Tras la detención del secretario general de la Uatre (Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores), Gerónimo Venegas, por orden del juez Norberto Oyarbide, el Gobierno hizo silencio, un silencio que parece demostrar que se dio por enterado del revés sufrido. “Si alguien supuso en Olivos o en la Casa Rosada, o donde fuese, que Venegas seguiría los pasos de (Juan José) Zanola y su detención suscitaría una reacción similar, se equivocó de cabo a rabo. Zanola era, desde antiguo, un dirigente sin prestigio y sin divisiones que estuviesen dispuestas a respaldarlo”, analiza el informe semanal de los doctores Vicente Massot y Agustín Monteverde.
El caso de Venegas es distinto, todo el caso se gestó de manera distinta. “A Venegas le sobran divisiones que no son necesariamente propias pero que estuvieron —y estarán en un futuro— dispuestas a defenderlo. Por eso quebraron una lanza en su favor, sin ocuparse de averiguar el estado de la causa, las dos CGT. Coincidieron, sin dudarlo, Hugo Moyano y Eduardo Duhalde, por razones diferentes”.
Hay un solo punto en el que parecen no existir divergencias entre los grandes Hugo Moyano y Luis Barrionuevo: el poder sindical, que tras la década neoliberal de los 90 ha vuelto a tener influencia en los asuntos públicos, “debía ponerle un límite a la Justicia”; y lo hizo.
“Había que decir basta y lo hicieron como ellos saben, carentes de todo modal versallesco. Así como años antes habían embadurnado el centro porteño con aquel amenazante afiche que rezaba: “con Perón no se jode”, ahora, sin necesidad de pegar carteles en la vía pública, le enviaron un mensaje tácito a los jueces y también al Gobierno: con el poder sindical tampoco se jode”.


