SANTIAGO ( El Mercurio /GDA).- Para finales de 2008, América latina habrá registrado su sexto año consecutivo de crecimiento económico, a tasas nunca vistas desde los setenta. La inflación está en niveles moderados. En promedio, los balances fiscales y las cuentas externas muestran saldos positivos. Y, a diferencia del pasado, este crecimiento no está generando desequilibrios fundamentales. Estos son logros notables, más aún en un contexto global marcado por la crisis hipotecaria en los Estados Unidos.
Los resfríos del Norte solían provocar gripes en el Sur. En esta oportunidad no nos hemos contagiado. Pero cuidado con la complacencia. Si bien América latina se ha mantenido relativamente aislada, hay señales de deterioro que llaman a la reflexión.
En algunos países latinoamericanos, la situación fiscal ha desmejorado porque los gastos han crecido más que los ingresos. En varios los saldos de cuenta corriente ya son negativos. El desempleo se ha reducido apenas moderadamente. Los costos de la energía están generando fuertes presiones inflacionarias.
Aunque la región está mejor preparada para hacer frente a shocks externos, persisten algunas vulnerabilidades que reclaman prudencia.
Por un lado, podrían empeorar las condiciones financieras internacionales. Por el momento, las inyecciones de liquidez de la Reserva Federal han beneficiado a nuestra región, ayudando a mantener altos los precios de las commodities agrícolas y manteniendo bajas las primas de riesgo de la deuda latinoamericana.
Por otro lado, el crecimiento sostenido de China e India hace pensar que las economías emergentes pueden "desacoplarse" de los problemas en las economías maduras. Sin embargo, aún no está comprobada la resistencia de China e India a una desaceleración global. En suma, no hay garantías de que las condiciones externas favorables perduren indefinidamente. Debemos prepararnos para tiempos más difíciles.
¿Dónde estamos débiles? En materia fiscal, el gasto público ha tendido a aumentar en varios países. Esto no resultará sostenible si caen los ingresos fiscales por una baja en los precios de las exportaciones. Pocos gobiernos han tomado medidas para reforzar los ingresos tributarios y moderar los riesgos fiscales.
Pero debemos cuidar que el costo del ajuste no recaiga sobre los pobres. Quizás el mayor rédito de esta bonanza ha sido la reducción del porcentaje de la población en pobreza al 36,5%. Este logro podría resultar efímero.
Si bien en varios países la relación deuda/PIB ha venido bajando, aún están más altas que en 1997, el año previo a la recesión que afectó a casi toda la región. En parte, la mejora de esa relación se debe a la apreciación de varias monedas latinoamericanas, tendencia que podría revertirse.
Con respecto al sector externo, el año pasado la región registró un superávit de cuenta corriente equivalente al 0,7% del producto bruto regional. Las reservas internacionales de la región hoy representan más de siete meses de importaciones. Estos números son muy positivos, pero las proyecciones del FMI para 2008 ya muestran un leve deterioro de las cuentas externas. Por primera vez en varios años, se espera que el saldo de cuenta corriente sea levemente deficitario para el promedio de la región. Además, estos números reflejan los altos precios de las commodities. Según cálculos del BID, si los términos del intercambio estuvieran en los niveles de 2003, el saldo de cuenta corriente regional arrojaría un déficit del 2,7% del PIB.
Presiones inflacionarias
La política de acumulación de reservas puede tocar techo por el creciente
costo de esterilización para los bancos centrales, así como por las crecientes
presiones inflacionarias en varios países.
La inflación promedio en la región en 2007 fue del 6,3%, un fuerte aumento con respecto al 5% del año previo. Aunque las proyecciones para 2008 son similares a las de 2007, hay una gran dispersión entre distintos países porque no todos los bancos centrales tienen la misma aversión a la inflación. La historia inflacionaria de América latina demanda endurecer las políticas monetarias donde sea necesario.
El desempleo regional bajó de un 8,6%, en 2006, a un 8%, en 2007, una caída menor que la de años anteriores, lo cual sugiere que estamos llegando a niveles estructurales. De aquí en adelante, el progreso en este frente dependerá más de las reformas regulatorias y las políticas laborales que del ciclo económico.
Finalmente, los buenos resultados macro han camuflado el pobre desempeño de una variable clave: la productividad. No obstante las reformas de las últimas décadas, numerosos obstáculos limitan la inversión privada y la generación de empleos de alta productividad.
El progreso en materia de estabilidad es innegable, por lo menos para una mayoría de países de América latina. Sin embargo, ante el nuevo panorama internacional y las persistentes vulnerabilidades estructurales, es imperativo evitar un nuevo ciclo de crisis recurrentes. Debemos resolver las asignaturas pendientes.


