El año 2008 difícilmente será olvidado por el sector agropecuario en la Argentina, ya que se inició dentro de un contexto internacional extremadamente favorable, aunque luego se iba a demostrar que sus bases no eran demasiado sólidas.
Si bien han existido diferencias en los comportamientos de los distintos productos, podemos tomar a la soja como representativa del sector ya que fue el centro del conflicto entre el Gobierno y el campo, aunque haremos luego alguna referencia a productos claves en la economía agropecuaria argentina que sufrieron tanto las caídas externas como los desatinos de las políticas internas.
En Marzo del 2008 la suba de precios internacionales parecía no tener fin y ello llevó al Gobierno argentino, por medio del hoy ex ministro Losteau, a poner en vigencia la Resolución 125, sin medir sus consecuencias.
Esta Resolución, aunque se intentó disfrazar sus objetivos, era simplemente apropiarse de la rentabilidad del sector agropecuario que, en gran parte, se debía al contexto internacional para engrosar las finanzas públicas y continuar con la desmedida expansión del gasto público que parecía ser en ese momento uno de los motores de la economía.
Todos conocemos el final de la historia que llevó al Gobierno a una de sus derrotas más duras y el levantamiento del paro agropecuario que hizo que durante 120 días no se comercializaran granos, se perdieran las condiciones favorables de los mercados internacionales y llevaran a que en el mes de Diciembre, aún existan más de 10 millones de toneladas de soja de la campaña 2007/08 sin vender.
Sin embargo, los mercados internacionales de granos y oleaginosas iban a continuar con su tendencia alcista hasta el mes de Julio, en que la soja en Chicago llegó a los 600 dólares la tonelada, que para el productor argentino retenciones mediante, iban a significar solamente u$s 318 dólares por tonelada, que de cualquier manera aseguraban una importante rentabilidad.
Las bases de este crecimiento en el precio de las commodities se basaba en los siguientes fundamentos: gran liquidez en todos los mercados y vigencia de la burbuja financiera, debilidad del dólar, incremento en el precio del petróleo, crecimiento en la demanda de cereales y oleaginosas para su utilización en la producción de biocombustibles, crecimiento económico mundial sostenido, China e India como motores de la demanda de materias primas.
Bruscamente todos esos factores se dieron vuelta y la crisis en los mercados financieros, la caída en el precio del petróleo, las perspectivas sombrías de la economía mundial impactaron severamente en los mercados de commodities y, en particular, en el Chicago Board of Trade que es la referencia para los precios de nuestros principales productos de exportación (soja, trigo, maíz).
Es así como la gran mayoría de estos productos bajaron al 50% de los valores que habían tenido en los picos del mes de Julio y obviamente ello se tradujo en los ingresos de los productores argentinos que vieron recortada su rentabilidad en los dos frentes: La caída de precios de sus productos y el incremento en los precios de los insumos.
Así, en el curso de pocos meses, se pasó de un escenario optimista a un escenario opuesto por al cambio internacional, pero agravado por las políticas internas que nuevamente aplicaban fórmulas que nunca dieron resultados y que se basan en la transferencia de ingresos del sector agropecuario al Gobierno bajo el pretexto de una redistribución de ingresos para favorecer a los sectores de menores recursos.
Si bien la crisis fue internacional, el ONCCA se encargó de distorsionar los circuitos comerciales impidiendo el uso de los contratos forwards y de futuros con lo cual los productores argentinos no pudieron programar su comercialización a través del uso de estos instrumentos, lo mismo que los exportadores e industriales vieron totalmente limitado el proceso de cobertura de riesgos.
La situación actual
Los productores agropecuarios en el mundo están esperando que la caída de precios se detenga una vez desinflada la burbuja financiera, esperando el piso en las cotizaciones a partir del cual los mercados buscarán el equilibrio basado en los “fundamentals” de la oferta y la demanda.
Parecería ser que no estamos lejos de ese punto, especialmente a partir del informe del USDA, correspondiente al mes de Diciembre, que ha tenido un impacto aparentemente positivo sobre el mercado de Chicago transferido a los mercados argentinos.
En la Argentina ya se están previendo los impactos de este nuevo orden mundial con la caída de los ingresos esperados por exportaciones para el año próximo, la disminución del superávit en la balanza comercial y el impacto en las cuentas públicas.
La rentabilidad agropecuaria ha sido afectada severamente y se va a dar la paradoja que se va a incrementar la superficie sembrada de soja a pesar de los objetivos del Gobierno de frenar la “sojización”.
La producción de trigo estará en el orden de los 9.5 millones de toneladas, que es un 40 % menor a la campaña anterior, y será la peor de los últimos catorce años, todo ello representará para la economía una caída de u$s 1,100 millones.
Los precios ganaderos se han desplomado luego de haber perdido una oportunidad única en los mercados internacionales y de haber dejado de ser proveedores confiables frente a nuestros clientes, que ya nos han reemplazado y que será muy difícil volver a recuperar.
Síntesis
Sin dudas estamos ante un nuevo escenario a partir del cual habría que redefinir todas las estrategias a nivel microeconómico empresarial y el Gobierno deberá tomar nota de esta situación, para de una vez por todas diseñar políticas de mediano y largo plazo para el sector en general y cada una de las cadenas en particular.
Para ello deberá fijar objetivos y metas que sean realistas y desafiantes, diseñar políticas que sean adecuadas para lograr dichos objetivos y que promuevan la producción a través de incentivos a los cuales siempre respondió el sector agropecuario.
Convencerse de que el sector agropecuario es el más competitivo a nivel mundial y fue la base de la recuperación de la economía, a partir de año 2002.
Dejar de lado esa falsa antinomia entre consumo interno y exportación y adoptar políticas similares a países que con políticas adecuadas lograron incrementar la producción, satisfaciendo al mercado interno y generando importantes volúmenes exportables.
Los productores argentinos han demostrado con creces que responden a los estímulos económicos y que invierten en tecnología, maquinarias, etc. con el efecto multiplicador que tiene sobre el resto de la economía, siempre que tengan reglas de juego claras y no se los discrimine frente a otros sectores económicos.
No es la primera crisis que el sector agropecuario debe enfrentar y siempre ha salido fortalecido de las mismas apelando al ingenio y la creatividad, pero para ello necesita que el Gobierno comprenda cabalmente la importancia y el aporte del sector agropecuario a la economía argentina


