Casi sin anestesia, es decir, sin manifestaciones contundentes que ayudaran a crear un clima previo en la ciudadanía, comenzará un nuevo capítulo de la pelea entre el Gobierno y el campo. Sin duda será una verdadera sorpresa para aquellos que creyeron que el voto no afirmativo de Julio Cobos enterraba, al menos por este año, la controversia que mantuvo en vilo al país.
Al campo razones no le faltan, pero es cuestionable la oportunidad en la que evidentemente no se tomó en cuenta el delicado momento que vive la economía mundial y de la que nadie está ajeno. En este sentido, el Gobierno también es responsable por no haber abierto ni una mínima instancia creíble como para detener la decisión tomada ayer.
En cuanto a las razones del campo se reclama una larga lista de problemas irresueltos, anteriores incluso a la irrupción de la resolución 125 sobre las retenciones móviles a la exportación de granos, la famosa gota que rebasó el vaso. La ganadería, la lechería, el trigo y ahora el maíz están al tope de la lista en lo que hace al pedido de políticas que den un mínimo de certidumbre y reglas claras de juego. En pocas palabras, los productores no quieren seguir padeciendo un intervencionismo del Estado pocas veces visto en el país. Los resultados, más allá del desmanejo y los destratos que les prodiga a diario la burocracia -la Secretaría de Comercio, la Onnca y la Aduana incluidas-, son una brutal caída de la producción de estas actividades. La posibilidad de tener que importar carne de Uruguay o de Brasil para dentro de unos pocos años es una vergüenza monumental para el país que al mismo tiempo fue el primer exportador del mundo y les daba de comer a los argentinos cien kilos por año del mejor bife. Otro tanto ocurre con el trigo, que si bien es cierto sufrió de lleno los embates de la seca, muestra un desánimo inédito de los productores por sembrarlo. Un millón menos de hectáreas sembradas con respecto al año pasado y la necesidad de tener que cruzar los dedos para alcanzar los 11 millones de toneladas cuando en la campaña pasada se cosecharon 16 millones pintan a las claras la situación. Las fórmulas que se utilizaron hasta el momento para desacoplar los precios internacionales de los internos y con esto cuidar la mesa de los argentinos representan uno de los mayores fracasos de la política de los Kirchner.
Consecuencias
En el aspecto formal el paro comenzará el próximo viernes, será por seis días y no tendrá ninguna consecuencia para la ciudadanía en el normal abastecimiento de alimentos. "Un paro simbólico", afirman los dirigentes con algo de inocencia. Pero lo cierto es que se pone a rodar una rueda que no es justamente la de la fortuna. Nadie sabe a ciencia cierta cuál será el curso que pueden tomar los acontecimientos. ¿Y si los productores autoconvocados se suben a bloquear las rutas? ¿Y si les contesta la presidenta Cristina Kirchner con una alusión equivocada? ¿Se tropezará dos veces con la misma piedra?
Existe además un agravante: la pelea por la renta de los productores que desataron las retenciones móviles se desarrolló en un ring montado en la azotea de las cotizaciones de los granos. Había algo para repartir. Hoy no se podría decir que el ring está en el sótano, pero se encuentra entre un 30% y un 40% más abajo que los precios de principios de julio.
¿Contarán esta vez con el apoyo de la ciudadanía? Para los dirigentes es la única pregunta que cuenta.


