• La primera potencia mundial se está desacelerando nuevamente mientras se alejan las esperanzas de una mejora en el mercado laboral.
• Un aumento débil en el gasto de los consumidores, recortes de gastos —especialmente estaduales— y los elevados precios de los combustibles se combinaron para contener en apenas 1,8 % el crecimiento anualizado de la economía de EEUU entre enero y marzo.
Los analistas esperaban un crecimiento de 2,2 %.
En el último trimestre de 2010 la tasa anualizada de crecimiento del PBI había sido 3,1 % y en todo el año pasado fue 2,9 %.
• La producción en el sector manufacturero creció a su nivel más lento desde 2009.
El índice sobre la actividad fabril ISM cayó a 53,5 durante mayo desde 60,4 puntos el mes anterior.
Los nuevos pedidos recibidos por las fábricas —barómetro de la demanda a futuro— cayeron a 51 desde los 61,7 de abril, descendiendo al nivel más bajo desde junio de 2009.
El Indice de Gerentes de Compra de Chicago se hundió a su menor nivel desde noviembre del 2009: marcó 56,6 en mayo contra 67,6 de abril, mientras que el de nuevos pedidos laborales se hundió a 53,5 desde los 66,3 anteriores.
• Las compañías estadounidenses contrataron menos trabajadores que lo esperado en mayo y vuelve a crecer la desocupación.
Los empleadores privados sumaron apenas 38000 nuevas plazas laborales tras abrir 177000 en abril.
La cifra es la menor desde septiembre del 2010.
Los economistas esperaban un número de 175000 nuevos empleos.
La cifra semanal de solicitudes del subsidio por desempleo a nivel nacional subió inesperadamente y se ubicó en 424000; la desocupación afecta a 9,1 % de la población activa y hay 4 MM de personas que perciben seguro de desempleo.
• El exceso de casas en venta, las ejecuciones, las estrictas condiciones del crédito y una débil demanda mantienen debilitado al mercado inmobiliario.
Los bancos están sentados sobre 1,9 MM de casas entregadas en cancelación de hipotecas y tardarían unos tres años en liquidarse; los expertos del mercado esperan que aun vayan a remate entre 4 MM y 14 MM de viviendas.
El índice S&P/Case-Shiller de precios de los inmuebles, bajó en marzo por debajo del mínimo post-crisis, de abril de 2009.
La caída en marzo fue de 0,2 % respecto al mes anterior y de 3,6 % interanual, lo que significa 33,1 % por debajo del máximo de 2006.
El índice ha descendido a los niveles de 2002.
• El índice de confianza de los consumidores bajó a 60,8 puntos desde los 66 puntos de abril, y representando el valor más bajo de los últimos seis meses. El resto del mundo desarrollado no presenta un panorama muy diferente.
• El crecimiento europeo este año va a ser muy bajo.
Debe tenerse en cuenta que 40 % de las exportaciones de Alemania son
intra-UE.
La actividad manufacturera británica, que venía recuperándose con fuerza, creció en mayo a su ritmo más lento desde septiembre del 2009.
• Según la OCDE, este año Japón se contraerá 0,9 % a causa del terremoto de marzo.
De todas formas, nosotros pensamos que en los próximos meses veremos una revitalización de la economía japonesa, cuando estén en plena ejecución las obras de reconstrucción de la infraestructura dañada por el trágico sismo de marzo.
• Queda por ver si esta desaceleración anuncia la llegada inminente del estancamiento que —tal como hemos advertido en otras oportunidades— consideramos inevitable resultante de los gruesos desequilibrios que afectan a la economía global. Los mercados accionarios registraron significativas caídas en las últimas semanas.
Creemos que los mercados respondieron con retraso a:
1) Una desaceleración de la actividad global que ya había comenzado a insinuarse meses atrás y a
2) La expectativa de un flojo desempeño estacional de las acciones en la mayoría de los meses del verano boreal, particularmente en junio.
Por el momento creemos que aún no estamos en presencia de la nueva onda de derrumbe de la actividad, como se puede observar de la evolución del índice de bodega seca contratada en buques a granel, que constituye un buen indicador adelantado de la marcha del comercio global.
La profundización y extensión de la crisis de la deuda soberana, una desaceleración mayor del crecimiento chino o una contracción del comercio exterior como consecuencia de crecientes trabas y represalias, son algunos de los disparadores que precipitarían una nueva —y seguramente más profunda— onda recesiva.
• En estas circunstancias, juzgamos improbable que no se reponga en el futuro la política de relajamiento cuantitativo.
• La Reserva Federal redujo sus previsiones de crecimiento para este año a una todavía optimista banda de entre 3,1 % y 3,3 %, bien por debajo de la expectativa inicial de 3,9%.
• Una caída en la producción de autos por escasez de partes tras el terremoto de
Japón podría causar una baja de los inventarios y golpear el crecimiento del segundo trimestre.
• EE.UU. consume mucho más allá de sus posibilidades: gasta mucho más de lo que produce y este desequilibrio no puede —venimos insistiendo desde largo— persistir indefinidamente.
• Tanto el déficit comercial como el fiscal crecen día tras día.
• Y para poder gastar por encima de sus recursos, se endeuda con fervor.
• Si nada se hace para recortar drásticamente el déficit fiscal y disminuir el vertiginoso crecimiento de la deuda, más temprano que tarde llegará el día en que los inversores dejen de confiar tanto en el dólar como en los bonos del Tesoro estadounidenses.
• Pese a la delicada situación fiscal, los bonos subieron al compás de las malas noticias sobre actividad.
• Los rendimientos alcanzaron el punto más bajo del año.
• Pero el alza es la que está generando un momento particularmente peligroso: el riesgo de tener deuda estadounidense es ahora más alto que en cualquier otro momento desde la década de 1950.
• El dólar ha caído desde 2009 más de 17 % respecto a otras principales monedas.
(Gráfico en Informe completo)
• Pero la caída es mucho mayor si se tiene en cuenta que el resto de las monedas también se devaluaron frente a los activos físicos, pues el problema —como hemos advertido reiteradamente— alcanza y se derrama en todo el sistema monetario mundial.
• En Informes anteriores hemos mostrado que también el sobreendeudamiento es un fenómeno de alcance casi planetario, que abarca a todas las naciones desarrolladas.
• Hasta la ONU se da hoy el lujo de alertar por un probable derrumbe del dólar.
• El reporte sobre la Situación Económica Mundial alertó sobre una posible crisis de confianza en el dólar estadounidense y la posibilidad de un colapso de esa moneda si su valor frente a otras divisas continúa cayendo.
• El informe advierte que la tasa de intercambio del dólar frente a una canasta de divisas alcanzó su menor nivel desde la década del ’70. Y explica que esta tendencia obedece en parte a los diferenciales de tasa entre Estados Unidos y otras economías pero también por las crecientes preocupaciones sobre la sustentabilidad de la deuda, la mitad de la cual está en manos de extranjeros.
• “Las pérdidas previstas del valor contable de las grandes reservas de divisas podrían detonar una crisis de confianza en la moneda de reserva, lo que podría amenazar a todo el sistema financiero”.
• En los últimos años, líderes mundiales e instituciones como el FMI y el Banco Mundial ya han estado discutiendo abiertamente la necesidad de una nueva moneda de reserva. Y muchos países han comenzado a usar otras monedas para comerciar y están reduciendo la porción de reservas nominadas en dólares.
• No es solamente la ONU la que se ha dedicado a humillar a EE.UU.
• Standard and Poors bajó la perspectiva de la deuda a “negativa” y advirtió que podría perder su calificación AAA.
• Moody’s ha hecho similar advertencia, pero el anuncio luce más bien como una maniobra tendiente a presionar a la banca republicana a que se avenga a autorizar un aumento del límite de endeudamiento.
• J. Boehner, presidente de la Cámara de Representantes, ha advertido que sería menos perjudicial un incumplimiento que elevar el límite de deuda sin ocuparse primero del déficit. Por ello los republicanos están dispuestos a cargar con la responsabilidad de “unos días de atraso” en los pagos para forzar a la Casa Blanca a aceptar los recortes.
• Si el mundo perdiera apetito por el dólar y por la deuda estadounidense, el tan demorado ajuste del gasto, tanto público como privado, se produciría en forma violenta y de una sola vez. Una reducción de calificación obligará a los administradores de carteras a disminuir posiciones e inundar el mercado con bonos del Tesoro.
• Las tasas de interés subirán y será más difícil y costosos financiar la borrachera de gasto.
• El colapso no es aún inminente, pero se están cimentando las condiciones para que ocurra. La película que venimos viendo no augura un buen final.
• La tenencia de bonos del Tesoro mantenidos por países extranjeros en cuentas de custodia de la Fed registró dos semanas atrás su caída más grande en cuatro años.
Las cuentas de custodia se redujeron en U$ 18700 MM, quedando en U$S 2,68 billones.
El descenso fue el segundo más importante de la historia, sólo superado por la caída de U$S 22100 MM del 15 de agosto de 2007, la semana que siguió al gran crash de 2007 que dio inicio a esta Gran Recesión. El mundo ve con estupor cómo el gobierno de Obama lleva —más allá de promesas y medidas cosméticas— el déficit federal y la deuda a nuevas cumbres, año tras año.
Tan sólo en los dos primeros años de su gestión, Obama hizo crecer la deuda más que durante los 100 primeros Congresos de la historia estadounidense sumados.
De cada dólar que el gobierno federal gasta, 41 centavos los toma prestados.
Hoy la deuda de EEUU crece a un ritmo de U$ 4000 MM diarios.
Una nación que gastase U$ 1 MM diarios desde el mismo comienzo de la era cristiana, llevaría gastados menos de la mitad de los U$ 1,6 billones en que crecerá la deuda este año. A pesar de la gravísima situación descripta, el gobierno de Obama parece estar ajeno y desperdicia dinero en programas verdaderamente ridículos.
Por ejemplo, el Departamento de Salud ha anunciado que gastará U$S 500 MM en un proyecto para resolver el problema de los chicos de cinco años que no pueden mantenerse sentados en el jardín de infantes.
• Más allá de los casos extremos de Japón y EEUU, los excesos del gasto público y el sobreendeudamiento alcanzan a buena parte de los países desarrollados. Del lado de la Reserva Federal, las cosas no lucen mejor: la única herramienta a la que se recurre para revitalizar la economía es la emisión monetaria, lo que viene a resultar en una política de “sobre llovido, mojado”.
La Fed ha estado comprando bonos del Tesoro con centenares de miles de millones de dólares emitidos sin respaldo alguno.
Si el sobreendeudamiento constituye un auténtico juego Ponzi, más perverso es que la colocación de deuda se apoye en la mera creación de medios de pago carentes de respaldo.
Se puede entender la posición de Bernanke pero no hay duda que el QE viene a coronar un largo proceso —décadas— de sobreexpansión monetaria.
• El sistema financiero, por su parte, sigue preocupando y las fuertes caídas de las acciones de los bancos en lo que va del año lo reflejan.
• Es evidente que esta situación de desequilibrio permanente y creciente no es sostenible en el tiempo.
• Que quede claro: la posibilidad de que en los próximos años Estados Unidos caiga en default —aunque eso no suceda explícitamente sino por vía de una reestructuración friendly de su deuda— no sólo existe sino que es probable.
• El costo de asegurar la deuda de EE.UU. se ha disparado: el valor de los seguros de crédito (CDS) a un año casi se triplicó en seis jornadas bursátiles. Según sugiere este indicador, Estados Unidos tiene más probabilidades de caer en default que Indonesia o Eslovenia en los próximos doce meses.
• Esa posibilidad existe a pesar de contar con la ventaja de endeudarse a tasas bajísimas y a que la deuda ha sido mayormente emitida en su propia moneda.
• El valor actual neto de las obligaciones por Seguridad Social, Medicare y otros programas rondan los U$ 75 billones (en nuestra notación), y crece a un ritmo de
U$ 5 billones por año.
• Nadie está en condiciones de responder acerca de cómo harán para atender esas obligaciones; es indudable que los beneficiarios y futuros jubilados sufrirán muy serios recortes en sus ingresos.
• En caso de una huida masiva del dólar y de los T-bonds, no son los ciudadanos estadounidenses los únicos que sufrirán una reducción de estándar de vida: las menores compras de EE.UU. y una China más enfocada en su mercado interno significarán, al menos Inicialmente, una fuerte contracción del comercio y de la actividad globales.


