RAUCH.- "Juntos podemos más", dice Andrés Miquelarena, mientras abre la tranquera de su campo a LA NACION, y alrededor de él piensan lo mismo. No parece haber oportunismo detrás de esas palabras, pero sí una estrategia sobre cómo llevar adelante el negocio de la producción. Es que, en un contexto caracterizado por la competencia por la tierra, el avance de la agricultura sobre la ganadería, los mayores costos en insumos y arrendamientos, pero también marcado por la necesidad de potenciar las empresas, aprovechar oportunidades y buscar por todas partes la eficiencia, Miquelarena parece haber encontrado en el asociativismo una vía para afrontar todos esos desafíos y crecer: él y quienes lo acompañan en el proyecto de siembras compartidas que armó individualmente con otros productores desde una zona tradicionalmente ganadera. "Hoy es muy difícil para un productor encarar solo una importante cantidad de hectáreas. Por eso,

armamos sociedades para sembrar que nos permiten compartir las ganancias o las pérdidas y disminuir los riesgos y costos. Pero así también podemos competir mejor con los grandes pools y negociar con otra escala los insumos", comentó el productor, que maneja el Establecimiento y Cabaña San Manuel con su padre, Carlos, y su hermano, Adrián.

Con una tradición agrícola-ganadera a cuestas en su familia, Miquelarena se lanzó hace cinco años a buscar oportunidades de crecimiento para la empresa, y ahí surgió la iniciativa de potenciar la producción agrícola, pero sin quitarle protagonismo a la actividad pecuaria, comandada por su hermano, Adrián. Igualmente, hoy, de cada cuatro hectáreas que están con agricultura en la empresa, hay una que está ocupando la ganadería. En ese momento, la incipiente suba los alquileres lo convenció de que alguna estrategia había que poner en marcha para poder seguir siendo competitivo en el negocio.

Habló con productores de la zona; los entusiasmó con la idea de las siembras compartidas y entabló con cada uno de ellos diferentes sociedades. Llamativamente, sumó desde pequeños ganaderos que nunca habían hecho una sola hectárea de soja hasta un contratista y algún que otro vendedor de insumos. Mal no le fue con el proyecto: de 150 hectáreas pasó a unas 2000. De paso, abrió una empresa para prestar servicios agropecuarios. Tiene dos cosechadoras equipadas con tecnología de agricultura de precisión y este año va a incursionar en la fertilización variable en la siembra. También ofrece embolsado y transporte. "Buscamos eficientizar todo el sistema", resume.

La empresa siembra en total unas 7000 hectáreas en Rauch, Azul y Tandil, distribuidas en un 30 por ciento por cuenta propia, otro 30 por ciento vía sociedades con dueños de campo y otros productores con diferentes aportes de inversión (desde la tierra hasta los laboreos o insumos). El 40 por ciento restante se hace por administración, es decir, prestándoles el servicio de producción a otros establecimientos.

Miquelarena trabaja con un par de administraciones y con productores de la zona. Algunos de ellos aportan la tierra; otros, los insumos o algún servicio. "No es que entre todos formamos un paquete; hay sociedades parciales con uno u otro productor", aclara. Llegada la cosecha, cada uno se lleva una renta personal en función del porcentaje invertido. De todos modos, hay una reinversión constante, ya sea en arrendamientos o insumos. El 70 por ciento del financiamiento es propio.

Entre los productores relacionados con él aparece Fernando Dumón, un ganadero "enamorado de las vacas" que ante el difícil panorama para la cría vio en la agricultura en sociedad una opción para mantenerse en el negocio. Fue su bautismo con la soja. "Yo soy veterinario, estudié por los animales y venía feliz por la vida con mis vacas (unos 380 vientres), pero se me fueron cerrando los caminos y me comió la realidad con campos que pasaron de 50 a 100 kilos (de carne por hectárea de alquiler). Lamentablemente, he tenido que dejar campos y achicarme", comentó Dumón. "Ante esa situación, comencé a levantar la vista y armé una sociedad con Andrés, trabajando unas 200 hectáreas. Hoy, solo, es más difícil afrontar los diferentes costos", agregó.

Actualmente, la participación de Dumón en la sociedad es a través del aporte de hectáreas, insumos; también se encarga de conversar con los dueños de los campos. Hace la parte de relaciones públicas. "Esta es una salida para un criador al que se le cerraron los caminos. Soy un tipo joven que quiere prosperar y veo que la única forma de hacerlo es con la agricultura, pero como solo no puedo, formé esta sociedad que se basa en la confianza y en el respeto", señaló.

El panorama que describió Dumón sobre la ganadería de la zona es crítico. Hoy un criador de 100 hectáreas (en Rauch, el 70% de los ganaderos son productores de menos de 300 hectáreas) maneja entre el campo y las vacas un capital de unos 240.000 dólares, pero tiene una renta prácticamente nula que limita cualquier inversión. De hecho, sólo por la suba de los fertilizantes si quiere hacer una hectárea de pastura necesita dos terneros, contra uno que requería el año pasado. Igualmente, Dumón sigue con las vacas.
Una oportunidad

Otro de los que se animaron a crecer con la agricultura en sociedad fue Norberto David Constantino, que venía manejando 200 hectáreas; con Miquelarena, ya hace más de 300. Constantino tiene una empresa de fumigación y siembra, y participa con las pulverizaciones.

"Hoy hay que buscar diferentes formas para seguir creciendo y adaptarse en un contexto difícil. Siendo un productor chico, es complicado tomar más hectáreas con arrendamientos caros. Yo me podría haber quedado viendo cómo se cerraba el círculo del crecimiento, pero preferí dejar abierto el círculo con expectativas. Con Andrés nos conocemos de chico y por lo menos de esta manera vamos a competir", dijo el productor. "Con lo tuyo y lo mío, lo vamos logrando, porque con lo mío sólo no llegamos", añadió.

Según comentó Miquelarena, también selló una sociedad con Eduardo Cash, de Tandil, con quien siembra unas 100 hectáreas y, entre otras cosas, aporta insumos y participa en arrendamientos. "Las diferentes sociedades nos permiten competir con las grandes estructuras de otras empresas. Lo nuestro es hecho de una manera muy personal", expresó.

Como también presta servicios desde la siembra hasta la cosecha a otras administraciones, Miquelarena busca sacarle provecho a esa empresa. Así, por ejemplo, trabaja para la firma Los Cardales, administrada por El Renuevo, que tiene unas 2500 hectáreas propias. "Les prestamos el servicio de siembra, cosecha, el embolsado y extracción de granos, e incluso el transporte", afirmó Miquelarena.

El encargado de Los Cardales, José Luis van Cauwenberghe, explicó que la empresa no tiene herramientas propias, pero busca firmas que la provean de los servicios con la mejor tecnología. Esto es precisamente lo que Miquelarena busca hacer con sus equipos. Por eso, con viento a favor, ahora también está buscando agrandar su parque de maquinaria. Por otra parte, creó recientemente una sociedad anónima para administrar un fondo por 1500 hectáreas.

Ante un contexto difícil, la idea es seguir buscando alternativas para crecer. Y las sociedades con otros productores, la prestación de servicios y también la eficiencia en la ganadería van en esa dirección.

Por Fernando Bertello
Enviado especial

Crecer con la ganadería

RAUCH (De un enviado especial).- Además de crecer con la agricultura, Andrés Miquelarena quiere hacer lo mismo con la ganadería. De algún modo, la estrategia de crear sociedades para la actividad agrícola le ha permitido potenciar el rubro pecuario, manejado por su hermano, Adrián.

La agricultura aporta ingresos para la expansión global de la empresa. Si bien en la parte pecuaria no tiene en marcha proyectos asociativos, la idea es que la ganadería también tenga la oportunidad de ser un negocio más rentable. En el fondo la visión es que las dos actividades pueden coexistir perfectamente.

Hoy la firma que maneja junto a su padre y su hermano tiene destinadas para la ganadería unas 1400 hectáreas, entre Rauch y Ayacucho, trabaja con 700 vientres Angus (con un plantel de 300 vacas seleccionadas) y produce unos 70 toros y 100 vaquillonas que se comercializan en remates de la zona. Un indicador de que la empresa busca crecer es que hace cuatro años tenía 380 vientres. Además, la venta de toros saltó de 40 a 70 reproductores.

"Es necesario tener una ganadería muy eficiente", cuenta Adrián, que combina su dedicación por las vacas con la de profesor de educación física en un colegio de Rauch. Trabaja la mitad de la semana como docente y la otra en el campo.

Según Miquelarena, la empresa realizó una fuerte inversión para incorporar genética y comenzó a trabajar con tecnologías, como la inseminación a tiempo fijo. Aparte, todo el rodeo está bajo un plan sanitario muy estricto, donde el objetivo pasa por la prevención de las enfermedades. "En los índices reproductivos estamos hace 3 años por encima del 95 por ciento de preñez y alrededor del 90 por ciento de destete", señaló.

"Queremos lograr animales muy productivos para la zona de cría de la Cuenca del Salado", afirmó. "Hacemos una cría totalmente a pasto y buscamos la eficiencia en el manejo reproductivo", añadió.

Apuntan a una integración entre la agricultura y la ganadería con flexibilidad en el manejo de los lotes. Aquí creen que eso es posible vía la eficiencia desde ambas actividades.

Este año la empresa se guardó los terneros con la intención de sacarlos gordos en septiembre/octubre con 350/400 kilos.