A nadie ya le sorprende la dimensión de la crisis y tsunami mundial de la
economía de los países desarrollados, a la que no estamos exentos pese a nuestro
indesarrollo. Es difícil aventurar cuánto durará, pero se sabe que es un proceso
largo, traumático y de no fácil resolución.
Pero tampoco se puede ignorar que el mundo necesita alimentos pese a la
crisis.
Esto es inaudito: que no se comprenda que éste es un país con posibilidades
ciertas de convertirse en el verdadero proveedor y supermercado genuino del
planeta.
Primero haber querido omitir la crisis o minimizarla, o lo que es peor, tener
poco oído pensando que el jazz acá no llega, malambo mediante, nos parece una
verdadera impericia.
En ese reloj imaginario donde cada segundo que pasa hay una boca que
alimentar, nuestro país debe jugar un rol preponderante.
Para que ello ocurra es necesario conocer la esencia y posibilidades
concretas que tenemos.
Nos parece que las políticas de agresiones patoteriles hacia los sectores
productivos implementadas para engañar índices y esconder inflación no son los
mecanismos adecuados.
Lo único que no se recupera es el tiempo perdido y por cierto nuestra querida
Argentina tiene un triste record en esta materia.
Consideramos que el campo puede y debe ser el motor del desarrollo de este
gigante dormido.
Sólo pedimos que nos lo dejen hacer.
Venimos de soportar la peor sequía de los últimos cien años o desde que se
tienen registros.
Nunca se habló en la Argentina al especificar el stock bovino de muerte de
hacienda, hoy por este flagelo ya se llegó a la desaparición del millón de
cabezas.
Evidentemente esta es una pérdida terrible, con la consecuente disminución
productiva de los que quedan; pues las vacas con el stress sufrido han
disminuido su capacidad corporal, su estado en las regiones de cría del país es
malo y trae aparejado una disminución en la preñez y posterior destete.
Con esto se quiere demostrar brevemente lo que ocurre biológicamente y lo que
ocurrirá en el 2009/2010.
Pero si nos centráramos a la otra triste realidad que nos toca vivir a los
que todavía apostamos a la presencia de la vaca en el campo argentino, vemos con
pavura y preocupación el profundo desconocimiento que hay por parte de quienes
gobiernan hacia nuestro sector.
Estas políticas equivocadas de intervención de mercados, quitando
transparencia, agrediendo la oferta y condicionando la demanda, acompañada de
absurdos como suspensión de exportaciones y posterior cuotificación en cuenta
gotas de las mismas, están llevando al productor al quebranto y a un
desconcierto tal, que es peor que la sequía mencionada anteriormente.
Tampoco debemos olvidar las abusivas retenciones a las exportaciones y a la
digitalización de la economía.
Esa falta de previsibilidad no sólo colma la capacidad de asombro de nuestro
hombre de campo sino que lo impulsa a no continuar con la actividad.
Es cada vez mayor el porcentaje de faena de hembras, esas verdaderas fábricas
y usinas de proteínas se están destruyendo por falta de políticas justas y
claras.
Está desapareciendo la cultura del trabajo y oficios en el campo en la
ganadería por culpa de las agresiones y sin razones que recibe a diario nuestro
sector, llevando consigo a la taperización (casas abandonadas) de los campos.
Se van las vacas, se van las familias, se achican los pueblos, se agrandan
los conos urbanos y avanza la desocupación e inseguridad.
Mucho se ha restado, es hora de sumar y poner en funcionamiento al aparato
productivo.
Para ello proponemos que acabe la intolerancia, el patoterismo y prive la
armonía y confraternidad. Sólo así se avanzará y crecerá.
No olvidemos que este crecimiento debe ser continuado, con esfuerzo, con
humildad, sin dádivas, sólo así se llegará al desarrollo y podremos cumplir
nuestro rol de ser productores de alimentos para nuestro país y el mundo.
Las crisis pasaron, pasan y seguramente volverán, pero la única manera de
estar a la altura de las circunstancias, para sobrellevarlas, es no olvidar ni
desconocer los roles.
Y no tengan dudas, el nuestro es el campo. Estar contra éste es no comprender
la historia y geografía del país.
Sólo pedimos diálogo profundo, sincero y con conocimiento, elementos
fundamentales para el ansiado despegue del sector agropecuario y de todo el
país.
Que el 2009 nos encuentre ante esa posibilidad y que el recuerdo del 2008 lo
tengamos presente para que no vuelva a suceder.


