Con la primera vuelta que se realizará hoy en la Capital Federal para elegir al jefe de gobierno se inicia un intenso proceso electoral cuyo rasgo central será la aceleración de las decisiones colectivas que rematarán, al fin, en la elección presidencial. Esta "aceleración" del proceso electoral vendrá marcada por la rápida sucesión de los pronunciamientos parciales que nos acompañarán de hoy en adelante. El 24 de julio será elegido el próximo gobernador de la provincia de Santa Fe, donde no hay reelección ni segunda vuelta. El 31 de julio se realizará, si es necesaria, la segunda vuelta en la Capital. El 7 de agosto la provincia de Córdoba elegirá su nuevo gobernador, también sin reelección ni segunda vuelta. El 14 de agosto, en fin, todo el país votará en elecciones primarias y obligatorias. En esta última fecha, sólo nos quedarán diez semanas para decidir quién habrá de ser nuestro próximo presidente.

Al recorrer este apretado calendario no hemos tenido en cuenta los distritos menores que han concurrido o concurrirán a las urnas porque, en ellos, el monopolio de la "caja" que maneja el Poder Ejecutivo Nacional es decisivo. Véase si no lo que acaba de ocurrir en Tierra del Fuego, donde la competencia por la gobernación quedó reducida a dos candidatas kirchneristas: la "hiperkirchnerista" Rosana Bertone, favorecida por Cristina Kirchner, y la "semikirchnerista" y actual gobernadora Fabiana Ríos, que logró su reelección pese a no ser la predilecta de la Presidenta. ¿Ha sido ésta, entonces, una derrota de Cristina? No necesariamente. Lo que indica esta elección, en todo caso, es que Cristina no es omnipotente.

La decisión popular sobre el próximo presidente tendrá lugar, por lo visto, en los cuatro distritos mayores , donde sufraga el 70 por ciento de los ciudadanos. Tres de estos distritos, Capital, Santa Fe y Córdoba, votarán dos veces este año: la primera en sus elecciones provinciales y la segunda en la elección presidencial. Sólo la provincia de Buenos Aires votará una única vez, ya que sus ciudadanos concurrirán a las urnas el 23 de octubre para cubrir tanto la elección provincial como la elección nacional. En tren de completar esta cronología, sólo nos falta agregar que, de no resolverse la elección presidencial en la primera vuelta del 23 de octubre, habrá una segunda vuelta el 20 de noviembre.

Anticipaciones

De ahora en más el proceso se acelerará no sólo por el vertiginoso calendario electoral que nos aguarda sino también porque los ciudadanos, concentrando por su cuenta los votos, harán que la primera vuelta se anticipe, en los hechos, hasta desplazar a la segunda vuelta. Esto podría ocurrir hoy mismo si Mauricio Macri , a quien las encuestas le dan el 45 por ciento de los votos en la Capital, sobrepasa esta cifra hasta llegar al 50 por ciento requerido por la ley. Si Macri no logra sortear esta exigente valla, tendrá que concurrir a una segunda vuelta, probablemente contra Daniel Filmus , el 31 de este mes. Esta concentración de los votos en Macri y Filmus, que sumados llegarían al 75 por ciento del total, no refleja la intención original de los legisladores de la ciudad. Estos suponían en efecto que, en tanto que la primera vuelta debería ser "auténtica" por cuanto los votantes podrían escoger libremente en ella al candidato de su íntima preferencia, recién en la segunda vuelta reinaría forzosamente el voto útil porque sólo habrían de quedar dos finalistas entre los cuales optar.

Siguiendo el espíritu de los legisladores de la ciudad, hoy se presentan nada menos que once candidatos a la Jefatura de Gobierno. De estos once, sin embargo, solamente dos o tres -Macri, Filmus y eventualmente Pino Solanas- obtendrán un respaldo significativo. Lo cual quiere decir que, si las encuestas no mienten, en la primera vuelta de la Capital los ciudadanos ya votarán concentrados, casi como si estuvieran en la segunda vuelta, anticipándose a la ley electoral.

La otra anticipación ciudadana ocurrirá probablemente en las elecciones primarias, nacionales y obligatorias del 14 de agosto, de aquí a cinco semanas. Siempre se dijo que la debilidad de la oposición consistía en su dispersión frente al "unicato" de Cristina. Hoy subsisten, todavía, diez candidatos a presidente. Pero también es probable que el 14 de agosto los votantes no kirchneristas hagan por su cuenta lo que no supieron hacer los políticos de la oposición: concentrarse en unos pocos candidatos sobresalientes. Imaginemos que estos dos candidatos fueran Ricardo Alfonsín y Eduardo Duhalde (lo cual, por supuesto, está por probarse). De agosto a octubre, entonces, a la luz de esta nueva "anticipación" ciudadana, la primera vuelta del 23 de octubre podría parecerse más a una "segunda vuelta" en la cual Alfonsín, Duhalde o algún "tapado" conjuraran en las urnas la dispersión de los opositores. Todo lleva a pensar, pues, que el 14 de agosto ocurrirá de facto la primera vuelta de la elección presidencial, quedando en tal caso el 23 de octubre como una real y definitiva segunda vuelta.

Cristina, ¿ganará?

Todo induce a pensar que en las elecciones parciales de tres de los cuatro distritos mayores que irán a las urnas entre julio y agosto, Cristina perderá. ¿Bastará esta sucesión de derrotas parciales para anticipar la victoria de la oposición el 23 de octubre? Sólo si se verificara, además, otra condición: que la derrota de Cristina en aquellos tres distritos provinciales, que es casi segura, se traduzca además en una derrota "nacional". Si Macri le gana a Cristina en la Capital, si el "binnerista" Antonio Bonfatti hace lo mismo en Santa Fe y si José Manuel de la Sota o Luis Juez triunfan en Córdoba, ¿estas victorias opositoras se trasladarán a la elección nacional? ¿Cuál es la proporción de los votantes macristas, binneristas, delasotistas o juezistas que, votando contra Cristina en estas tres provincias, pese a ello podrían apoyarla en el plano nacional? ¿Una proporción sustantiva o deleznable?

Al formular estos interrogantes, también hay que notar que, para Cristina, ganar significaría en octubre dos cosas: la primera, por supuesto, ganarles a sus opositores; la segunda, adelantarse asimismo a sus propios candidatos. Esta "segunda victoria" sería vital para la Presidenta porque su intención es probar que los votos del Gobierno le pertenecen únicamente a ella.

Pero esta doble pretensión de ganarles a los opositores y de superar al mismo tiempo a los propios aliados quedará supeditada al gran distrito del que aún no hemos hablado: la provincia de Buenos Aires. En ella, recordemos, el candidato a gobernador Francisco de Narváez es el único opositor que venció a Kirchner en 2009. De Narváez ha recibido el respaldo de Ricardo Alfonsín, pero no el de Eduardo Duhalde, quien ha consagrado su propio candidato a gobernador, dividiendo así las fuerzas no kirchneristas en la provincia. Este desdoblamiento debilita a la coalición opositora. ¿Están Duhalde y De Narváez a tiempo, todavía, para enmendar este despropósito? Cristina ha procurado por su parte "limar", "esmerilar" a Daniel Scioli en Buenos Aires, lanzando las candidaturas cristinistas pero "antisciolistas" de Martín Sabbatella y de Gabriel Mariotto, para que Scioli no vuelva a derrotarla "indirectamente" como lo hizo con Néstor Kirchner en 2009. Cristina o Scioli, Duhalde o De Narváez, ¿quién de ellos cederá antes? Sólo aquel que se bañe en las aguas del realismo se llevará el premio final.