El torrente de mails en manos de la Justicia, que corresponden al disco rígido de su computadora, lanzó a Vázquez hacia la celebridad. Esos personajes un tanto oscuros de los que se valió, y se vale, el kirchnerismo (la calificación incluye necesariamente al propio Jaime y al secretario de Comercio, Guillermo Moreno) acaban, además, de tensar la relación con dos países cruciales para la Argentina: España y Brasil.

Nadie podía concretar nada con Jaime sin pasar por el tamiz de Vázquez. El abogado tenía fama de inteligente y de contar con una buena formación jurídica. "Hacía gala de buenas relaciones internacionales y era el que siempre presionaba a empresarios, por un lado, pero también el que trataba de armar una fórmula jurídica presentable para las pretensiones del Gobierno", contó un empresario que lo frecuentó por orden de Jaime y del entonces presidente Néstor Kirchner. El lugar predilecto de sus reuniones de negocios era el bar del hotel Sofitel, en la coqueta calle Arroyo, justo frente al edificio donde Vázquez tenía sus oficinas. "Si ese bar hablara, no sería difícil llegar a un proceso de mani puliti en la Argentina", reconoció ayer otro empresario que frecuentó a Vázquez.

Vazquez fue, incluso, el que más avanzó en el proceso de nacionalización de Aerolíneas Argentinas, antes de que el gobierno se decidiera por su directa estatización, que, dicho sea de paso, todavía no se concretó. El abogado celebró entonces varias reuniones en el bar del Sofitel con empresarios argentinos cercanos al kirchnerismo, cuando la compañía aérea estaba todavía en manos del grupo español Marsans, para que se hicieran cargo de la empresa.

"Hemos hablado con Vázquez; ahora hay que hacer los números", confesó en su momento uno de esos empresarios, que antes se había reunido con Kirchner y con Jaime. En esa reunión en la cima surgió el nombre de Vázquez como el arquitecto jurídico de la solución. Hablar con Vázquez era, para algunos empresarios, como tocar las puertas del paraíso.

El caso de los mails, que compromete también a funcionarios españoles (al menos por la mención que se hace de ellos), no es tampoco una novedad en el pequeño mundo de la política y la diplomacia. La Nacion informó, hace cinco años, de que una preocupación se extendía entre las embajadas europeas y la norteamericana. Diplomáticos de esos países habían recibido muchas denuncias de empresas extranjeras sobre el reclamo de funcionarios argentinos para que se pagaran comisiones indebidas. El universo que se describe en los mails conocidos ahora es bastante parecido al que narraban los diplomáticos de entonces.

El caso de Francia

Ese submundo de ofertas y sugerencias tuvo con Francia, por ejemplo, dos momentos. Uno fue cuando Néstor Kirchner decidió cancelarle a la francesa Suez la concesión de la empresa nacional proveedora de agua, entonces Aguas Argentinas. La española La Caixa es también accionista de Suez, situación que se recuerda como un mal precedente en los mails descubierto en estos días.

La tensión con París llegó a su punto máximo y el entonces embajador francés, Francis Lot, fue trasladado a su país.

Luego, empezó una etapa de acercamiento con París, cuando los Kirchner prometieron a la también francesa Alstom la concesión de las obras de un tren bala entre Buenos Aires y Rosario. Hubo muchos rumores de que habían intercedido comisiones entre funcionarios argentinos y empresarios franceses. Finalmente, la obra se pospuso durante la crisis internacional de 2009.

Las actuales denuncias de los mails no carecen de cierta pornografía sobre los negocios públicos; esos correos estuvieron en manos de los jueces antes que en las de los periodistas.

La marea de mails está siendo usada en España para debilitar a la administración ya débil de José Luis Rodríguez Zapatero. El gobierno español no dirá nada, mientras pueda no decir nada, porque dentro de ocho días se celebrará en Mar del Plata la XX Cumbre Iberoamericana de presidentes. Incluso, el rey Juan Carlos advirtió hace pocas semanas que estará cerca del mar argentino si los médicos lo autorizan; el monarca se restablece de una operación de pulmón.

Sin embargo, las denuncias pegaron muy cerca del Ministerio de Fomento español, a cargo de José Blanco, quizás el dirigente socialista más influyente ante Rodríguez Zapatero.

La oposición española del Partido Popular hará flamear estas denuncias, aunque también tiene un límite: gran parte de los negocios de empresarios españoles en la Argentina se hicieron durante la gestión de José María Aznar, en Madrid, y de Carlos Menem, en Buenos Aires. Esa época nunca fue investigada, a pesar de las muchas denuncias de corrupción que hubo.

Los embates de Moreno

Guillermo Moreno no necesita de mails para tensar una relación estratégica; le sobra con sus modos y con su boca. Debe resultar difícil colmar la entereza del embajador de Brasil, Enio Cordeiro, un hombre afable, formado en la estricta Itamaraty. Moreno, según denunció la prensa brasileña, lo maltrató a Cordeiro con las peores formas por las exportaciones brasileñas a la Argentina.

La versión fue luego desmentida por las cancillerías de ambos países y por la propia embajada, pero hay precedentes de malos tratos de Moreno a diplomáticos brasileños por las exportaciones. Algo debió suceder ahora, aunque no haya sido tan grave.

La relación estratégica con España y con Brasil estuvo históricamente en manos del canciller y del ministro de Economía; incluso, esos aspectos de la política exterior los resolvía personalmente, muchas veces, el propio presidente de la Nación. ¿Qué se puede esperar, si no un estrago tras otro, cuando el manejo de esas relaciones descendió hasta los actuales niveles?

La única solución posible se escondía, hasta ahora, en las presencias de Rodríguez Zapatero, en España, y de Lula, en Brasil; ambos han desplegado la política de la "paciencia estratégica" con los Kirchner. Hay que esperar, decían, porque la relación con la Argentina es más importante que sus circunstanciales gobernantes.

El problema nuevo consiste en que la situación interna de Rodríguez Zapatero es muy frágil y que Lula se está yendo del poder. Ninguno de los dos podrá hacer ya mucho más para disimular las extravagancias argentinas.