Esta semana, la primera mandataria blanqueó el verdadero propósito de que los fondos de las AFJP pasaran a ser administrados por el Estado. Fue cuando admitió que la situación internacional había obligado al Gobierno a "replantearse el tema del financiamiento de las obras públicas".
Como la Argentina no cuenta con financiamiento del exterior y no está dispuesta a reconciliarse con el Fondo Monetario Internacional, y como las obras públicas no son hoy atractivas para inversores del sector privado, temerosos de que el Gobierno les cambie las reglas de juego a mitad del camino, no le queda al Poder Ejecutivo otra alternativa más que recurrir a los ahorros de los futuros jubilados para financiar emprendimientos como el soterramiento del ferrocarril Sarmiento.
Pero como, además, hay que fomentar el consumo y la producción en tiempos de vacas flacas, también se recurrirá a los fondos jubilatorios. La Anses, convertida en una suerte de Banco Nacional de Desarrollo, prestará esos recursos al 11 por ciento anual para que algunos puedan cambiar el auto o comprar electrodomésticos. Hubiera sido mejor negocio para los aportantes al sistema previsional que esos fondos fueran renovados en plazos fijos bancarios que pagaban una tasa del 20 por ciento. Pero eso no encaja en la particular manera kirchnerista de "proteger" los ahorros jubilatorios.
Palabras más, palabras menos, es así como debe entenderse este sinceramiento de Cristina Kirchner al justificar el uso de recursos de la Anses para financiar obras públicas y consumo.
El "manotazo" a los fondos manejados por las AFJP y la ley de blanqueo de capitales son dos indicadores de un gobierno desesperado por la caja. La famosa teoría del desacople, que la propia Presidenta defendió hasta hace pocos meses, sólo le funcionó hasta que, como ella misma dijo, "apareció el mundo" y, con él, el fantasma de la recesión. El más temido por los Kirchner, acostumbrados a gobernar con tasas de crecimiento del 8 por ciento anual.
Sin pausa, el Gobierno trabaja en la reestructuración de parte de la deuda. Es que el dinero no alcanza, ni siquiera con la ayuda de la Anses.
Para el ex ministro Roberto Lavagna, la capacidad del Estado de honrar sus compromisos será marcada por la evolución de la fuga de capitales, que pasó de 2900 millones de dólares en 2006 hasta no menos de 16.500 millones en 2008.
El economista Agustín Monteverde proyecta recortes adicionales del 25 por ciento en el precio internacional de la soja, actualmente en 330 dólares la tonelada, que afectarían aún más las cuentas fiscales.
¿Cómo gobernarán los Kirchner sin el combustible que alimentó la máquina de subsidios y mantuvo alineados a gobernadores, intendentes y piqueteros, que poco a poco advertirán, como el niño de un célebre cuento, que el rey está desnudo? Es ése el gran interrogante de 2009.


