Se acerca el momento de tomar las decisiones de siembra para los cultivos de invierno y los productores deben analizar los últimos resultados y las variables actuales para realizar la inversión más acertada. En el sur de la provincia de Buenos Aires, donde la fina suele ser protagonista central, Sean Cameron, Daniel Llambi, César Carman, Luis Piatti y Pedro Pailhe, cinco miembros CREA que conocen a fondo el trigo y sus compañeros de época, coinciden en que la estrategia debe ser clara y estar basada en un buen análisis de la información disponible.

Llambi, productor del CREA Azul Chillar, cuenta que sus últimas dos cosechas de fina se vieron muy disminuidas por la falta de agua, las heladas y las altas temperaturas, pero que él seguirá apostando. Este año reducirá el área de trigo del 44 al 39% de su superficie a implantar, y lo hará sobre suelos altos y con tosca. La cebada, por su parte, solo ocupará los suelos de primer nivel. "Estamos en una zona triguera y yo voy a seguir haciendo trigo, pero estudiando más todos los factores", dice.

Carman, por su parte, es productor del CREA Defferrari, cerca de Tres Arroyos, y explica que la superficie sobre la que trabaja tiene mucha tosca y poca profundidad, por lo que la rotación normal es trigo, soja y soja de segunda. "Solemos dedicar el 50% del área a la gruesa y el otro 50% a la fina, pero este año disminuirá la fina alrededor de un 20%. No tomamos una decisión más drástica aun porque queremos mantener la diversificación", asegura. Luego agrega que si sigue bajando el precio de los insumos y el margen mejora, probablemente el trigo gane unas hectáreas más.

A su turno, Cameron, de la zona de Otamendi, señala que "el riesgo político de la fina, desafortunadamente, es alto, porque se siembra antes de las elecciones y no se sabe si los dólares invertidos van a valer lo mismo en el momento de la cosecha".

A pesar de esto, Cameron apuesta a la diversificación para distribuir el riesgo. "Me gusta la idea de poder desplazar el momento crítico de los cultivos entre septiembre y marzo, variando el área de cada uno para no tener el campo expuesto a un solo período. Generalmente, la primavera ofrece buen clima, y no quiero desaprovechar ese momento no haciendo trigo. Este año mantendremos la rotación normal de 40% para la fina, 25% para el maíz y el resto para la soja y el girasol", cuenta.

Pailhe, productor CREA de Necochea, dice que en su zona la siembra de trigo es bastante segura, por lo que no lo va a eliminar de la rotación, pero igualmente achicará un 10% el área destinada a los cultivos de invierno con respecto al año pasado.

Por su parte, Piatti, del CREA San Manuel, en la zona de Lobería, afirma que está previendo una importante disminución de la superficie ocupada por el principal cereal de invierno de la Argentina. "En nuestro esquema habitual, los cultivos de invierno ocupaban el 66%. Un tercio con trigo, un tercio con cebada y el resto era gruesa. Hoy, esa rotación ya no es viable".

"La fina este año se hará en alrededor del 40% de la superficie, y el cultivo que más se achicará es el trigo, que queda muy limitado a algunos ambientes. En nuestra zona tenemos campos altos y con bastante tosca en los que la cebada da una respuesta mejor. Además, la soja de segunda tiene mayor potencial sobre la cebada que sobre el trigo", señala Piatti.

La aplicación de tecnología probablemente se vea disminuida por la necesidad de reducir los costos, pero esa decisión depende de cada ambiente productivo.

Llambi cuenta que, en ambientes altos, según la profundidad de la tosca, usa entre 60 y 70 kg de fosfato diamónico con azufre. En ambientes bajos, dependiendo del fósforo disponible en el suelo, aplica entre 100 y 60 kg.

Carman comenta que este año cambió de paradigma. "Antes buscaba maximizar rendimientos y ahora busco minimizar costos. Las dosis de fertilizante aplicado esta vez serán mucho más bajas que las del año pasado".

Según sus cálculos, a pesar de la reducción en el precio de los fertilizantes, la relación actual entre el valor del trigo y el fosfato diamónico es menos favorable que la del 2008. "El año pasado compré el fosfato a 850 dólares y vendí el trigo a futuro por 250 dólares, por lo que necesitaba 4,25 toneladas de trigo para comprar una de fosfato. Hoy, con el fertilizante a 600 dólares y el trigo a 135, la relación es de 4,45. Esperemos que los fertilizantes sigan bajando".

Cameron, por su parte, es cauteloso y optimista a la hora de plantear la estrategia. "Este año planifico tratando de no acordarme de lo que pasó el año pasado, que tuvimos la tormenta perfecta. Creo que hay que poner un paréntesis y mirar el promedio de los tres años anteriores. Tal vez soy la excepción, pero a mí me entusiasma bastante sembrar trigo este año. Yo voy a seguir aplicando el paquete tecnológico que vengo usando hace varias campañas. Mantendremos el nivel de 80 ó 90 kilos de fosfato diamónico", afirma el productor de Otamendi.

Pailhe también le tiene fe a sus suelos. "El nivel de tecnología será parecido al del año pasado, ya que estamos en suelos profundos con buena respuesta y no podemos aflojar en ese sentido. Igualmente, tomaremos las decisiones muy sobre la marcha mirando la evolución de los mercados y los costos. Hasta el momento no hemos comprado nada, ya que el año pasado nos equivocamos comprando algunos insumos caros y no queremos que nos vuelva a pasar. También van a influir mucho las lluvias que tengamos en los próximos 30 días porque estamos muy escasos de humedad", comenta.

Está claro que estas decisiones se deben evaluar dentro del contexto de cada empresa, ya que a partir de los números que arroja la ecuación entre los precios, los costos y los rendimientos esperados, se deben agregar los gastos de estructura, el financiamiento y, en algunos casos, los arrendamientos y endeudamientos para poder estimar cómo terminará la película.