Será tarea de los constitucionalistas, tal vez de los jueces, determinar si Daniel Scioli violará esta cláusula cuando se postule como candidato a diputado nacional por el distrito que gobierna.
La verdad es que la jugada por la cual Néstor Kirchner obligó a Scioli a integrar la lista del Frente para la Victoria en la provincia de Buenos Aires no pasará a la historia por su consistencia legal. Nada que deba sorprender: el propio jefe de la administración bonaerense ya había competido para su cargo actual, en 2007, con títulos bastante dudosos.
El sistema electoral argentino suele andar flojo de papeles. Por ejemplo, los dirigentes políticos no se imponen a sí mismos las condiciones que exigen a los jueces en el cumplimiento de su función. Hace pocos días, el 4 de marzo, el Congreso sancionó la Ley 26.484, de Organización del Poder Judicial, en la que establece: "A partir de ese momento [el del juramento] deberá transcurrir un período de tres años en el ejercicio del cargo como condición para postularse en concurso para otro tribunal, o para subrogar una vacancia que implique el abandono de la función que se encuentre ejerciendo". Si se le aplicara este criterio a los postulantes de las próximas elecciones, no sólo Scioli no podría ser candidato sino que Gabriela Michetti debería permanecer por lo menos un año más al frente de la vicejefatura de Gobierno porteña.
En el caso de Scioli, el bajo apego por la normativa sorprende menos que la falta de sensibilidad para percibir las demandas sociales. Es verdad que al gobernador le prometieron, a cambio de su obediencia actual, la candidatura presidencial del oficialismo en 2011 (aunque en Olivos siguen diciendo que la fórmula de ese año será Kirchner-Scioli, como en 2003 y como en 2009).
Pero ¿qué sucedería si Scioli se negara a participar en la lista de diputados, igual que tantos intendentes, con carreras menos promisorias, se niegan a hacerlo en las de concejales? ¿Qué sucedería si, ante una demanda tan grande de corrección política como la que se expresó en los funerales de Raúl Alfonsín, Scioli dijera que no? Tal vez sería otro Cobos, u otro Reutemann, premiados por el solo hecho de haber ejercido una mínima resistencia. Scioli cree otra cosa. Cree que la historia golpeará de nuevo su puerta.


