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El camino de la ruta 8 es una eterna llanura peinada por sembrados, tranqueras, postes, y el horizonte siempre presente. Una sensación de agotamiento de verdes. Cada tanto, se alza algún objeto voluminoso, como una casa, parrillas o cilindros de los elevadores de granos. Y los carteles publicitarios, con un mensaje también uniforme: fertilizantes, cereales, centros de recuperación equina, cosechadoras, molinos, acopio. Una fiesta de propaganda gringa. Por el kilómetro 200, en Pergamino, se siente la realidad que los avisos anticipaban: "Los pueblos del interior laten al ritmo de la actividad agropecuaria", clarifica el productor Carlos Deniau.

Los 25 hombres que comparten la Asamblea Multisectorial, refuerzan la idea: "Si al chacarero le va bien, nos va bien a todos", dice Eddo Pascot, de la Cámara de Comercio. Y el camionero Pedro Avilés levanta la mano: "Estamos atados al campo". Tierra adentro, la pampa es el imperio gringo. Una rueda que rueda al son de la soja, el maíz y el girasol. Por eso, a las protestas de los agricultores se sumaron muchos más. Camioneros, comerciantes, industriales y textiles, también van a las rutas y crean espacios informales de manifestación en diferentes lugares, como esta Asamblea.

En este punto del país, como en los demás que contienen a las 8 millones de personas que viven gracias al campo, la historia ahora ya se divide en antes y después del "11M". "En el interior, el 11 marzo de 2008 empieza un nuevo proceso", corrobora Roberto Campi, presidente de la Sociedad Rural. Arturo Freggiaro, secretario de la Producción de Pergamino, lo apoya con estadísticas: "El tercer trimestre de 2008, la actividad industrial disminuyó un 9%. Y sigue bajando. Estamos a un paso de la recesión".

Antes, el problema era conseguir mano de obra calificada. Ahora, lo difícil es que la gente tenga trabajo: "Nos encontramos con una reducción muy importante en el funcionamiento de todas las empresas".

La descripción de Pascot concuerda con la de la de los demás presentes. Y pone en evidencia una realidad que excede los límites de Pergamino: el problema del campo, en gran parte de las zonas donde sienten que "el Estado Nacional aporta poco y se lleva mucho", es el problema de todos. Pararlo "es como cerrar Siderar en San Nicolás", grafica Deniau. Es, en definitiva, "la expresión de un interior que se siente desfavorecido", según el productor Carlos Bunge.

La preocupación lleva a todos a sostener la promesa de resistir por el tiempo que haga falta: "Somos seguidores como perro e sulky", jura un productor. La frase es aclamada. La fiesta ahora parece rebelión. De los gringos, claro.