Esos efectos son infinitamente menores a los que calculó el ex jefe de Gabinete en las vísperas a su despedida. Creyó que su partida serviría para forzar otras renuncias, en especial la de Guillermo Moreno, el secretario de Comercio. Pero nada de eso sucedió ni sucederá, según la descripción que la Presidenta hizo el fin de semana pasado durante la conferencia de prensa. Massa sabe exprimir, por ahora, los beneficios del estrecho margen político interno que le abrió la crisis oficial.
Viene manejando con astucia, por ejemplo, sus contactos con el peronismo y con la oposición. ¿Por qué esa astucia?. Porque el jefe de Gabinete se encarga de exhibir una sola cara de la moneda que, por supuesto, tiene dos. Trasluce la sensación de un Gobierno abierto al diálogo que busca ampliar su base de sustentación. La realidad indica que el Gobierno está todavía más aislado que antes del conflicto con el campo. Y que no existe correlación entre hechos que apuntarían a la supuesta generosidad política y aquello que se verifica en la práctica. Difícilmente la relación con Julio Cobos vuelva a una cierta normalidad, aunque las partes se encarguen del respeto formal.
Nadie hizo nada en el Gobierno para evitar la expulsión o la fuga de los funcionarios que respondían al vicepresidente. La única vacilación se detectó en el Secretaría de Agricultura cuando Juan Carlos Jaliff, el titular del Instituto de Vitivinicultura, presentó la semana pasada su renuncia. Carlos Cheppi, el nuevo secretario del área dudó sobre qué hacer. Hasta que recibió una instrucción superior inconfundible. El fin del cobismo en el poder significa, además, el debilitamiento de la concertación con los radicales K. Es difícil imaginar cómo se podrá seguir sosteniendo esa alianza. Se sostiene todavía por el ahínco de dos gobernadores (Miguel Saiz, de Río Negro,y Gerardo Zamora, de Santiago del Estero) y de un par de fuertes intendentes bonaerense (Gustavo Posse, de San Isidro, y Enrique García, de Vicente López). El peronismo también está desperdigado, sobre todo en el Parlamento.
Hay diputados oficiales y aliados que no tendrán retorno después de su voto de rechazo de las retenciones móviles. Pero el jefe del bloque del PJ, Agustín Rossi, está en estas horas tratando de enhebrar algunos acuerdos para rehacer en buena parte el cuerpo oficial. Miguel Pichetto, el jefe del bloque en el Senado, y José Pampuro también hacen sus cuentas. Después de lo que ocurrió en la Cámara Alta, el kirchnerismo dispondría, hoy por hoy, sólo de 20 votos incondicionales. Muchos de los restantes están y no están. Massa acumuló desde su asunción diálogos con oficialistas y opositores, aunque debió postergar una de sus prioridades: la recomposición con los peronistas y los radicales disidentes.
El jefe de Gabinete envía mensajes a esos sectores pero no pudo conseguir el aflojamiento de Cristina y de Kirchner. Y hay situaciones que no lo ayudan: la presencia ayer de Cobos en la Exposición Rural alejaría mas la consumación de sus planes iniciales. Tampoco consiguió convocar a Mauricio Macri quizás porque sus palabras fueron mas veloces que sus gestos. Dio por hecha la reunión sin tenerla asegurada y el jefe porteño se encargó, con buenos reflejos, de elevarle el precio político al encuentro. El jefe de Gabinete se ha contentado con otras cosas. Fue uno de los artífices, junto al ministro del Interior, Florencio Randazzo, del nuevo sistema de comunicación de Cristina. Tres días después de la conferencia de prensa en Olivos la Presidenta se presentó ayer en la sala de periodistas de la Casa Rosada para explicar las razones de la cancelación de su visita a Bolivia. ¿Será siempre así o se trata del entusiasmo que suele causar toda novedad? Desde un punto de vista político, quizás haya resultado mas útil otra insistencia de Massa: la de convencer al matrimonio Kirchner de abrir una tregua con las entidades del campo.
Pasaron casi tres semanas desde que el voto de Cobos inclinó la balanza y el Gobierno continuaba en un tironeo innecesario que incluyó un boicot oficial sorprendente a la Exposición Rural. Finalmente Cheppi, el nuevo secretario de Agricultura, se sentó a dialogar ayer con la Mesa de Enlace del agro. Massa no estuvo sólo en esa ardua tarea de persuasión. Dos gobernadores afines al kirchnerismo le aconsejaron a Cristina que se realizara aquella reunión para dar vuelta la página. En verdad, la Presidenta había dejado pasar una oportunidad para darla vuelta ella misma en la conferencia del fin de semana. Cuando un periodista le preguntó qué cosas haría distinto si tuviera que enfrentar la misma situación, respondió hormigonadamente que "nada". Es decir, no pareciera haber computado los padecimientos colectivos en los larguísimos días del conflicto. El jefe de Gabinete había dicho, hace meses, que si le tocaba sumarse al Gobierno deseaba hacerlo en un clima de real renovación. La renovación ha sido hasta hoy morosa. Una vez en el cargo, Massa solicitó con razón un poco de tiempo antes de que la lupa se pose sobre su gestión. Está consumiendo ese tiempo y parece consumir, también, buena parte de las mutaciones posibles que toleraría el poder matrimonial.


