Pero la protesta agraria no es sólo en defensa de la producción rural, sino
también del federalismo fiscal, y por esa razón evoca los enfrentamientos del
pasado, jugando hoy la administración Kirchner el papel del partido unitario del
siglo XIX.
Juan Bautista Alberdi fue claro cuando afirmó en las Bases: "La República
Argentina será y no podrá menos de ser un Estado Federativo, una República
nacional, compuesta de varias provincias". Es así que nuestra Constitución
establece que "la Nación Argentina adopta para su gobierno la forma
representativa republicana federal". Esta disposición clausuró en 1853 décadas
de enfrentamientos entre unitarios y federales. La disputa por la apropiación de
las rentas fiscales, particularmente las de la Aduana de Buenos Aires, es una de
las claves para entender estos enfrentamientos previos a la Organización
Nacional.
Si bien la Nación realiza hoy transferencias de fondos a las provincias, éstas
no están sujetas a normas objetivas que determinen cuál debe ser esta
distribución. No existen reglas, sino decisiones discrecionales que debilitan la
autonomía política de los gobiernos provinciales. Sin un régimen de
coparticipación automática de fondos, el federalismo se convierte en una
ficción, por la dependencia de los gobiernos provinciales de la Casa Rosada. Los
gobernadores, que son todos democráticamente electos, se dividen así entre
"amigos" que reciben fondos y los "otros", que dependen únicamente de sus
propios recursos y que, además, ven trabadas sus gestiones para obtener
financiamiento externo, como acaba de ocurrir con la Ciudad Autonoma de Buenos
Aires, que tiene un gobierno local alejado del oficialismo central.
El conflicto agrario ha ahora incorporado a la agenda política la cuestión del
federalismo en su dimensión económica; es decir, el federalismo fiscal, que
exige identificar niveles de gobierno "óptimos", tanto para ejercer la potestad
tributaria como para la ejecución del gasto público. Debe primar aquí el
principio de subsidiaridad, tan bien explicado por Tomás de Aquino y entre
nosotros por Alberdi, cuando nos hablaba de acercar no solamente los gastos,
sino también los tributos a los niveles locales de gobierno. Cuando aumenta la
proporción de bienes públicos "locales" que se financian con impuestos
"locales", se maximiza la eficiencia y la equidad del gasto público. Además,
disminuye la corrupción porque aumenta el control directo de la población.
En los Estados Unidos, el gasto estadual y municipal financiado por impuestos
locales es seis veces superior al gasto federal (excepto defensa, política
exterior y deuda pública). Otro buen ejemplo es la República Federativa de
Brasil, donde la tercera parte de los ingresos tributarios es captada
directamente por los estados y municipios, y donde el impuesto que más recauda
no es federal sino estadual (ICMS). Así se consolida la autonomía política de
los estados provinciales, ya que Brasilia solamente les financia la quinta parte
de sus gastos. Por este motivo, los gobernadores ejercen su representación de
los intereses locales sin ninguna atadura que los sujete por cuestiones de caja.
Son así verdaderos gobernadores y no delegados del poder central.
Es impostergable cumplir el mandato aún pendiente de la Constitución reformada
en 1994, que en su artículo 75 requiere la sanción de un régimen de
coparticipación, basado en criterios de equidad y solidaridad y que procure la
igualdad de oportunidades en todo el territorio nacional, cosa que hoy no
ocurre, porque la Casa Rosada apenas coparticipa el 30 por ciento de su
recaudación, el valor más bajo de los últimos 50 años, violando así la Ley 23548
(art.7), que establece un piso mínimo del 34 por ciento.
Este desconocimiento de la ley ocurre también ahora con la imprevista decisión
de coparticipar con las provincias y municipios apenas el 30% de la recaudación
de los derechos de exportación a la soja. Esta medida procura debilitar la
fuerza del reclamo del interior del país, enfrentando a los gobiernos locales
con los productores, muchos de los cuales soportan serios quebrantos por la
caída en el precio internacional de los productos agrícolas.
Hace quince años que estamos incumpliendo el mandato constitucional. Llegó la
hora de que las fuerzas políticas acuerden cumplirlo y construir una nación
federal. Esta será la contribución de la protesta agraria. Pero, mientras tanto,
no violemos la ley vigente.
Alieto Guadagni es economista graduado en la Universidad de Buenos Aires, con estudios de postgrado en la Universidad de Chile y doctorado en la Universidad de California (Berkeley).


