El derrumbe del Merval, el riesgo país en niveles de default tras la pulverización de los precios de los bonos argentinos y hasta el impacto sobre la Bolsa madrileña indican que la Argentina acaba de hacer un aporte extra a la incertidumbre que ha creado la crisis financiera global.
Nadie en el gobierno kirchnerista calibró el efecto que podía tener sobre el mercado de capitales el sor-presivo anuncio de confiscar los ahorros de los futuros jubilados, administrados por las AFJP. Y aunque no es para nada descartable que la Casa Rosada apele a sus infaltables teorías conspirativas, la moraleja es clara: no se puede despejar la incertidumbre financiera aportando más incertidumbre.
Quizás hasta resulte secundario que un proyecto de esta gravedad e implicancias haya sido presentado en clima mitad festivo, mitad gesta épica, que suele acompañar a estos anuncios. Muchos errores suelen ser festejados en el camino de ida, porque otros gobiernos deben ocuparse después de hacerse cargo de sus consecuencias.
La clave, sin embargo, es que la Argentina transmitió la señal de que precisa caja fiscal para atender sus necesidades para 2009 y que el gobierno de Cristina Kirchner está dispuesto a tomar cualquier medida para hacerse de recursos. La estatización de los fondos de las AFJP es una forma rápida de obtener ingresos sin tener que aumentar impuestos ni recortar gastos en un año electoral. El fin es evitar un futuro e improbable default; pero eso no justifica cualquier medio.
Los mercados tomaron nota de estas señales con la misma velocidad con que suelen moverse. No reparan demasiado en los detalles. En España, los activos de empresas que operan en la Argentina pasaron a ser más riesgosos de la noche a la mañana. Hay una historia reciente de inseguridad jurídica y de estatizaciones, a la que ahora se suman las AFJP y la inminente expropiación de Aerolíneas Argentinas. ¿Quién asegura que estas sean las últimas sorpresas?, razonan.
Aunque el probable final de la jubilación privada haya sido presentada en tono político, lo concreto es que significa un durísimo golpe para el reducido mercado local de capitales. Si obtener financiación de largo plazo ya era una misión imposible para empresas privadas e inversiones públicas, ahora será aún más difícil. Para colmo, hasta la ?ayuda? judicial que recibió el Gobierno, con la suspensión de operaciones de las AFJP en la Bolsa, le quitó al mercado de capitales su principal actor, en el que canalizaba el 30% de sus fondos.
El histórico derrumbe del Merval refleja algo más que un estado de ánimo. Y entraña el riesgo de contagio sobre el mercado cambiario, donde el dólar ha vuelto a ser refugio para la incertidumbre. ¿Alguien previó cómo manejar la transición hasta que el proyecto salga del Congreso? ¿Es un aliciente para que los inversores institucionales canjeen sus préstamos garantizados que el Estado se apropie de los bonos colocados a las AFJP?
Desde una perspectiva macroeconómica, el traspaso al Estado del flujo mensual ?y también el stock acumulado- de los aportes de casi 4 millones de afiliados al sistema privado es una forma implícita de proclamar la teoría de ?vivir con lo nuestro? para 2009. Esto dispara otra pregunta: ¿alcanza? La respuesta en términos numéricos es imposible hoy porque, en medio de la crisis global, depende de factores encadenados que la Argentina no maneja. El principal es la baja del precio de la soja, que reduce el superávit fiscal y también el superávit comercial, que a su vez resulta determinante para el excedente de divisas y el tipo de cambio.
Sin respuestas
Tampoco pueden obtenerse respuestas para las expectativas: hay un ministro de Economía formal (Carlos Fernández), que no habla públicamente de estos temas, lo mismo que otro virtual en las sombras (Néstor Kirchner), que actúa hiperactivamente, aunque con la mira puesta en las elecciones de 2009. Ahora que la crisis externa y el derrumbe de los títulos argentinos diluyeron el anunciado ingreso de fondos frescos de los bancos que armaron la propuesta de canje, es indispensable que el Gobierno muestre sus hipótesis para el año próximo, con y sin fondos de las AFJP.
Tal vez sea mucho pedir, porque el anuncio de estatización de las jubilaciones privadas entraña un caso de falsedad ideológica. Y no sólo porque dice rescatar a futuros jubilados que no pidieron ser rescatados. Con reabrir la opción de vuelta al sistema de reparto que estuvo vigente hasta fines de 2007 habría sido suficiente.
Tampoco es válido el argumento de que los aportes sufrieron pérdidas en los últimos meses de crisis financiera, dentro de un horizonte de ahorro de 30 años. Y porque buena parte de esas pérdidas derivan de la acción del propio Gobierno, que manipuló deliberadamente la cláusula de ajuste (por CER) de los bonos argentinos, a pesar de lo cual permitió que las AFJP los contabilicen a su valor de emisión.
Con regular las comisiones en función de las ganancias o pérdidas de su cartera de inversiones, habría hecho una reforma estructural mucho más profunda y menos conflictiva que la anunciada y sin el tendal de juicios que ahora se avecina.


