“No creo que podamos probar que la venta de Papel Prensa fue delito pero les vamos a armar un flor de quilombo...”, les dijo el secretario de Comercio Interior a sus colaboradores. El concepto llegó a conocimiento de El Cronista y así se publicó.

Las consecuencias de lo dicho por Moreno comenzaron a entenderse anoche, luego del discurso de 70 minutos con el que Cristina Kirchner anunció los cambios que pretende impulsar para el mercado de papel de diarios. Como siempre les sucede a los Kirchner cuando quedan en situación de debilidad, visten sus decisiones de amplitud institucional. Y lo que iba a ser una suerte de linchamiento público a los directivos de Clarín y La Nación terminó convertido en el mero anuncio de una causa por supuestos delitos de lesa humanidad que irá a la Justicia, acompañado de un proyecto de ley para que el Congreso discuta y concrete lo que el Gobierno no puede hacer: una intervención más determinante en Papel Prensa.

El descenlace trajo reminiscencias de aquella batalla entre el Gobierno y las organizaciones agropecuarias en 2008. Cuando fue evidente que al kirchnerismo le costaba imponer una suba de las retenciones a los granos, una carta del vicepresidente Julio Cobos les abrió la puerta para trasladar el conflicto al Congreso, que se transformó en el epicentro del debate y terminó con la derrota oficialista del voto “no positivo”.

La solidez cuasi universitaria de Cristina en la exposición pública por cadena nacional y la épica de los derechos humanos con la que acostumbran a vestir algunas de sus iniciativas no le alcanzó al Gobierno ayer para ocultar sus carencias. El informe oficial sobre el traspaso accionario de Papel Prensa, efectuado en el oscuro noviembre de 1976, fue confeccionado por Moreno y Beatriz Paglieri (autores intelectuales del proceso que destruyó la confiabilidad del Indec) y, según confiaba anoche algún funcionario despegado de la euforia, difícilmente pueda llegar a constituirse en la prueba clave de un calvario judicial para los directivos de los grandes diarios.

A eso se le debe sumar la ausencia militante de los principales empresarios del país. De la AEA a la UIA y de los bancos nacionales a los extranjeros, ningún hombre de negocios importante quiso ser parte del show en la Casa Rosada.

Ahora vendrá el comienzo de otra batalla en la que el Gobierno y la oposición volverán a contarse las costillas en el Parlamento. Los Kirchner retomarán la seducción del centroizquierda que le dio tan buenos réditos con la Ley de Medios y con el matrimonio gay. Quizás haya menos ingenuidad opositora en esta instancia, sobre todo porque el kirchnerismo ya ha dado suficientes muestras de su capacidad para reinventarse desde la aparente derrota. Y habrá que tener en cuenta también que, por el camino del Congreso, el oficialismo puede intentar el regreso al objetivo de la expropación.

Un escenario menos dramático y el descenso de las presiones deberían servir también para que los grandes diarios no repitan sus errores y colaboren en serio para lograr un mercado más equilibrado, más competitivo y más transparente.