La soja de Paraguay ahora saldrá más hacia Brasil que antes. Buena parte ya
lo hacía, pero ahora otra más lo hará. Y dejará de usar la Argentina y la
hidrovía, si se consolidan las restricciones oficiales que se conocieron esta
semana para la importación temporaria de la oleaginosa y su procesamiento en las
plantas industriales del Gran Rosario.
Otra parte de la soja paraguaya (Paraguay es el cuarto productor mundial,
tras EE.UU., Brasil y la Argentina) quizás siga usando la hidrovía, pero ya no
se detendrá en las fábricas locales, sino que seguirá viaje hasta el puerto
uruguayo de Nueva Palmira, desde donde será embarcada, como ya sucedía con mucha
de ella hasta antes de que se abriera la posibilidad de la importación
temporaria para industrializarla aquí.
Así, serán los brasileños quienes aprovechen el gasto que generen los
camiones extras que ahora pasarán por su territorio y serán sus puertos los que
cobren los gastos de embarque de esos porotos.
Las terminales ubicadas sobre el Paraná, en la hidrovía, en cambio, verán
cómo trabajan menos sus plantas y sus empleados, cómo se consumirá menos energía
y se utilizarán menos insumos, además de requerir menos trámites administrativos
en bancos, despachantes de aduana, etc.
Ese movimiento se irá a Brasil.
Para el Gobierno, eso hará que las plantas aceiteras activen su imaginación
para interesar a los productores locales a que vendan su soja.
Pero, por un lado, hay especialistas como Juan Carlos Silvestri, ex
vicepresidente de la Bolsa de Comercio de Rosario, que dicen que estas
restricciones empeorarán la capacidad de pago de las industrias, que tendrán,
así, menos herramientas para lograr aquel objetivo. Y, por otro lado, hoy los
productores están reticentes a vender la mercadería (la soja). Así como los
ahorristas compran dólares ante las situaciones de incertidumbre, los
productores venden sus propios dólares (la soja), sólo en la medida necesaria
para afrontar compromisos, y el resto se convierte en reserva de valor ante su
propia incertidumbre.
Las cotizaciones en Chicago muestran valores firmes hasta julio, cuando
empieza a jugar la nueva cosecha estadounidense, y los números comienzan a
declinar. Pero julio ya es después de las elecciones, y ahí muchos piensan que
las cosas, con las retenciones, y por ende el valor de la soja, pueden ser
distintas. Habrá que ver si tienen razón, o no.
Pero, más allá de estas especulaciones que se hacen pensando en los próximos
meses, en los últimos días, y bastante fuerte la semana pasada, tras el informe
del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, la soja mostró cotizaciones
más firmes, que en el plano local la ubicaron por encima de los 900 pesos.
A esos niveles, no pocos productores empezaron a vender, inclusive algunas
toneladas que tenían de la campaña pasada, y así facilitaron también la
liquidación de divisas por parte de los exportadores, lo que quitó presión en el
mercado cambiario, en el que el dólar bajó 4 centavos en pocos días, de 3,74 a
los 3,70 pesos a los que cerró el miércoles, el último día de operatoria de la
semana.
Esto parece mostrar que, más que los vericuetos que pretenden las restricciones oficiales, lo que mueve a los productores a vender no es, ni más ni menos, que el precio.


