La verdadera competencia se libra dentro del Gobierno. Cualquier subsecretario tiene hoy al alcance de la mano más poder que el que les aguarda a Duhalde o a Alfonsín. Ambiciones, recelos, rivalidades, lo peor se ha desatado. El kirchnerismo está en ebullición. Son esos momentos en que Carlos Zannini exhibe su resistencia china a los que quieren arrancar algún indicio. Aunque él sepa menos de lo que se supone.

En el mar de la incertidumbre se consolidan, sin embargo, algunas hipótesis. Son el destilado de los sondeos que realiza la Casa Rosada para cubrir vacantes o modificar destinos. Aunque ninguna sea definitiva, estas informaciones tienen bastante consistencia.

Florencio Randazzo cree que ha llegado su hora, lo que justifica, por fin, haber coleccionado tantos relojes: se está probando el traje de Aníbal Fernández, que migra hacia el Senado. Juan Manuel Abal Medina no debería, entonces, contratar el catering del ascenso. Ya debió atragantarse con hors doeuvres la noche en que Amado Boudou le birló la vicepresidencia.

La victoria de Randazzo encerraría una clave bonaerense. El sueña con la gobernación, en una guerra larvada con Gabriel Mariotto y, sobre todo, con Julián Domínguez, con quien compite en la cuarta sección desde hace diez reencarnaciones. Domínguez irá a la presidencia de Diputados, y Randazzo selló un acuerdo con Daniel Scioli, visible en la conducción de Provincia Seguros. Pero la Presidenta volvió a retirar el saludo a Scioli, con lo que el pacto de Randazzo puede no ser una ventaja.

La eventual vacante de Interior entusiasma al senador santacruceño Nicolás Fernández, que viene de un mal mes. Cristina Kirchner mandó retirar del juzgado electoral de Santa Cruz su postulación a la reelección, en castigo por no haber contenido a Carlos Verna, el díscolo colega de La Pampa. Fernández se ofendió, y su mujer, la estoica "Choli", debió inventar excusas cuando lo llamaban desde la Casa Rosada para superar el mal momento. Al final viajó Rudi Ulloa a Caleta Olivia con el olivo de la paz, y "Tito" entró en razones. Ahora espera cobrar el indulto en efectivo.

Más incógnitas

Otra incógnita crucial es la del palacio de Hacienda. Como la Presidenta carece de una visión sistémica de la economía, insistirá en que la gestión se mantenga fragmentada. El candidato del sistema financiero, Hernán Lorenzino, está superando en algunos casilleros a Mercedes Marcó del Pont, la ahijada de la UIA. Diego Bossio, otro aspirante, quedaría en la Anses. Pero las competencias del futuro ministro se podarán en beneficio de Juan Carlos Pezzoa, el secretario de Hacienda. Además, nada indica que el caricaturesco Guillermo Moreno será desplazado. Salvo las versiones que él mismo deja correr, para curarse en salud de un desenlace que le resultaría insoportable.

Ajena a todo, la ministra de Industria, Débora Giorgi, sigue armando actos de campaña con el empresario Ignacio de Mendiguren, ambos bajo el paraguas del inamovible Oscar Parrilli. La próxima cita es Venado Tuerto. ¿Conseguirá Boudou la foto de la Presidenta con el senador peronista Carlos Reutemann, como viene prometiendo?

El Ministerio de Planificación Federal de Julio De Vido podría desdoblarse en Planificación y Energía, cartera para la que no aparece otra candidatura que la de Roberto Baratta. Para De Vido sería un modo de desembarazarse de una vez por todas del secretario del área, Daniel Cameron. En Obras Públicas, José López cayó en desgracia. Sólo lo sostiene el ex apoderado de las Madres de Plaza de Mayo, Sergio Schoklender, cuando lo acusa de coimero. En un Gobierno que apuesta al acuerdo económico y social el Ministerio de Trabajo adquiere otro relieve. Allí iría Noemí Rial, laboralista más apreciada por sus colegas que por el empresariado, que hoy secunda a Carlos Tomada. El ministro tendría un destino diplomático. ¿Chile o Bruselas?

En Justicia podría desembarcar Carlos Arslanián. Le tocaría establecer el juicio por jurados, una reforma cuyo estudio la Presidenta encomendó a Valeria Loira, la esposa de Bossio, su asesora de toda la vida. Con Arslanián en el gabinete, Nilda Garré acumularía un poder considerable. Todavía gravita en Defensa, gracias a una relación casi familiar con el subjefe del Ejército, general César Milani. Desde la semana pasada se sabe que este militar no era un simpatizante de la izquierda, hermano del montonero Rodolfo Milani, sino un represor de la guerrilla en el Operativo Independencia. Aunque en un viejo oficial de inteligencia como Milani podrían convivir las dos identidades. La revelación no enojó a Garré con el general, sino con Arturo Puricelli, el ministro de Defensa, a quien culpan por la filtración.

Discreto mensajero

En la Casa Rosada circula un dato que desestabiliza al canciller Héctor Timerman: a través de un discreto mensajero, Cristina Kirchner aclaró ante Washington que desconocía los detalles del allanamiento que dispuso Timerman sobre aquel avión norteamericano, en Ezeiza. También aseguran que ella pretende restaurar el vínculo con los Estados Unidos, por obvias razones financieras. Es la cuerda de la que ya se agarró el secretario de Comercio de la Cancillería, Luis Kreckler para trepar al lugar de Timerman. Hugo Moyano seguiría escudado frente a Suiza: Kreckler es un hombre de De Vido.

La sucesión de Lorenzino resolvería para Boudou inconvenientes de personal. Para desembarcar en la vicepresidencia necesita más de un centenar de designaciones. El jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, también debe reducirse a un dos ambientes. Para no rozarse con el ascendente Boudou, dejó pasar la presidencia provisional del Senado. Le basta con la Comisión de Presupuesto y Hacienda o de Asuntos Constitucionales de la Cámara alta, aprovechando que estudió contabilidad y consiguió el título de abogado. Para acomodar a los más próximos, Fernández necesita unos 50 contratos.

La Presidenta comenta esta batalla sólo con su hijo, Máximo. Sus dependientes, exasperados, buscan desentrañar el futuro en una torpe astrología: esa mirada de aprobación puede presagiar un ascenso; la mala ubicación en una mesa, el ostracismo; la mención en un discurso, un seguro de vida. Así es la política. Por momentos exhibe un profundo infantilismo.