La sociedad entiende que no se pueden atender las necesidades de los sectores postergados, representados por el eje Matanza-Riachuelo, expoliando al interior genuinamente productivo. Como decíamos una semana atrás, no es desnudando al santo del interior como se va a vestir al santo del conurbano. Hace falta "otro modelo".

El resultado electoral es un hito más, si no la culminación, del camino iniciado cuando el gobierno intentó la exacción de la renta agropecuaria con las retenciones móviles. Todos los referentes que emergieron como ganadores tuvieron que ver con la fenomenal epopeya del campo, cuando le puso la mano en el pecho a un gobierno que, en nombre de la mesa de los argentinos, jaqueó nada menos que a la Segunda Revolución de las Pampas.

Así, se empieza a expresar en la arena política una realidad diferente. Era paradojal que mientras el centro de gravedad de la economía y la sociedad argentina se corría cada vez más al norte, la conducción política caía en manos del lejano sur, rentista de recursos naturales no renovables.

Sí, es el "soy power" (el poder de la soja). Es la respuesta de la sociedad ante el ataque absurdo que se intentó contra el nuevo maná que cayó sobre estas pampas. No hay nada más explícito que el paso al frente de Carlos Reutemann, que se plantó ante la opinión pública como un adalid de la nueva agricultura. Felipe Solá es el que liberó en 1996 el uso de la soja modificada genéticamente, la gran llave de la expansión. En aquel año se habían producido 15 millones de toneladas, y como valía 200 dólares la tonelada, se generó un valor de 3.000 millones de dólares. En el 2008 se habían alcanzado 47 millones de toneladas, tres veces más. Y el precio pasó los 500 dólares, desmintiendo a quienes pensaban que por culpa de las nuevas variedades, perderíamos los mercados. ¡Pasamos de 3.000 millones, a más de 20.000!.

Julio Cobos, el otro gran ganador, también representa esto. No tanto por provenir de una provincia que experimentó su propia revolución agroindustrial, con el advenimiento de los nuevos vinos de calidad, sus frutas y hortalizas, la riqueza construida con enorme esfuerzo en sus valles regados. Todo esto estaba sucediendo, pero fue su voto no positivo de aquella noche memorable lo que lo lanzó al estrellato político. Fue también la soja y todo lo que representa.

El porteño Macri habló, en su breve arenga en la noche del domingo, del rol de la agroindustria. De Narváez también. Irrumpió en escena el importantísimo Jerónimo "Momo" Venegas, jefe de los trabajadores rurales, constructor de la alianza entre De Narváez, Macri y Solá. Un dirigente gremial peronista, alternativa al poder de Moyano en la CGT, que se plantó indignado frente a los Kirchner cuando le espetaban a "las patronales" del campo que tenían a los trabajadores en negro, y con salarios de hambre. Venegas le mostraba su creación mayor, el Renatre (Registro Nacional de Trabajadores Rurales), que permitió el blanqueo de miles de obreros. Y remarcaba que los sueldos de los tractoristas, maquinistas de cosecha y los operadores de la moderna agricultura, ganan más que los obreros industriales.

Lo que está sucediendo, entonces, es que el país que se venía edificando desde el interior, ahora avanza hacia el poder con sus propios candidatos. Es una enorme responsabilidad, plagada de amenazas. La mayor es el apuro por sacar leyes, una actitud explicable en función de los enormes problemas generados al sector por los errores oficiales. Por ejemplo, hay dando vueltas una "ley marco", que puede convertirse en un tamiflú aplicado antes de tiempo. Un remedio peor que la enfermedad, que entre otras cosas, puede dejar consagradas de por vida a las retenciones. Cuidado.