Pareciera que el Gobierno se hubiese inspirado en las Invasiones Inglesas, pero en lugar de defender la ciudad, sale a quemar el mercado con aceite hirviendo. Como si el mercado fuese el invasor, actúa con agresividad punzante. Y obcecadamente.
Dado que el sistema es de vasos comunicantes, cuando el Gobierno tira el aceite sobre los exportadores, éste corre rápidamente hacia el vaso más hundido, es decir hacia donde están los productores agrícolas.
La Resolución 543, con su temible plazo de tan sólo 45 días, para efectuar el embarque desde el momento en que está la autorización de la declaración jurada, sigue vigente. Está vivito y coleando. Así, los precios se mantienen deprimidos por causas totalmente artificiales, que nada tienen que ver con los mercados internacionales.
A su vez, ahora funciona esta suerte de “encaje granario obligatorio”. Tal encaje exige, primero de todo, el abastecimiento del mercado interno, lo que pone una espada de Damocles en la operatoria exportadora.
El intervencionismo ataca como en una guerra santa. Pleno de prejuicios, usa sus herramientas más violentas, sin racionalidad.
No sólo obstaculiza la logística sino que, también, imposibilita los mercados de futuros. Por ello, los mercados operan sin negocios forward, y con poco volumen en los mercados a término.
¿Cuál es el corolario de todo esto? Todos pierden algo –el gobierno también-, pero el productor es el que se lleva la peor parte, ya que no puede trasladar los golpes recibidos hacia otros eslabones. La historia siempre es igual.
El sistema de “ROE verde” convierte a la exportadora en una actividad muy riesgosa, dada la elevada incertidumbre en la que debe desenvolverse.
Esa incertidumbre termina siendo absorbida por el productor a través de una mayor diferencia entre el valor teórico – que surge de la paridad de exportación- y el que realmente termina cobrando. Es una suerte de castigo que paga el productor por la incertidumbre imperante. Se trata de, aproximadamente, una pena del 8%.
A su vez, el cuadro internacional no hace más que recalentar el aceite hirviendo. Por sólo tomar un ejemplo: la tonelada de soja que antes de la famosa Resolución 125, estaba en el orden de los u$s 580 y a fines de junio en alrededor de 590, ahora ronda los 440. Se trata de una caída de más o menos un 25%.
Recordemos que hace poco más de un mes, la soja había superado el valor de u$s 600 y que, buena parte de los políticos, hablaban de una soja para septiembre en un nivel de 700. Así de imprudentes son muchos de ellos. Es como si hicieran cálculos con calculadoras de madera.
Si el precio internacional sigue en esta senda, el Gobierno terminará agradeciendo la oposición a las retenciones móviles, que hoy por hoy, se aproximan, para el caso de la soja, a un 40%.
Un ejercicio práctico nos permite entender el daño que, por la intervención del Estado, sufre el productor y, a no dudarlo, todo el país.
El dólar bajó, en medio de la puja campo-gobierno, por la acción oficial, alrededor de un 4 %. Antes, el dólar merodeaba el valor de 3,17 y ahora el de 3,04.
Si a ello, le sumamos el castigo que ejerce el sector exportador par cubrirse de la incertidumbre surgida de la 543, la verdad es que la rebaja artificial llega a cerca de un 12%. ¿Qué les parece?
Un 12% de rebaja es peor que la reducción que existe entre el sistema de retenciones móviles (de la 125) y el sistema actual. Con la 125 alcanzaba a 40% y ahora está –con estos castigos- en el orden del 47%.
Si esto que vivimos no es una venganza, se parece mucho a ello.
Urge tomar conciencia de ello para, luego, presionar por un cambio de rumbo.
Para no terminar con un sabor tan amargo, vamos por una buena. Brasil es un número uno, como operador mundial en soja. En definitiva ya se vislumbra como el mayor productor del mundo.
Si los precios siguen bajando en el mercado internacional, dados los elevados costos en fertilizantes, seguramente Brasil enfrentará un grave problema para expandir su área sojera. En tal caso, el mundo tomará nota de ello y, por lo tanto, habrá un cambio de expectativas a favor de los precios. Y ello repercutirá sobre los demás granos.
¿Rebote a la vista? Seguramente, sí.


