Tal vez porque entienden que sin un desarrollo tecnológico propio, la
producción agropecuaria en la Argentina seguirá fértil pero difícil de sostener
en el tiempo, unos 200 productores de punta se propusieron avanzar, por su
cuenta y junto al Estado.
Así nació Bioceres en el dramático 2001. La empresa tiene dos divisiones una
dedicada a la investigación, bautizada Indear y la otra que genera semillas
especiales. Los resultados vinieron más rápido de lo esperado.
En Rosario y tras una inversión de 17 millones de pesos Indear ya cobija al
primer secuenciador de genes de la Argentina y el segundo de América latina,
después del que acaba de instalar Brasil.
Este sofisticado aparato fue un punto de inflexión decisivo que permite ver cómo
se ordenan los genes. Y colocó a la Argentina a la par de los países más
avanzados del mundo.
México, por ejemplo, acaba de sumar a Indear a un proyecto para descubrir los
secretos del poroto y mejorarlo. La financiación provino de aportes privados y
del ministerio de Ciencia y Técnica.
De esta manera, Rosario se ha convertido en el epicentro de la genética vegetal
y esa onda expansiva no se detiene. Ya están analizando los microrganismos que
forman parte del suelo, “la verdadera clave para mantener la salud del suelo”,
señala el científico Martín Vázquez. “Con el secuenciador podemos acelerar los
descubrimientos”, se entusiasmó ante Clarín.
En el edificio estilo futurista de Indear, ubicado en el predio del Centro
Científico Tecnológico Conicet – Rosario, unos 60 científicos y en el marco de
un acuerdo con la Universidad Nacional del Litoral y el CONICET, caracterizaron
un gen de girasol que cuando se introduce en la planta confiere una marcada
tolerancia a la sequía y a la salinidad del terreno.
Hubo aportes similares en trigo, maíz y soja para aumentar su productividad.
También pusieron el foco en acortar los ciclos de los cultivos de manera de
volver más eficiente el uso del suelo y la rotación en lo que se ha dado en
denominar agricultura de precisión.
Y hay otro descubrimiento que dará que hablar. Se trata de la producción de
una enzima animal en vegetales, lo que posibilita un gigantesco ahorro de
costos.
Así, contemplan obtener la quimosina bovina de las semillas de cártamo. La
quimosina es una enzima de amplia utilización en la industria láctea, que se usa
para la coagulación de la leche en la elaboración de quesos.
Entre los socios fundadores de Bioceres tallan Víctor Trucco, alma de los revolucionarios métodos de siembra directa y Gustavo Grobocopatel, uno de los principales productores del Mercosur. Ayer celebraban que la reconocida revista científica Nature los colocó en el radar mundial. Y el próximo 30 inauguran oficialmente y a toda pompa la ampliación de la sede.
La otra mirada
En diciembre de 2001 unos 23 productores de punta fundaron Bioceres. Hoy suman 200 con la idea de que “la innovación en tecnología y la incorporación del conocimiento en la producción nos permitiría seguir siendo competitivos mundialmente”. Buscan trabajar creando y consolidando redes con el sector público y el privado.
Tienen tres patentes de invención en EE.UU. y varios tipos de semillas registradas


