La comercialización de materias primas es un mercado de grandes jugadores, en primer lugar, porque es un negocio de bajos márgenes en el que el volumen es lo que hace la diferencia. Y mover grandes volúmenes, a su vez, facilita cuestiones claves en el comercio transnacional de productos.
Por eso, pretender una mayor participación en las exportaciones de las cooperativas que comercializan granos, como la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA) y Agricultores Federados Argentinos (AFA), es un buen deseo que en la práctica hoy choca con la competitividad de gigantes de la talla de Cargill, Bunge y Louis Dreyfus.
Es que ser trasnacionales les permite a estas compañías tener, por un lado, oficinas de originación en países productores de granos y oficinas de compras en los países demandantes, ambas vinculadas a través de una tercera oficina de coordinación que maneja la compleja logística de entregas que se concretan a través de gigantescos buques de costos millonarios.
Los enormes volúmenes que manejan estas empresas hacen que, en lugar de contratar un flete marítimo, alquilen los buques por un plazo que puede llegar a los tres años, abaratando costos. Al mismo tiempo, la oficina de compras se va a encargar de que el buque salga lleno del país de originación, si es posible, sin perder un centímetro de espacio, con lo que el costo por unidad enviada, naturalmente, baja.
Las firmas que no cuentan con estas oficinas transnacionales se manejan a través de corredores de exportación, o de importación del país comprador, y entregan la mercadería puesta en el barco. Después se desentienden, pero tienen menos posibilidades de ofrecer al comprador el mejor precio.


