Más concentración del poder, más personalismo, más monólogos. Menos
pluralismo y menos diálogo. En una palabra, más kirchnerismo. Parece ser ésa la
receta para enfrentar los difíciles desafíos con que arranca 2009.
La ultrakirchnerización del Gobierno, puesta de manifiesto en estos días con
el reemplazo de Claudio Moroni por Ricardo Echegaray al frente de la AFIP,
apunta en una única dirección: garantizar una administración centralizada y
discrecional de la masa de recursos derivada de la reforma jubilatoria y,
eventualmente, del blanqueo de capitales.
Pero, al mismo tiempo, da cuenta de una delicada situación, caracterizada por
una presidenta que parece cada vez más dependiente de las directivas de su
esposo, quien a su vez confía cada vez en menos colaboradores. Moroni había
llegado al Gobierno de la mano del ex jefe de Gabinete Alberto Fernández;
Echegaray, más allá de sus títulos, es conocido de Néstor Kirchner desde que
dirigía la Aduana en Río Gallegos.
El peligro de esta kirchneridad al palo, estilo detrás del cual no hay un
proyecto de país, sino tan sólo un proyecto para no perder un centímetro de
poder, es su autofagocitación. Cuando una estructura de poder se plantea devorar
todo lo que está a su alrededor para sostener el protagonismo de una figura
política, tarde o temprano, la prosecución de ese proceso conduce al
aislamiento, a la nada.
En diciembre de 2007, al asumir la presidencia Cristina Fernández de Kirchner,
había dos soles en la constelación de poder K. No estaba definido, por entonces,
alrededor de cuál de ellos se moverían los planetas y satélites. En los últimos
tiempos, ese dilema astronómico quedó develado: en octubre de 2007, no hubo una
elección, sino una reelección encubierta. El único rey sol sigue siendo Néstor
Kirchner.
No faltarán quienes, como el jefe de Gabinete, Sergio Massa, intentarán
explicar que quien gobierna es la jefa del Estado y que su marido es sólo el
presidente del partido gobernante. O que existe una división de tareas propia de
una sociedad política, en la que uno se ocupa de los mensajes de barricada y la
otra se reserva los grandes anuncios, como los planes para comprar heladeras. Lo
cierto es que, a los ojos de la opinión pública, aquellos discursos de choque
son más impactantes que cualquier decisión que anuncie la primera mandataria. Y
casi no hay analista que no considere que Cristina Kirchner se ha ido
convirtiendo en una figura subsidiaria respecto de su esposo.
Tanta exposición pública, combinada con un carácter irascible, le produjo a
Néstor Kirchner un lógico desgaste que, en forma simultánea, terminó debilitando
a la Presidenta.
Matrimonio y patrimonio
Ese proceso alcanzó su clímax durante el conflicto con el campo. El ex
presidente fue el artífice de la estrategia de confrontación y, por ende, el
responsable de la fuerte caída de la imagen positiva del Gobierno. Fue el
mariscal de la derrota, pero no sólo no recibió castigo alguno, sino que, a
partir de entonces, ejerció cada vez mayor influencia en las decisiones
gubernamentales. Pone y saca funcionarios, llama por teléfono a algunos
integrantes del gabinete tanto o más que la propia Presidenta y digita los
tiempos de cualquier anuncio relevante que hará su esposa.
No hay en la historia política reciente ejemplos como para comparar la
relación de poder entre Néstor y Cristina Kirchner, en función de su curioso
parentesco. Hasta podría ser más útil recurrir al psicoanálisis que al análisis
político.
De acuerdo con la teoría sexual infantil, los niños creen que ambos sexos
tienen órgano sexual masculino por igual. Llega un momento en que la niña
advierte que no lo tiene y su principal deseo es tenerlo. Al mismo tiempo, el
varoncito concluye que la niña lo ha perdido y comienza a temer que a él le
ocurra lo mismo.
Según reconocidos médicos psicoanalistas, esa situación explica muchos
caracteres masculinos y femeninos corrientes. Así, el hombre se pasa la vida
luchando por el patrimonio y la mujer, defendiendo el matrimonio , con lo cual
generalmente logra el control del dinero del marido. En otros términos, el
hombre se pasa la vida tratando de conservar -y temiendo perder- lo que tiene,
mientras que la mujer tratará de apropiarse de aquello que no tiene y pretende
tener. Esa entelequia, representada por el órgano sexual masculino o falo, puede
estar dada por dinero, joyas o, también, por el poder.
Este análisis puede ayudar a entender la conducta de Néstor Kirchner, de
aferrarse al poder que tuvo y tiene, pero teme perder. No alcanza, en cambio,
para comprender la actitud de su esposa, la Presidenta, que hasta ahora no ha
seguido el ejemplo de su marido, quien al llegar a la Casa Rosada, en 2003, lo
primero que hizo fue deshacerse de su mentor, Eduardo Duhalde.
La largada de Reutemann
Un síntoma de la debilidad del kirchnerismo apareció en los últimos días, con
el virtual lanzamiento de Carlos Alberto Reutemann como postulante presidencial.
Es la primera vez, desde la reapertura democrática de 1983, que un candidato con
chances serias en el partido oficialista no es anunciado desde el poder
gobernante.
Reutemann sintetiza, por sus dotes personales, casi todo lo contrario de lo
que expresa Néstor Kirchner. Es moderado, tolerante, paciente y, al margen de
cierto espíritu ermitaño, afín al diálogo y a la búsqueda de consensos.
Productor agropecuario con sólidos contactos con las entidades rurales,
Reutemann aparece, al igual que Julio Cobos, como una de las figuras que podrían
representar al sector que más dolores de cabeza les dio a los Kirchner. Y su
candidatura surge justo en momentos en que crecen las versiones de que, desde la
AFIP, se perseguirá al campo.
Allegados a Echegaray desmienten esas conjeturas. Pero no dejan de lanzar
severas advertencias: Si el 70 por ciento del campo está en situación irregular,
no es el Gobierno el que va contra el campo, sino esos productores agropecuarios
los que van contra la sociedad . Y agregan: Mientras ellos cumplan con las
responsabilidades que tiene cualquier ciudadano, nadie irá por ellos.
Claro que la mayor responsabilidad inmediata del nuevo titular del organismo
recaudador pasará por la reglamentación de la ley de blanqueo de capitales, que
deberá terminar en menos de veinte días. Sus voceros aseguran que blanquear
capitales de origen espurio no va a ser gratuito y que la ley no terminará
siendo un viva la Pepa. Sin embargo, existe la sospecha de que el deseo del
Poder Ejecutivo es que la reglamentación no entorpezca la llegada de capitales
al país, sin importar su origen.
Lo cierto es que, con la designación de Echegaray en la AFIP, queda
demostrado que los Kirchner quieren más halcones al estilo de Guillermo Moreno y
menos palomas , como se consideraba a Alberto Fernández o, mucho antes, a
Roberto Lavagna, a quien Kirchner le cuestionaba que no fuera lo suficientemente
duro con los formadores de precios.
La pole position de Reutemann frente a 2011 no es la mejor noticia para
Kirchner. Ya no sólo están Carlos Menem o Adolfo Rodríguez Saá como potenciales
recolectores de resentidos del peronismo con la fracción gobernante.
El afán de protagonismo llevará a Kirchner a meditar sobre la posibilidad de
ser candidato a un cargo electivo por la provincia de Buenos Aires, algo que
podría ubicarlo incluso como la segunda figura sucesoria, detrás de Cobos.
Sin embargo, los riesgos de esa maniobra no son menores. Si hoy el
kirchnerismo, con una oposición dividida, tiene muchas probabilidades de ganar
en el distrito bonaerense con poco más del 30 por ciento de los votos, una
candidatura de Kirchner podría unificar a buena parte de los partidos opositores
y complicar la victoria oficialista.
Por otro lado, un modelo que debe plebiscitarse cada dos años es un modelo
que no se ha consolidado y, por ende, exhibe su debilidad.
Pero si la candidatura de Reutemann puede inquietar al kirchnerismo, también
debería preocupar a los dirigentes de la oposición, obligados desde ahora a
empezar a quererse un poco más .


