—La agencia de recaudación de la provincia tiene rango de ministerio, o por lo menos su titular lo tiene. Es obvio que en el distrito con mayor recaudación propia es absolutamente estratégico y lógico que tenga ese nivel. La Argentina no ha tenido en los últimos cincuenta años muchos recaudadores que hayan cumplido su tarea con trascendencia.
—¿A quiénes destacaría?
—No puedo olvidarme de Tacchi, por esa pasión que tuvo siempre y por el cariño que yo le tenía, podemos hablar de Cossio y de Alberto Abad. Perelmiter es un hombre de bien, un experto en impuestos. Vamos a ver cómo funciona, pero estoy feliz con que él sea mi reemplazante.
—¿Que Rafael Perelmiter haya sido contador de la frustrada Casa Scioli de electrodomésticos es un antecedente profesional suficiente para ser ministro de Economía del segundo presupuesto de la Argentina o titular de la segunda Agencia de Recaudación?
—Nadie tiene antecedentes en la Argentina. Siempre hay que probar y arriesgarse.
—¿Fue el propio Perelmiter el que le pidió la renuncia?
—Sí.
—Con su rango de ministro, ¿no es equívoco que un par sea quien le pida la renuncia?
—El era el hombre de enlace y con quien yo más cómodo me sentía, fuera del gobernador. La diferencia que tiene conmigo, aparte del perfil profesional, es que no quiere saber nada con los medios, y yo me siento cómodo comunicando las cosas que hago. Tiene una visión de la realidad, un pasado de izquierda pero, obviamente, no tiene un presente de izquierda, pero sí un presente crítico sobre la realidad y una vocación por una sociedad más justa.
—¿Que la Casa Scioli haya quebrado bajo su administración es un antecedente negativo para cualquiera de las dos funciones?
—No tengo idea de cómo ha sido. Los contadores no son los que toman las decisiones en las empresas. ¿Cómo podemos saber si fue una consecuencia del mercado o si él asesoró correctamente al que tomaba las decisiones, pero tomó otra?
—“No declaramos los bienes de Karina porque fue un error mío”, dijo a PERFIL Perelmiter cuando era contador del entonces vicepresidente Scioli. ¿No son muchas desprolijidades?
—Lo que hizo fue asumir la responsabilidad de un error. Esto demuestra que es un hombre de bien; también demuestra que cometió un error. La pregunta es si son cien errores, mil, comete errores todos los días o cometió un error en treinta años de vida profesional. Si me puede hablar de uno, le digo que estamos en presencia de un ser humano. Yo habría preferido que no cometiera ningún error, pero también preferiría no haber cometido algunos errores que cometí. Cuando ARBA se crea, el hombre que teníamos de contraparte para discutir los aspectos legales de la ley era el propio Perelmiter. Fue muy positivo durante las implementaciones de los empalmes presupuestarios, por ejemplo, del fortalecimiento de la planta de inspectores que se llevó a cabo en la primera mitad del año pasado. Si no tenemos currículum de recaudadores que califiquen para un sillón tan importante como ése, y tenemos que improvisar…, si no es uno de estos tres que mencioné (Tacchi, Cossio o Abad), prefiero uno que estuvo cerca de la creación de ARBA y que dio muestras claras durante el período de transición de que no estaba poniéndole palos en la rueda.
—La provincia de Buenos Aires tiene una deuda similar a la recaudación de un año y medio, ¿Técnicamente no está quebrada?
—Hay países que tienen eso. Pero sería difícil que un banco nos dé un crédito con nuestra carpeta.
—La provincia tiene un déficit crónico que oscila alrededor del 10% de la recaudación. ¿Un Estado con 10% de déficit fiscal no estaría en insolvencia?
—De la recaudación, no. Recién hicimos un análisis equivocado, porque hablamos de la recaudación propia cuando hablamos de la deuda, pero los ingresos totales de la provincia son superiores. Es menos de un año. La provincia recauda este año más o menos 22 mil (millones) y un poco menos de eso le viene de la coparticipación. La suma de los dos es superior a la deuda. —¿40 mil millones? —Más o menos, de ingresos propios corrientes. Luego vienen transferencias, endeudamiento y otras cuestiones, y se llega a un presupuesto de 48 mil, como el de este año. —Entonces tiene 8 mil millones de déficit sobre 48 mil. Si fuese un país con el 20 por ciento del déficit, ¿no estaría quebrado?
—Sí. Incluso, con ese 20 por ciento (solo) de déficit porque además, si miramos la realidad de la provincia y tenemos en cuenta las demandas sociales y de infraestructura, estaríamos hablando de un déficit real mucho mayor. Creo que la mitad de los accidentes en las rutas se deben a que son carril de ida y vuelta juntos. Es falta de inversión en infraestructura vial en treinta años.
—¿Aun ese “solo” déficit de 8 mil millones que cubre la Nación no hace al gobernador de Buenos Aires, literalmente, un rehén de la Presidenta?
—Hace poco estuve con un especialista y vimos que son 23 los países federales en el mundo, y la Argentina es el que tiene la mayor concentración de recursos fiscales en la Nación frente a una situación de gastos descentralizados. El origen de esta situación fue la política de los años noventa, que consistió en transferirles a las provincias los hospitales, la educación y todos los gastos, sin transferirles los recursos.
—¿O fue culpa también de las administraciones más actuales que les sacaron los recursos creando impuesto al cheque o retenciones?
—Se agravó, pero no empezó. En los 90 el sistema económico no permitía el montaje de fuentes de recursos adicionales a las vigentes que no eran coparticipadas. Había una política de reducir distorsiones en la economía, con el impuesto al cheque había que bajarlas, y recuerde que no había espacio para retenciones. De un saque, esos gastos que soportaba la Nación lo tuvieron que hacer las provincias, pero los ingresos fiscales los seguía teniendo la Nación. Ahora se agravó porque, como consecuencia del nuevo esquema de fines de 2001 y de 2002, aparecen las retenciones, el impuesto al cheque se cuadruplica. Fue con Duhalde.
—¿Se podría decir que nadie puede gobernar la provincia de Buenos Aires si no cuenta con el apoyo del presidente de turno?
—En una primera aproximación, es así. En una segunda, yo plantearía que la provincia de Buenos Aires es un monstruo que está alrededor de la Ciudad de Buenos Aires. Yo no sé quién sería capaz de…
—¿Ser presidente con la provincia en casos?
—Claro. Usted tiene un anillo con 8 o 9 millones de personas de las cuales 6 o 7 millones son pobres. Desde el punto de vista de los números, un analista diría: “Este va a tener que hacer todo lo que le diga el otro”. Pero desde el punto de vista de la realidad, creo que nadie podría jugar tanto con fuego.
—¿Podríamos equipararlo a la Guerra Fría entre la URSS y Estados Unidos, cuya regla de mutua disuasión se basaba en que cada uno podía producirle al otro enorme dolor?
—Es muy bueno su ejemplo, pero, como argentino, me niego a pensar que sea parecido a una guerra.
—¿Cómo evolucionaron el déficit, la deuda y la dependencia patrimonial y operativa de la provincia con el Ruckauf del final, con los dos períodos de Solá y ahora con Scioli? La dependencia de la provincia es mayor de lo que era. Este déficit de 8 mil millones, que con amortizaciones de capital alcanzan a 10 mil millones, en la época de Solá era de 1.500.
—Un proceso como el que dice pasó, pero con un matiz. Cuando llego a la provincia, estábamos todavía “levantando los muertos de la plaza”. En esa crisis, la provincia también tenía un desequilibrio fenomenal, a tal punto que llegamos a pagar los sueldos el día 23 del mes siguiente, y con un 60 por ciento de Patacones, hasta que la recaudación reaccionó en abril de 2002, y cuando esperábamos llegar al mes siguiente al 70 por ciento de Patacones, ese porcentaje empezó a bajar porque la recaudación provincial empezó a recuperarse debido al primer plan que implementamos.
—¿Estuvo peor en 2002, mejoró con Solá y ahora volvió a estar peor?
—Ahora creció (la dependencia).
—¿Hay riesgo de que la provincia vuelva a tener que imprimir algo similar a los Patacones?
—No escuché ninguna conversación concreta en la provincia. Pero nadie sabe hasta qué nivel puede llegar la crisis financiera internacional. Si la situación se consolida, y no sigue cayendo y complicándose la situación económica, es probable que consigan estabilizarla. Hay un problema muy serio y yo me imagino que se utilizarían, llegado el caso, todos los instrumentos necesarios para que la Argentina pueda salir adelante.
—¿Todos?
—Si estuviera en el gobierno y viera que mi país está hundiéndose, utilizaría cualquier instrumento que esté dentro de las leyes. Espero que no se llegue a esto. Si se logra estabilizar la situación en la provincia y en la Argentina, podríamos pasar estos tiempos sin esa necesidad.
—No es que en los 90 se imprimieron Patacones porque había convertibilidad y la Nación no podía imprimir billetes. Hoy, que la Nación puede, ¿no sería más lógico imprimir billetes que Patacones?
—Los riesgos son mínimos y la Argentina ya aprendió que las cuasi monedas nos hacen retroceder muchísimo. Uno no puede tampoco abusar de la impresión, no somos Estados Unidos, que puede imprimir dólares y colocarlos en todo el mundo.
—Los Patacones también aumentan el circulante.
—Las cuasi monedas deberían ser la última opción, y la penúltima también está muy lejos porque imprimir billetes de pesos argentinos traería inflación.
—¿Hay riesgo de que los fondos de los jubilados provinciales sean consumidos en exceso y no sean suficientes para encarar las jubilaciones del futuro?
—No conozco el problema.
—¿Encierra algún significado que su reemplazo al frente de ARBA por Perelmiter haya permitido que el nuevo ministro de Economía de la provincia de Buenos Aires sea Alejandro Arlía, quien fue subsecretario de Relaciones con las Provincias del Ministerio de Economía de Duhalde?
—No pensé en eso.
—El reemplazante de Alejandro Arlía en el Ministerio de Producción de la provincia es Martín Ferré. Sus antecedentes son legislativos, ¿tiene experiencia en el área económica y ejecutiva para el cargo o Scioli se quedó sin funcionarios tras el ascenso de Débora Giorgi?
—Nunca conversé sobre lo que había hecho antes. No lo sé.
—Usted estuvo siete años en el mismo cargo, ¿qué otros antecedentes de funcionarios relevantes recuerda que hayan pasado siete años en un puesto?
—Uno de ellos está en la Comisión de Actividades Espaciales. Probablemente, sean el mejor equipo de la función pública argentina. He visto la pasión, hablan cuatro horas cada vez que uno le pregunta un detalle y, por suerte, la Argentina lo ha respetado en su lugar. Hay segundas líneas en varios organismos importantes, el Banco Central, la Secretaría de Hacienda de la Nación. No quiero olvidarme de alguno, pero no conozco mucho más que lo que mencioné.
—Reutemann dice que él no es tan de derecha como creen, que es de izquierda, pero no como Kirchner, sino de centroizquierda. ¿Me ayuda a entender cómo piensan en el peronismo izquierda y derecha? Siguiendo el razonamiento de Reutemann, ¿Scioli es la izquierda?
—¿Qué importa si estoy dos milímetros más a la izquierda o a la derecha? Tenemos que sacar el país adelante, estamos en el medio de una crisis internacional que nadie sabe hasta dónde llega como amenaza, pero todos saben que representa una gigantesca oportunidad. Estados Unidos nos está mostrando otra forma de hacer política frente a las crisis. Obama se mató con Hillary Clinton en las primarias, pero es demócrata, y está en el gobierno. Muchos funcionarios claves de primer nivel de la administración de Bush están compartiendo el gobierno con Obama. En España pasa el gobierno de centroderecha al de centroizquierda y las políticas se mantienen con una importante coincidencia sobre lo que hay que hacer con la realidad y el rumbo de mediano y largo plazo. ¿Qué importa de qué soy? Yo no quiero hablar de si soy de centroizquierda o centroderecha, quiero hablar de lo que vamos a hacer.
—Kirchner acusó al PRO-peronismo de ser una continuación del modelo de los 90. ¿Es totalmente arbitraria esa presunción?
—La Argentina moderna tendrá que tener elementos y condimentos de experiencias del pasado, de las que desechamos por malas y las que tomamos por buenas. La verdad es que ni me importa si toman elementos de los 90. —¿Rescata parte de los 90? —¿No somos, incluso a nivel humano, consecuencia de las cosas malas y de las buenas del pasado? Me parece que el país es lo mismo. Obviamente, hicimos cosas muy malas que no debemos volver a hacer.
—¿Y buenas?
—Para mantenerlas. Así se hace la política de Estados y se trazan los rumbos estratégicos de las naciones.
—¿El 9 de mayo se confirmará que Montoya se presenta como candidato a diputado de la provincia de Buenos Aires por el PRO-peronismo?
—No tengo idea. Recordemos que no hace más de una semana de una salida más que desconcertante para mí. Yo había tenido muchas veces conversaciones con los distintos sectores, y alguien me preguntó qué iba a hacer, y yo le dije que estoy con Daniel Scioli y que no traiciono. Quisiera poder mantenerme afuera de este proceso electoral que viene, salvo que alguna propuesta o algún proyecto fuera tan seductor que me entusiasme. Tengo dudas de que, con la cabeza mitad adentro de ARBA y mitad afuera... La racionalidad dice que di vuelta la página, pero es imposible haberse organizado todavía.
—¿Puede continuar desde algún lugar legislativo?
—No es una opción que se haya descartado. Lo único que puedo descartar es que hagamos cosas ilegales o estafemos gente o ayudemos a evasores para que burlen a ARBA. Lo demás es posible.
—Hay tres casos recientes de funcionarios económicos que salieron del Gobierno con distintas suertes: Lousteau muy herido políticamente y Lavagna y Prat-Gay transformados en políticos y candidatos. ¿Qué diferencias y similitudes tienen esos casos con el suyo?
—En los cuatro casos, conmigo incluido, porque yo tengo vocación política y de liderazgo, diría que representamos algo que no había pensado, pero tiene sentido. En los 90 había un gran peso de la cuestión técnica económica sobre la política, y eso no es lo natural, porque en una nación es la política la que tiene la conducción y la que fija las reglas del juego. En este nuevo siglo estamos viendo como un peso diluido de la técnica sobre la política. Y me parece ver en el proceso de que emerjan figuras como Lavagna, Martín Lousteau, Prat-Gay y yo que representamos algo que puede ser un aporte para el país para conciliar los dos mundos (técnica y política).
—Scioli despegó a Kirchner de su despido diciendo: “Yo soy responsable de armar mi gobierno, prueba de ello es que si ustedes repasan todo lo que es el armado de mi gobierno, se van a dar cuenta con toda claridad de que tiene absolutamente mi impronta”. ¿Es así?
—Si recorre el gabinete, es así. He presenciado que son personas que él invitó.
—¿Podría poner un ministro que fuese rechazado por Kirchner? Se puede elegir y el otro puede tener el veto.
—Cuando estaba en el gobierno de Felipe Solá, lo escuché decir que Kirchner decía que no le gustaba que le pusieran ministros, así que por lo tanto no le iba a estar poniendo ministros a él.
—Una cosa es poner y otra vetar.
—¿Cómo puedo saber eso?
—Concretamente: ¿a usted lo echó Scioli o Kirchner?
—Le voy a decir algo que no creo que sea lo que quiere escuchar ni les va a gustar a los lectores. Estoy casi seguro de que Kirchner no tuvo nada que ver, salvo el quedar atrapado, al igual que yo, en el medio de toda esta situación.
—¿Quién lo pidió?
—No lo sé. No sé si fue una torpeza política en la operación. La única candidatura del oficialismo con nombre y apellido asertivamente instalada en el país hace cinco días es la de un candidato a concejal de San Isidro.
—Usted dice que esa instalación no fue obra de Kirchner.
—Estoy seguro.
—Eso no quita que, atrapado por esa situación, haya sido Kirchner quien pidió su relevo.
—No conocemos el entretelón. A Kirchner no lo conozco, nunca lo he visto, nunca he hablado por teléfono con él. Entonces, tengo que especular. Estoy seguro de que Kirchner ni siquiera fue el de la idea de ponerme como concejal de San Isidro.
—¿Quién tomó la decisión intelectual y no material?
—Scioli dice que me echó él.
—¿Le cree?
—Sí.
—Usted dijo: “Yo no me enrolé en el ejército, si me hubiera enrolado, me podrían haber dado la orden” de sumarse a las candidaturas testimoniales. ¿Quién comanda ese ejército al que no adhiere?
—Hubo muchos intendentes que no aceptaron presentarse como candidatos y no fueron despedidos o forzados a renunciar.
—Ud. no era funcionario electo; a los intendentes no pueden pedirles la renuncia.
—No, pero ha habido casos políticos en donde sucedió. Yo estaba a tiro de un papel y mi jefe político, que era Daniel Scioli, en una decisión personal decidió hacerlo. El habrá dicho: “Yo soy el general, voy a la carga al frente de mis hombres y no puede ser que un coronel no venga atrás”. Me parece que las cosas se presentaron más o menos de esa forma. Cuando yo venía tratando de evitar que esto se publique, porque había escuchado el rumor el día anterior, insistí en hablar con él porque pensé que si algunos intendentes y gobernadores aceptaron y otros no, me daba la impresión de que había algún margen para la decisión personal.
—Supuestamente, el gobernador no tiene la autoridad para lograr que no se publique algo.
—Esto fue instalado desde fuentes oficiales. El periodista Alfano, hace un par de días, en el programa de Magdalena Ruiz Guiñazú, nos dejó a todos desconcertados cuando me preguntaron sobre esto mismo y él dijo: “Yo fui el periodista a quien le pasaron (la información) desde altas esferas e insistieron en que se diera a conocer porque era una decisión que se había tomado”. No podemos pedirle al periodista que revele su fuente. Ricardo Kirschbaum, de Clarín, en su editorial del viernes, dice que no chequearon al interesado, o sea a mí. Si me hubieran llamado, habría dicho que estaba esperando hablar con el gobernador, ¿no? Y el periodista dice que no lo hicieron porque eran tan altas las fuentes que parecía una decisión tomada. Hubo dos periodistas que sostienen que hubo origen oficial de esto. Ese origen oficial no fue nacional, fue provincial.
—Una vez que cometieron el error, ¿cómo hacen para pararlo?
—No se podía: sí o sí terminaba con mi renuncia. El problema de publicar de esta manera me colocaba en la situación de tener que decir no a Scioli y, obviamente, muchos iban a interpretar que yo le estaba diciendo que no a Kirchner también. En el momento que eso salió, me di cuenta de que estaba completamente atrapado, porque en cualquier caso se producía. Les pregunté a varios directores y altísimos funcionarios de la prensa escrita. “No le hubieses contestado a la prensa”, me dicen algunos. Yo les pregunto: ¿qué hubiera pasado sí me hubiera negado a la cuestión? Habría puesto de título: “Montoya le dice que no a Kirchner”. ¿Qué hubiera hecho usted si yo no contesto con un comunicado, pero igualmente me niego a la candidatura?
—Usted dijo más que no.
—Sí, pero porque sentí que estaba atrapado. El día anterior estuve tratando de pedir que no avancen con esto porque tenía una entrevista con Scioli para hablarlo. No quería que él sintiera que no lo apoyaba. Yo me estaba matando con el plan de recaudación y los resultados estaban a la vista: el día que me echaron fue el récord histórico en una economía planchada. A un jefe uno no puede decirle que no a través de terceras personas, cuando fue él el que por teléfono me había dicho que quería hablar conmigo sobre esta cuestión.
—Eso fue antes de que se publicara.
—Eso fue el jueves de Semana Santa. Yo le dije que habláramos de esto. Me dijo que cuando volviera de viaje fuera a verlo. Cuando volví, él justo se había ido a Italia. No hay ninguna otra candidatura presentada salvo esa. ¿Por qué se apuraron a instalarla?
—Supongamos que es un error.
—Un error en el que fuentes oficiales llaman a los periodistas para decirles que es oficial. Cuando me enteré de que Scioli volvía, los rumores arreciaban, todavía no en la prensa. Pedí entrevista y mis argumentos eran los que puse en mi nota. Sentí que no podía decir que no, tenía que tener algún argumento. Otros pueden decidir hacerlo (ser candidato sin renunciar) porque todavía por lo menos no es ilegal. Hay que dejar a la ciudadanía decidir si apoya eso o no.
—Usted no está en contra de las listas testimoniales.
—Es como cuando se utilizan herramientas heterodoxas en economía en momentos de crisis. ¿Le parece bien que Estados Unidos nacionalice el Citibank? Tenemos que reconocer que estamos en un momento difícil con un proceso político complejo. Aparentemente, por las encuestas, la sociedad lo rechaza en una alta proporción, pero si lo rechaza, que vaya y que les diga que no. ¿Cuál es el problema de que la sociedad les diga que no? Estamos en democracia para eso.
—¿Le parece que las candidaturas testimoniales son oportunas en la crisis política que estamos viviendo?
—Me parece que mi candidatura no era oportuna.
—¿Su disenso es sólo con la suya?
—En mi renuncia puse que los jueces hablan con su sentencia, los recaudadores con su recaudación y los probables candidatos que no son, con su decisión. Yo no quise ser y me costó caro, y sabía que me iba a costar caro.
—¿No fue siempre un ejército el kirchnerismo?
—Nunca me dio una orden ni nadie me llamó y me dijo: “Kirchner ordena que hagas tal cosa”. Aunque sé que mucha gente piensa así, ni siquiera me consta que Scioli esté haciendo lo que le dicen. Estuve con dos gobernadores con Kirchner como presidente de la Nación o del Partido Justicialista y nunca escuché a un jefe mío recibiendo una orden de Kirchner.
—¿Cada vez que un gobierno peronista pierde el apoyo de la gente, un grupo del oficialismo se separa para crear una oposición que permita al peronismo reciclarse?
—Sí. La forma que tiene el peronismo de crear líneas diferentes es ésta, pero además es la forma que tiene de reinventarse. Está como cambiando de formato.
—¿También Martín Redrado se alejaría del matrimonio presidencial?
—No escuché nada.
—¿Escuchó que quisieran forzarlo a ser candidato por el PJ en Capital?
—Es la primera vez que escucho eso.
—Como pronosticó Cobos, ¿la Argentina tendrá que volver a pedirle dinero al FMI?
—Me puse feliz cuando la Argentina lo mandó a pasear al FMI porque me pareció que iba a permitir, en algún momento, retomar la relación desde un lugar mucho más digno. Me parece que es momento, siempre que se pueda mantener sobre la base de un país digno, que el FMI venga a conversar a ver cómo puede ayudar con humildad. Creo que es inevitable que más temprano que tarde deban retomarse las conversaciones. Porque es la obligación de la clase dirigente utilizar todas las herramientas que se pueda para salir bien parados de esta crisis. Si la Argentina volviera al FMI sobre una relación completamente distinta, creo que se pone todavía más en valor ese hecho que creo que los argentinos le reconocen a Kirchner.
—¿Si quisiémos ser un integrante pleno del G-20 no tendríamos, supuestamente, que aportar al FMI, como Brasil, que está entregando 4.500 millones de dólares? ¿La Argentina no tendría que poner 2.500 millones de dólares en lugar de recibir?
—Las circunstancias son esas. Los países del G-20 están más en una situación de poner y no de pedir.
—Estamos en el G-20 por los 90.
—Probablemente. No me parece grave que el G20 pueda dar un tratamiento distinto a uno o más de uno de sus miembros.
—La Argentina siempre es el vivo del planeta: cuando nos conviene somos grandes, cuando no, chicos. Lo mismo sucede internamente: cuando nos conviene, ley de lemas; luego no, listas testimoniales...
—Esto pasa por estar discutiendo las cosas que no son importantes, como si soy de centroizquierda dos milímetros a la derecha o a la izquierda. Como país tenemos que aprovechar las oportunidades y una es que la Argentina, entre la espada y la pared, principalmente para mantener la gobernabilidad y la situación social bajo control, pueda tomar decisiones que fortalezcan su inserción en el mundo económico y financiero mundial.
—Hace pocos años declaramos default, obtuvimos una quita inicial de la deuda de hasta el 70 por ciento, se dejó fuera un porcentaje relevante de holdouts, se creció al 8 por ciento por año, y después de todo eso, ¿volvemos a precisar dinero del FMI? ¿Nos merecemos el respeto internacional que reclamamos? —Si los tecnócratas (del FMI) hubiesen sido lúcidos, habrían hecho otro tipo de aportes a la Argentina y no los que pedían. Venían y armaban planes que eran incumplibles para el país, era una especie de profecía autocumplida.
—¿No tienen derecho a pensar que es la Argentina la que tiene un apetito por la deuda incurable?
—Indudablemente que tenemos una historia lamentable de vaivenes e incumplimiento de todo.
—¿Continuamente estamos en problemas tan extraordinarios que siempre se justifica que estaticemos el Citibank?
—Absolutamente. Una cosa es estatizarlo en la peor crisis, y otra cosa es andar estatizándolo todo el tiempo. Los remedios extraordinarios son para momentos extraordinarios.
—¿En 2011 le gustaría ser intendente de San Isidro?
—Me había entusiasmado con eso, lo dije en mi comunicado.
—¿Le gustaría?
—No estoy seguro ahora, con la cabeza empezando a liberarse. Por supuesto que sería interesante… Se abren otras oportunidades y no sé cuáles pueden ser.
—¿Quién ganará en San Isidro el 28 de junio?
—La Coalición Cívica va a hacer una buena elección.
—¿Qué le pareció la decisión del intendente Posse de construir un paredón para mejorar la seguridad del distrito?
—Estoy total y absolutamente en desacuerdo. Fue siempre totalmente inútil por las características físicas que tenía. Aunque no lo hubiera parado la Justicia, el Gobierno y el escándalo nacional e internacional, una noche pasaba un tipo con una pick up F100, lo enganchaba con una cadena y se llevaba el muro al río. Eso no podía aguantar ninguna clase de asalto.
—¿Lo hizo a propósito para obtener un rédito electoral?
—Es probable, pero a largo plazo se le va a volver en contra. Lo del muro me pareció tan desgraciado y tan representativo de la fragmentación que tenemos en la Argentina...
—¿Su amigo Sergio Massa hipotecó su futuro político al dejar la Intendencia de Tigre para ser jefe de Gabinete?
—Escuché encuestas de Tigre que dicen que tiene un 50 o 60 por ciento de apoyo. Debe haber crecido en conocimiento y creo que no ha perdido la imagen de que intenta todos los días hacer las cosas un poco distintas. Todavía no lo hipotecó. —¿Scioli es, como le endilgan peyorativamente, el “Chirolita de Kirchner”, o es más inteligente de lo que se muestra?
—Me falta haberlos visto interactuando.
—Debe tener una conjetura…
—Nunca en privado escuché a Scioli decir que estaba en desacuerdo con Kirchner o con la Presidenta. Me da la impresión de que no es un aliado, es un socio político. Si creemos que (Scioli) no tiene carácter, estamos equivocados.
—Cuando se discute si lo echó Kirchner o Scioli, todos los argentinos entienden que Kirchner es Néstor, no Cristina. ¿Se podría decir que ya Cristina asumió el papel de los presidentes en los países donde el jefe de Estado es el primer ministro y ese papel lo ocupa Néstor Kirchner?
—Entre los funcionarios hay una enorme presencia de la figura de él para todos. Probablemente, uno podría pensar que como ex presidente podría no estar presente.
—¿Hay dos presidentes al mismo tiempo?
—No sé si quiero decir eso. Veo las consecuencias de un liderazgo muy fuerte y, probablemente, los recuerdos de una presidencia que iba viento en popa, que tiene mucho peso y presión sobre los funcionarios, pero yo nunca escuché a un funcionario decir que la orden se la había dado Kirchner.
—Nadie le va a creer.
—Repito que el problema es que yo hice lo que hice la semana pasada y lo pagué carísimo por decir eso de lo que estoy convencido. Lo hice durante siete años, y me fue bien. Hoy día lo dije, y mire ahora.
—Yo veo que está mejor.
—Lo que digo es que nunca escuché a un funcionario diciendo: “A mí la orden me la dio Kirchner”. Tampoco escuché a Scioli ni a Solá decir: “Tengo que hacer esto porque me lo dice Kirchner”.
—¿No fue Cristina Kirchner quien elogió su gestión?
—Sí, y después me lo dijo a mí. Creo que debe haber 200 senadores, diputados, intendentes, gobernadores y ministros que me han contado los elogios de la Presidencia. Y también comentarios positivos del ex presidente. La Presidenta me dio la distinción especial del premio nacional a la calidad por el trabajo nuestro cobrando impuestos en la provincia de Buenos Aires.
—Pero ya había tenido un encontronazo con Kirchner, cuando lo criticó durante una charla pública, a fin de año, ante el grupo de intelectuales de Carta Abierta por haber embargado a Aerolíneas Argentinas por impuestos impagos tras la nacionalización de la empresa.
—Sí, vi ese video y vi que estaba muy enojado. Y también después comprendió lo que yo tenía que hacer y se le pasó la bronca. Nunca me dijeron que la bronca se le pasó.
—¿Cuál es su pronóstico del resultado de las próximas elecciones? Vayamos distrito por distrito. Hablemos de la provincia de Buenos Aires.
—Va a haber una disputa entre los dos peronismos. El oficialismo va a estar por arriba, y va a hacer una muy buena elección el peronismo disidente.
—¿Lo de Alfonsín?
—Va a ayudar, pero va a estar por debajo del peronismo disidente.
—¿En Capital Federal también imagina al PRO ganándole a la Coalición Cívica?
—Sí. Tiene a Gabriela Michetti y es imposible competir con ella.
—¿Y en su Córdoba natal?
—No le va a ir bien al oficialismo en Córdoba.
—¿A quién ve primero?
—Estuve sintiendo un clima muy adverso contra el oficialismo. Mire la distancia que ha tomado el gobernador Schiaretti que hasta me ofreció trabajo a mí, pero…
—Pero no le alcanza para separarse.
—Hay un clima que no parece positivo para el oficialismo


