La sombra de un relevo inevitable es ahora lo más parecido a la catástrofe de
2001. El peronismo, baqueano en el vertiginoso serpenteo del poder, entrevé que
un liderazgo se extingue. Es sólo el problema de un partido, que no debería
extenderse al conjunto de la sociedad argentina. Néstor Kirchner es el que
quiere ampliar y socializar su drama personal; en los últimos días, ha mostrado
todos los fantasmas y ha escondido todas las diferencias con la gran crisis. De
él depende, no obstante, que la ejecución de aquel relevo respete los mandatos
actuales sin colmar la paciencia social.
¿Qué tragedia podría ocurrir el 28 de junio? Lo peor que le puede pasar a
Kirchner en las próximas elecciones legislativas es la derrota o que deba
digerir la pérdida, casi inexorable ya, de las mayorías en las dos cámaras del
Congreso. Nada que cualquier democracia no haya vivido. Dos encuestas
bonaerenses recientes le han llevado malas noticias a Olivos. Los lanzamientos
de candidatos podrían hacerse en los próximos días para adelantar los tiempos.
Pero ¿qué es la derrota si no lo único ineludible de la política?
El problema consiste en que Kirchner no está acostumbrado a negociar, a tal
punto que declaró la inexistencia de sus gabinetes, incluido el actual. ¿Dónde
está el gobierno de Cristina Kirchner? ¿Dónde están sus ministros? ¿Qué se sabe
del jefe de Gabinete, Sergio Massa, salvo que anda rumiando sus broncas contra
Kirchner y sus políticas?
El poder de un solo hombre es incompatible con la democracia. Hace poco, en
Washington, el flamante presidente Barack Obama debió vérselas con el Congreso:
negoció, concedió y cambió su paquete de medidas para enfrentar la más grave
crisis económica desde 1929. Era la condición para que los congresistas le
aprobaran el trazo grueso de su propuesta. El simpático presidente se rindió
ante esa relación de fuerzas parlamentaria. Nadie esperaba otra cosa de él.
Es probable que Kirchner no quiera vivir una vida que nunca ha vivido. Sólo
imaginar que deberá aceptar las decisiones contrarias del Parlamento, mientras
vea crecer, impotente, los liderazgos que lo sucederán, es para él mucho peor
que una larga pesadilla. Por eso se aferra desesperadamente a las garras del
poder.
No hace mucho, en una de esas tertulias interminables de Olivos, rodeado de
amigotes que lo adulaban, uno de éstos le preguntó por qué pensaba en Daniel
Scioli como eventual presidente si él no pudiera volver a la Casa Rosada. ¿Y qué
te parece si yo fuera entonces el gobernador de Buenos Aires? Los intendentes me
apoyarán. ¿Quién tendría el poder? ¿Scioli o yo? , dijo, y provocó el silencio
de la sorpresa. Más de 150 años después, algún sector de la dirigencia argentina
supone que se puede resucitar a Juan Manuel de Rosas.
Las desmesuras económicas de 2001 no son probables ahora. Por eso, si se
llegara a una crisis de esa magnitud, habrá que reivindicar a Fernando de la
Rúa. El ex presidente radical cometió muchísimos errores, pero debió enfrentarse
con condiciones políticas y económicas peores que las de Kirchner.
El marido presidencial tiene problemas fiscales y de compromisos externos,
producto de su mala administración. Pero ahora el país no viene, como venía
entonces, de una larga recesión que había comenzado en julio de 1998; viene de
cinco años de crecimiento con tasas chinas. Ahora no existe una ley de
convertibilidad, como existía entonces, que impedía la emisión de moneda
nacional. Ningún corralito sería necesario ahora; en caso de duda social sobre
los bancos, Martín Redrado podría emitir y devolver los depósitos que se hacen
sólo en pesos argentinos. Con un buen nivel de reservas y con los depósitos
bancarios asegurados, ¿dónde estaría la semejanza con los tumultos sociales de
2001?
Kirchner va de la ideología a la especulación cuando regresa ocho años en el
tiempo. Hay ideología cuando Kirchner entrevé que después de él se derrumbará su
confuso proyecto "nacional y popular", un adefesio que atrasa medio siglo. Sólo
la vejez ideológica y el oportunismo de Hugo Moyano lo secundan. Sin embargo, un
Kirchner más realista viene sospechando que la sociedad está siendo seducida por
el centrismo político desde que lo dejó solo en la perdidosa batalla con los
productores rurales.
Hay especulación también, porque él siempre dijo que las sociedades se
vuelven conservadoras cuando están en medio de una crisis. No las considera
conservadoras en el sentido ideológico, sino en el de conservar los gobiernos
que tienen.
Puede tratarse sólo de una ilusión. Las sociedades son conservadoras cuando
confían en que el gobierno en funciones las sacará de la crisis. No es el caso
de Kirchner, que durante cinco años postergó la solución de todos los problemas.
Las sociedades son conservadoras, en efecto, pero a veces también lo son cuando
deciden cambiar las políticas del gobierno.
Kirchner tiene problemas de liderazgo, sin duda. Ni Aníbal Ibarra ni Jorge
Telerman ni Rafael Bielsa le aceptan ser candidatos ultrakirchneristas de la
Capital. Tampoco Alberto Fernández. Si Jesucristo fuera aquí candidato por
Kirchner, la Capital se volvería atea , dice, socarrón, un ministro de Kirchner.
El ex presidente sigue reclamando sumisión total. Se enojó hasta con Alberto
Fernández, porque éste informó que no estaba de acuerdo con el catastrofismo de
su ex jefe, aunque moderó sus críticas diciendo que la reproducción de 2001 era
imposible por la obra que hizo el propio Kirchner. Le echó al santo más incienso
del que merece, pero no fue suficiente.
El cordobés Juan Schiaretti, ofendido por el puenteo que Kirchner le hizo con
unos pocos intendentes peronistas de su provincia; el entrerriano Jorge Busti,
decidido a conservar Entre Ríos, llena de ruralistas antikirchneristas, para el
peronismo; los salteños Juan Urtubey y Juan Carlos Romero, increíblemente
coincidentes; y hasta el tucumano José Alperovich, devoto kirchnerista de
otrora, han encontrado una nueva meca: es Santa Fe y el santón que los atrae es
Carlos Reutemann. Un movimiento subterráneo es perceptible en el peronismo, que
comienza a girar hacia el líder peronista santafecino. ¿Pueden hacerlo? Kirchner
no es Perón ni Olivos es Puerta de Hierro , dijo uno de ellos.
Busti es el encargado de pescar nuevos aliados, aquí y allá. Lo hace todos
los días. Hasta Mario Das Neves, gobernador de Chubut, adelantó que estaba
dispuesto a negociar una candidatura vicepresidencial si el candidato
presidencial fuera Reutemann. Una franja importante de empresarios le golpeó
también las puertas al senador santafecino. Reutemann los recibió con la misma
frase con que recibe a todos: Déjenme contar los porotos después del 28 de junio
. Paciencia, entonces.
Agustín Rossi le dijo que no a los operadores kirchneristas cuando le
suplicaron que se bajara de la candidatura santafecina. Perdida toda posibilidad
de acuerdo con Reutemann, el kirchnerismo necesita confundir con la candidatura
del senador. La apariencia del imposible acuerdo vale tanto como el acuerdo.
Rossi se plantó por primera vez en su existencia política. Puedo entregarle mi
lealtad a Kirchner, pero no mi vida , despachó a los operadores y lo repitió
varias veces en el Congreso.
El peronismo no entregará fácilmente a un presidente peronista. El
vicepresidente Julio Cobos quiere ser presidente elegido de la Argentina y no le
convendría, por lo tanto, hacerse cargo interinamente de un Poder Ejecutivo
vacante. Sólo los Kirchner están en condiciones de repetir la crisis política de
2001, entendida ésta como la culminación inmediata de un gobierno luego de una
derrota electoral. Ellos podrían ponerle fin al Gobierno ante la necesidad
forzosa de cambiar las formas del gobierno, que es la única obligación que
tendrán. Nadie les dirá, en ese caso, que no.


