Pero más allá del aspecto humano, la salud de un Presidente es un tema político.
Lo hemos visto recientemente con dos presidentes sudamericanos en ejercicio del poder: Hugo Chávez, de Venezuela, y Fernando Lugo, de Paraguay, quienes fueron afectados por el cáncer. Tuvieron un tratamiento prolongado pero ello no les ha impedido ejercer el poder en plenitud.
Brasil por su parte da dos ejemplos al respecto. El de Dilma Rousseff, quien en 2009 superó un cáncer. Ello no le impidió, pocos meses después, una intensa y exitosa campaña electoral y cumplir hace pocos días un año de ejercicio en la Presidencia, con el record de 72% de aprobación en la opinión pública. En los ex presidentes, el caso que puede mencionarse es el de Lula, quien se encuentra en tratamiento y en camino también de superar un cáncer.
Pero esta visión mostraría que el ejercicio del poder tiene cada vez más costos personales y que el cáncer aparece como una enfermedad característica de este costo en los líderes políticos. Políticamente, la cuestión es si la enfermedad, puede tener consecuencias en este ámbito.
Lo concreto es que, hasta el 27 de diciembre, el conflicto interno que se desarrollaba dentro del oficialismo, ya fuera con el titular de la CGT, Hugo Moyano, o con el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, parecían iban a ser el tema político más relevante de 2012, y ahora ha pasado a serlo la salud presidencial.
Cuando mayor es la personalización del liderazgo político, como suele suceder en la Argentina, más importante es el tema de la salud presidencial y más aún si se trata como en este caso de la mayor acumulación de poder político-institucional desde 1983.
El gobierno reaccionó adecuadamente al asumir públicamente el problema y, aún más, lo hizo al anunciar que la Presidente se toma 20 días de licencia, delegando el poder en el vicepresidente Amado Boudou.
En algunos casos, los presidentes que sufren enfermedad cometen el error de querer disimular las limitaciones, evitando delegar el mando y a veces simulando que están en condiciones de ejercer el poder en plenitud, cuando en realidad no lo están.
Desde esta perspectiva, la decisión de la licencia aporta transparencia al funcionamiento político-institucional.
La salud de los líderes políticos suele entrar en lo imprevisto o imponderable de la política. Es decir, esa parte de ella que no se puede calcular o prever, pero que irrumpe cambiando escenarios.
Hasta ahora, el efecto es que cambió la agenda de la política, incluyendo un tema nuevo que no es menor.
En cuanto al futuro -que nadie lo sabe- y de acuerdo con las opiniones médicas, es muy probable que la Presidente supere la enfermedad, como sucedió con su colega brasileña, quien no ha tenido ninguna limitación para el ejercicio del poder.
Mientras tanto en lo inmediato, es posible que este hecho inesperado modere el conflicto interno que se vive dentro del oficialismo, en vez de incrementarlo. Aunque, en política, nada es seguro.
El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría


