Diálogos de fin de año. Eduardo Duhalde lo llamó a Alberto Fernández. El ex
jefe de Gabinete de Néstor Kirchner tuvo una amable conversación con Roberto
Lavagna. El ex ministro de Economía cambió impresiones con Felipe Solá. Duhalde
rastreó a Carlos Reutemann, pero no lo pudo encontrar.
¿La llegada de un año difícil tendió un manto de bondad sobre esos hombres?
¿Prevaleció entre ellos sólo el deseo de una suerte mejor? Algo de eso pudo
existir en esos diálogos aunque el impulso verdadero se habría originado en otra
razón: el peronismo empieza a estar inquieto por el tiempo electoral; el
peronismo sigue inquieto por el rumbo del gobierno de Cristina y de Kirchner.
Aquellas fueron apenas una muestra del sartal de tertulias que suceden
cotidianamente en el partido oficial. Aquellos mismos actores protagonizaron,
incluso, otros diálogos impensados tiempo atrás por los cuales clamaron
discreción. Tal vez el síntoma más llamativo de la agitada vida subterránea
peronista haya sido la irrupción de Reutemann. Aun con prudencia extrema -no
conoce otro estilo- el ex gobernador de Santa Fe se anotó temprano para la
competencia presidencial. La voracidad nunca ha sido su signo, pero el vacío que
vislumbraría en el PJ lo habría inducido a decir lo que dijo.
Tampoco hizo todo de un solo salto. Reutemann estuvo un tiempo en la
clandestinidad luego de que concluyera el conflicto con el campo durante el cual
resistió en la trinchera contraria al Gobierno. Pero hace semanas empezó a
tallar de nuevo en la política de Santa Fe. Tuvo cruces levemente ásperos con
Hermes Binner. Fue más áspero cuando hizo el balance del primer año de gestión
del jefe socialista. En el Senado votó en contra de algunas de las muchas
medidas económicas enviadas por Cristina. Se opuso al blanqueo de capitales.
El senador respeta a Kirchner, pero es uno de los pocos dirigentes que le
dice al ex presidente lo que piensa. Le agrade o no. Kirchner lo atiende y lo
entiende porque el ex gobernador habla poco, claro y sencillito. La última vez
que se vieron le espetó que el campo está ahora peor que cuando concluyó el
conflicto. Se encargó de subrayar entonces que no había entrado en ninguna
transa con el ex presidente.
Así fue. Ahora no sólo lanzó la posibilidad de su candidatura presidencial.
Le notificó a Kirchner, además, que preferiría no compartir con Agustín Rossi,
el jefe del bloque de diputados del PJ, las listas para las legislativas de
octubre. Para el ex presidente significaría una encerrona. Sabe que sin una
alianza con Reutemann las chances de una elección digna en Santa Fe serían
remotas. Santa Fe es la única esperanza entre los distritos grandes que
conservan los Kirchner. Capital, Córdoba y Mendoza enfilan hacia un desastre.
Buenos Aires forma parte de otra historia. Pero Kirchner y Cristina tienen
también una deuda con Rossi. El jefe del bloque fue hombre clave para que el
Gobierno consiguiera en Diputados la aprobación de todas las leyes -algunas con
significativa cantidad de votos- remitidas desde que cesó el fuego con el campo.
Diputados resultó un envión para el Senado. Esa realidad permitió al Gobierno
exhibirse recuperado en su capacidad de gestión, aunque distanciado de la
simpatía popular.
¿Tiene Reutemann para su hipotético proyecto algún sostén mayor que la buena
ponderación que conserva en su provincia? No tiene más que eso pero de a poco
aglutina voluntades que en algún momento coquetearon con los Kirchner. Es el
caso del intendente de Rafaela, Omar Perotti, desencantado con el matrimonio
porque la pelea con el campo desbarajustó su administración. Reutemann, aparte,
desconfía de los bocetos que se ven en el peronismo. En especial del desordenado
rejunte de Duhalde. "Eso es prekirchnerismo. Yo apuesto al poskirchnerismo", se
le escucha repetir. Por ese motivo continúa basculando dentro de la geografía
oficial.
Su punto de partida es débil aunque no es mas débil que el de sus posibles
competidores. La fortaleza de Solá es también su buena imagen pero su tiempo de
rebeldía, desde que partió del kirchnerismo, desnuda serias dificultades para un
armado alternativo. A Daniel Scioli aún lo acompaña un ángel porque pese a los
graves problemas en Buenos Aires su imagen no se derrumba. Ha caído pero
continúa en niveles aceptables (46%). Hay en el peronismo quienes aconsejan no
perder de vista a gobernadores menos renombrados. Sería el caso de José Luis
Gioja, de San Juan. Gioja no posee todavía envergadura nacional, aunque para la
última batalla falta mucho. Con esas cartas, no muchas más, cuenta el PJ para el
2011.
Kirchner no se siente rendido. Nadie sabe cómo se siente Cristina. El ex
presidente analiza del derecho y del revés un trabajo que hace pocas semanas le
alcanzó la consultora Analogías. ¿Qué dice ese trabajo? Que el 31,9% de los
argentinos estaría dispuesto a votar en octubre a alguna opción peronista. Casi
por mitades, las preferencias se dividen entre el kirchnerismo y alguna nueva
corriente que surja en el PJ. La clave radicaría entonces en la necesidad de
coagular esa sangría.
La Coalición Cívica y los radicales tendrían garantizado ya el 21% de los
votos. Para todos, oficialistas y opositores, el gran enigma radica en este
dato: el 44,5% de los consultados no tiene la menor idea acerca de a quién
podría apoyar en octubre. Kirchner piensa seguir especulando con su candidatura
en Buenos Aires. Especulará hasta que la ley se lo permita. Supone que sería un
mensaje de contención hacia el interior peronista y una señal que sembraría
dudas constantes en la oposición. Con Kirchner en la arena electoral la
oposición debería aprestarse quizá para una campaña encarnizada. Pero la
oposición también sabe lo que pasa: no hay ahora encuestas favorables para la
aventura de Kirchner en territorio bonaerense.
El plan de contingencia electoral existe como, al anochecer, existió también
aquel para enfrentar los efectos de la crisis financiera y económica
internacional. Los índices kirchneristas le apuntan a Sergio Massa, pero su
figura reúne pros y contras. El jefe de Gabinete posee buena imagen provincial,
pero ha tenido en pocos años mucho ajetreo público. También fue titular de la
ANSeS e intendente de Tigre, donde goza de licencia.
El mirador oficial, por las dudas, divisa a otras figuras. ¿Graciela Ocaña?
La ministra de Salud le daría a la oferta kirchnerista una mayor sensación de
apertura. Ocurre sin embargo que la mujer no ha sabido granjearse muchas
amistades en el peronismo bonaerense.
Tampoco los nombres de Massa y Ocaña tendrían que ser excluyentes. ¿Uno en la
lista de diputados y el otro en la de senador? No hay ahora fórmula que no sea
examinada en el laboratorio matrimonial. Si Massa y Ocaña llegaran a ser
candidatos, tal vez después de marzo deberían abandonar sus lugares en el
Gabinete. Pero ese capítulo no está cercano. Algunas heridas en el equipo
oficial empezaron a suturarse. Quizás el espíritu de las fiestas hizo que Julio
De Vido y Débora Giorgi dejaran ciertas diferencias de lado. La ministra de la
Producción se siente protegida por Cristina. La re lación es, en cambio, menos
distendida con Guillermo Moreno.
El secretario de Comercio despierta más prevenciones de las que trascienden.
El nuevo titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, se ha preocupado por aclarar que
sólo lo une a Moreno su lealtad con Kirchner. Pero que su visión de la política,
y de los modos de la política, es diferente a la del duro secretario. Proceden
también de escuelas diferentes: Echegaray dice haberse perfeccionado en temas
económicos y fiscales en el exterior y no reniega de una pasada militancia
juvenil en la UCeDé.
En esos tiempos cosechó amistades que también ahora se están encaramando:
Emilio Eyras es la persona que Echegaray dejó en el ONCCA para manejar una parte
de la relación con el campo. Es de su confianza absoluta y fue también en sus
años juveniles militante ucedeísta. Esa coincidencia quizás alimente los
argumentos de Miguel Bonasso y de Pino Solanas para emigrar del territorio
oficial, espantados por la supuesta derechización del kirchnerismo.
Moreno encarna, por lo visto, la versión más anacrónica del peronismo. Hay
otro peronismo que está tanteando el futuro y que observa con deseo el trono que
todavía atesora Kirchner.


