La magnitud de los cambios de gabinete que se vienen, en cuanto al alcance de los mismos pero también respecto de la oportunidad en que serán producidos, quedó en las últimas horas presa de un interrogante que merodea los principales despachos oficiales: el mayor o menor grado de influencia que tendrá Néstor Kirchner en la gestión de Cristina Fernández, que busca relanzar su gobierno, tras la derrota en el Senado por las retenciones móviles.
Dicho de otra manera: si, como algunos hombres del gobierno han admitido en las últimas 48 horas, y así lo reflejó "La Nueva Provincia" en su edición del domingo, el ex presidente produce un despegue táctico de la gestión de su esposa, aunque más no sea por un tiempo, para permitirle mostrar autonomía y salirse de la negativa influencia que el doble comando ha tenido en todas las encuestas de imagen, los cambios podrían ser mayores.
Por el contrario, si el matrimonio de Olivos persiste en la conducción bicéfala de los asuntos del Estado, como ha ocurrido en estos seis meses, desde que Cristina llegó a la Casa Rosada, esas modificaciones apenas si podrían encasillarse en el rubro de pura cosmética.
"Por ahora no hay cambios de gabinete en los términos de una "Operación Catástrofe" como lo quieren presentar la oposición y algunos medios, pero dependerá de hasta dónde el matrimonio decodifica la derrota y si Néstor tendrá o no alguna influencia", lo explicó ayer ante este diario, con pedido de reserva de la fuente, un operador político de la presidencia.
La primera impresión recogida en ambientes gubernamentales, tras la serie de reuniones que el matrimonio Kirchner mantuvo durante la tarde y la noche del domingo en Olivos, donde justamente uno de los temas que se evaluó fue el destino del gabinete y de algunos de sus integrantes, no permite abrigar demasiadas esperanzas para quienes reclaman --algunos desde adentro mismo del peronismo-- cirugía mayor.
Esos confidentes dicen que, en el futuro inmediato, no habrá que confundir un eventual repliegue táctico de Kirchner, que supondría una salida de escena durante algún tiempo, con una pérdida de influencia a la hora de definir políticas y, en el caso puntual del gabinete, decidir sobre partidas e ingresos.
"Tal vez lo vean menos expuesto, no tanta reunión y discursos, pero seguirá tomando decisiones junto a su esposa", insiste aquel operador, con despacho en Balcarce 50.
Lo que se ha visto, hasta ahora, parece darle la razón. El despido del secretario de Agricultura, Javier De Urquiza, y su reemplazo por el titular del INTA, Carlos Cheppi, es un secreto a voces en el gobierno, desde hace poco más de un mes, y fue oportunamente reflejado por este diario.
Se había admitido, en aquel entonces, mediados de julio, que el ahora ex secretario se iría apenas finalizara el conflicto con el campo, presa de su inoperancia y del nulo protagonismo que siempre le otorgó la Casa Rosada.
En las últimas horas circuló con fuerza la versión de la renuncia de Guillermo Moreno, quien les habría comunicado a sus colaboradores que tendría decidido radicarse, por un par de meses, en el exterior.
Los analistas del gobierno dudan de esa posibilidad. Sería entregarle a la oposición y al campo la cabeza más preciada por estas horas. Síntomas de debilidad política extrema que los Kirchner no estarían ni de lejos dispuestos a mostrar.
Los otros cambios que se han producido en la segunda línea del gabinete, como se sabe, responden más a la venganza de los Kirchner hacia el vicepresidente Julio Cobos, por el voto negativo en el Senado, que a problemas de gestión.
A los que ya renunciaron, como el subsecretario de Combustibles, Alejandro Rodríguez, y el director de Refinación y Comercialización, Eduardo Moreno, le seguirían, en próximas horas, otros "cobistas" como Carlos Jaliff (INV) y Mario De Casas (ENRE).
También se iría Horacio "Pechi" Quiroga, destinado en Cancillería, por sus críticas abiertas al kirchnerismo, al gobierno y al matrimonio de Olivos.
De Alberto Fernández, la pieza más buscada por propios y extraños por estas horas de rumores y versiones sobre cambios, se dijo ayer, en la Casa Rosada, que su partida es un dato con plazo fijo. Y también su futuro.
"Ya ha dicho que está agobiado y agotado y que se va a su casa, que no ocupará otro cargo, pero su salida del gabinete es algo que lo decidirá la presidenta, cuando lo crea oportuno", reiteró esa posición ya conocida del alto funcionario, uno de sus más cercanos colaboradores.
Para reemplazarlo hay varios anotados y algunos autopostulados.
Las versiones más serias nacidas del oficialismo señalan como candidatos a Florencio Randazzo, Sergio Mazza y el jujeño Eduardo Fellner.

Eugenio Paillet