El eje Rosario-Córdoba irradia con una fuerza creciente, acompañado por las provincias aledañas, que comparten la vocación agroindustrial del interior profundo.
Ahí está el epicentro de la Segunda Revolución de las Pampas, creadora de enormes ventajas competitivas a fuerza de tecnología e inversión.
La crisis global no hará otra cosa que profundizar el fenomenal cambio estructural que ha venido registrando la geografía productiva argentina.
Los abanderados de esta causa, la soja, el maíz, el trigo, se han despegado de los índices financieros y vuelven a mostrarse en alza.
Hoy, con un quintal de soja, se puede comprar tres veces más petróleo que hace solamente seis meses.
Cuando cuatro años atrás la Fundación Producir Conservando dio a conocer el trabajo de Juan Llach sobre la composición del empleo por sectores, el campo y la agroindustria ya representaban el 40% de la mano de obra nacional.
Desde entonces, el PBI agropecuario se expandió un 30% más, y por encima de los demás sectores industriales.
Otros trabajos demostraban que también aportaba el 45% de los ingresos fiscales, además de seguir creciendo su participación en las exportaciones: los Productos Primarios y las Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA) lograron superar el 60% en el 2008.
Y a ello habría que sumar otros rubros que figuran como Manufacturas de Origen Industrial (MOI), pero que pertenecen a la cadena agroindustrial, como los agroquímicos, los fertilizantes y el biodiésel.
En este último caso, ya con embarques por más de 1.000 millones de dólares en su primer año de vida.
Decenas de fábricas de maquinaria agrícola. Miles y miles de camiones dedicados exclusivamente al transporte de productos del campo. Las bolsas para silo ya constituyen la mayor demanda interna de polietileno producido en el país con gas propio y ajeno. El mayor consumo de combustibles viene del campo.
Y la mayor parte se exporta con valor agregado, convertida en aceites vegetales, harinas de alto contenido proteico, y ahora también pollos, o precursores químicos como el ester metílico, con el que se hace el biodiésel.
Todo esto, saliendo por la hidrovía, la obra de dragado más importante de la historia a nivel mundial, una epopeya que pocos conocen y rescatan.
Se trata de una obra realizada por el capital privado, donde el Estado lo único que tuvo que hacer fue facilitar las autorizaciones, además de defaultear su compromiso de aporte (50 millones de dólares anuales que nunca puso).
De allí salen granos y co-productos para todo el mundo, que alcanzaron la cifra de 23.000 millones de dólares el año pasado. Un 20% más que en el 2007. Y todavía queda mucho hilo en el carretel, por las demoras en los embarques.
Esta nueva Argentina tuvo su bautismo de fuego político en el 2008, cuando los del campo le pusieron la mano en el pecho a un gobierno que viene de las antípodas.
Fue la primera expresión del nuevo poder económico del interior. El "soy power" (el poder de la soja) hizo sonar su despertador. Y ahora, cuando despunta el 2009, aparecen indicios de que cada vez tallará más fuerte en la gran escena política nacional.
El lanzamiento de Carlos Reutemann como presidenciable para el 2011 se inscribe en esta saga.
Se suma a la candidatura obvia de Felipe Solá. Ambos crecieron de la mano de su postura a favor del campo en el conflicto por las retenciones móviles, que cambió la historia nacional.
Pero vienen con antecedentes muy fuertes de vinculación objetiva con el sector.
Reutemann es productor desde siempre. Visitante infaltable de las grandes exposiciones, siempre, desde el llano o como gobernador, se mostró genuinamente interesado por los avances tecnológicos.
Además, el senador y ex gobernador de Santa Fe fue un gran facilitador para la consolidación del polo agroindustrial del Gran Rosario, la industria lechera santafesina y el poderoso cluster de maquinaria agrícola de su provincia.
Felipe Solá fue casi diez años secretario de Agricultura, y su gran pergamino fue la autorización de la soja RR en 1996.
La cosecha pasó de 15 a 50 millones de toneladas en apenas una década. Sólo en el último año, la diferencia representó 15.000 millones de dólares.
Pero tendrán que pelear. Por ejemplo con el ex gobernador salteño Roberto Romero y el puntano Alberto Rodríguez Saá. Ambos se muestran definitivamente convencidos del destino agroindustrial de sus provincias.
La propia Elisa Carrió y la Coalición Cívica, se encuentran consustanciadas con el sector. La Comisión de Agricultura de Diputados tiene un vicepresidente (Christian Gribaudo) que pertenece al Pro.
En la diversidad, hallan puntos coincidentes en el apoyo al campo y a la agroindustria, como creadores de riqueza y de puestos de trabajo genuinos.
Sí, hay un nuevo país, y ahora se está expresando, más allá de la protesta.
Era hora.


