismo amigo. Son,
como símbolos, los empresarios Eskenazi y Jorge Brito y el jefe cegetista Hugo
Moyano. Se han convertido en enemigos, después de haber sido largamente aliados.
La construcción de la corriente de centroizquierda necesita antes de un
cristinismo puro.
Aunque hayan sido bautizados por la Presidenta y no por su marido, también la
pureza ideológica se está llevando al vicepresidente, Amado Boudou, y al
ministro de Economía, Hernán Lorenzino. ¿Quién creería en el progresismo con
Boudou como abanderado o con Lorenzino pregonando la buena nueva de los mercados
financieros internacionales? De Vido y Boudou han pasado a ser aliados tácticos.
Los dos tienen un enemigo en común: Guillermo Moreno, que es soldado de Cristina
con la misma disciplina que lo fue de Néstor Kirchner. Moreno no se detiene en
las condiciones del jefe, sino en la acumulación de su propio poder.
La Presidenta tiene dos problemas. Uno consiste en la carencia de relevos. El
vacío reemplaza a los que se van o pierden poder. En la administración dura del
Gobierno sólo están Moreno, Garré y, en forma creciente, el viceministro de
Economía, Axel Kicillof. Kicillof, y no Lorenzino, va a Olivos a responder las
preguntas económicas de la Presidenta. Nadie reemplaza a la antigua burguesía
nacional o al propio Moyano. Ellos podían ser criticados, pero eran también una
herramienta de los Kirchner para conocer la realidad. La realidad se reduce
ahora a las conspiraciones supuestas, que incluyen más a los viejos amigos que a
los enemigos.
El otro problema es que ni Moreno ni Kicillof ni Garré le están asegurando un
buen gerenciamiento de la administración. Hasta las malas políticas necesitan de
la buena praxis. Corresponsales extranjeros se han sorprendido en Buenos Aires
por la carestía de la vida. Han volcado esa sorpresa en sus crónicas sobre la
Argentina. Vivir en Buenos Aires es, dicen, mucho más caro que en París, Londres
o Madrid. Gobiernos extranjeros les han explicado a sus ciudadanos que Buenos
Aires es una ciudad insegura y les han contado cómo y dónde abundan el robo y el
crimen. Garré no habla de eso; sólo se ocupa de sacarle policías a Mauricio
Macri, tal vez previendo que éste será la contraparte de la corriente de
centroizquierda. Alguna vez, Cristina Kirchner le deslizó a Macri que el futuro
es de ellos dos. Ella en la izquierda; él, en la derecha.
Garré ha hecho también otras cosas. Ordenó reprimir a ex combatientes de
Malvinas en un aparatoso operativo céntrico y a la luz del día. La nueva
represión es igualmente ideológica. ¿No son también contestatarios del
oficialismo los ambientalistas de Catamarca? Se reprime a los enemigos. Abajo la
teoría de Néstor Kirchner de que no debía reprimirse a nadie, amigos o enemigos,
porque el Gobierno podía terminar con un muerto en las manos.
Es menos sorprendente el escandaloso espionaje de la Gendarmería a
opositores. La SI viene oyendo teléfonos, persiguiendo en la calle y hurgando en
la historia de personas públicas desde hace mucho tiempo. El núcleo de confianza
de la Presidenta, que incluye a Garré y a la propia mandataria, tiene una
afición particular por la información reservada, cierta o imaginada.
Moreno y Kicillof deberían escuchar a Macri; éste asegura que el aumento del
boleto del subterráneo le costó varios puntos de popularidad. Las nuevas tarifas
de servicios públicos sólo han comenzado a llegar a los hogares sin subsidios,
que terminarán siendo casi todos los hogares. En su guerra contra todos, y en
particular contra YPF, Moreno está poniendo en riesgo la normal provisión de gas
y de gasoil. La industria comienza a resentirse por la falta de insumos
importados. Toda la industria necesita de esos insumos , asegura un poderoso
industrial argentino. Las importaciones tienen dos problemas: las nuevas
regulaciones, primero, y el severo control de cambios, después. ¿Cómo pagarían
los empresarios los insumos importados si no podrán hacerse de los dólares
necesarios? Es la mala praxis, que compromete la suerte presidencial.
La Presidenta está ingresando en un tiempo sin elecciones y sin victorias.
Comienza a disiparse el tamaño de la gloria reciente. Cristina Kirchner perdió 4
puntos de imagen positiva en el último mes y un 10 por ciento menos de
argentinos cree que el país está bien. Sigue contando con buenas mediciones de
popularidad, pero todo indicaría que en adelante la simpatía social bajará y no
aumentará. La administración será esencial para conservar a los que tienden a
irse. Ese desafío choca con su obstinación para encaramar a funcionarios
inexpertos.
La corriente de centroizquierda necesita de su jefatura. La reforma
constitucional volverá a aparecer para que el peronismo no empiece a elegir un
sucesor. Macri y Daniel Scioli (sometido éste a una operación constante de
desgaste) están en el centro de la ofensiva presidencial. Ellos son los únicos
no kirchneristas que quedaron con vida. Hay que guillotinarlos antes de que
crezcan. Me quieren convertir en otro Scioli , desliza Macri.
¿Cómo lo hacen? Le sacaron los subsidios de los servicios públicos al
gobierno de la ciudad antes que a los casinos. Macri necesitará 500 millones de
pesos más por eso. De Vido tiene la orden de obligarlo a Macri a poner 1000
millones de pesos en obras de la empresa de agua potable que maneja el propio De
Vido. La Presidenta rompió el acuerdo entre Macri y el Ministerio de
Planificación por el traspaso de los subterráneos. No habrá casi nada de plata
del gobierno nacional. Macri recibió un consejo, que no rechazó de antemano, y
que consiste en anular el aumento del boleto y devolverle los subterráneos al
gobierno nacional. Podría suceder.
A veces, todo está bajo un rígido control. Otras veces, el aislamiento
presidencial promueve el libre albedrío de los funcionarios. Boudou y Julián
Domínguez acaban de pulverizar la política salarial del Gobierno. ¿Cómo pedirles
prudencia a los gremios en las próximas paritarias si aquellos dos firmaron un
aumento de más del ciento por ciento para los legisladores nacionales? La furia
kirchnerista se abatió sobre ellos, pero ya era tarde. La moderación en los
aumentos de salarios es la única herramienta imaginada por el gobierno popular
para frenar la imparable inflación.
La inflación es un factor influyente en el humor social, que no sabe de trifulcas internas ni de fundacionales proyectos políticos; tampoco le interesa..


