Los números son contundentes: Chubut perdió el 53,59% de su stock ovino desde su máximo histórico, y hoy produce menos de la mitad de lo que producía hace cuatro décadas.
Un desplome que atraviesa generaciones
Según el documento, la provincia alcanzó en 1978 su pico máximo de producción, con 6.421.000 cabezas. En 2025, el stock apenas llega a 2.979.864 ovinos.
La diferencia—3.441.136 animales menos—representa mucho más que una variación productiva: es la evidencia de una crisis que se consolidó durante más de 40 años y que aún no encuentra un punto de inflexión.
El análisis histórico muestra tres grandes períodos:
Expansión (1895–1937): crecimiento explosivo, de 47.000 a más de 5 millones de cabezas.
Meseta y máximo absoluto (1958–1978): estabilidad en altos niveles productivos, con picos históricos.
Declive estructural (1980–2025): caída continua agravada por crisis económicas y ambientales.
Por qué cayó la producción: mercado, clima y abandono
El informe identifica dos grandes grupos de factores:
1) Crisis económicas y transformaciones globales
El auge de las fibras sintéticas en los años 70 y 80 erosionó la demanda mundial de lana.
La liberación del enorme stock lanero australiano entre 1987 y 1991 colapsó los precios internacionales.
El mercado comenzó a exigir mayor calidad, inversión que muchos establecimientos no pudieron afrontar.
Esto aceleró el abandono de campos y redujo la competitividad del sector.
2) Eventos climáticos extremos
La ganadería ovina patagónica es extremadamente vulnerable al clima. Los episodios más destructivos fueron:
Erupción del Hudson (1991): la ceniza sepultó pasturas y afectó la digestión del ganado.
Nevadas intensas (1994–95): provocaron mortalidades masivas.
Sequías prolongadas: redujeron drásticamente la capacidad de carga y aceleraron la desertificación.
Competencia con fauna silvestre: como guanacos y predadores, que presionan las pasturas.
Un dato clave: el modelo productivo está hiperconcentrado
Según información adicional aportada por el sector:
De los 3.328 productores ovinos de Chubut, 2.945 (88,5%) tienen menos de 1.000 animales.
El 20% de los productores concentra el 80% del stock provincial.
Se trata de un clásico principio de Pareto que evidencia la fuerte desigualdad estructural del sistema productivo.
Mientras una minoría posee grandes extensiones y majadas numerosas, la mayoría trabaja al límite de la subsistencia, lo que dificulta la adopción de tecnología, mejora genética o mitigación frente al clima.
La actividad ovina no desaparece: se transforma
A pesar del colapso numérico, el informe destaca que la actividad sigue viva gracias a un cambio de paradigma: del volumen a la calidad.
En 2024 se exportaron casi 15.000 toneladas de lana limpia, lo que demuestra la vigencia del sector.
Chubut mantiene un estatus sanitario óptimo y una fibra de alta calidad, lo que le permite competir en mercados exigentes.
Herramientas como la Ley Ovina (2001) y la Indicación Geográfica “Cordero Patagónico” (2014) buscan valorizar y diversificar la producción.
¿Qué se viene? De recuperar volumen a sostener lo que queda
Lana
La lana chubutense, ícono en la producción.
El informe concluye que la provincia debe abandonar la idea de volver a los números de 1978. La meta hoy es otra:
Sostener ambientalmente las majadas actuales,
mejorar la rentabilidad por cabeza,
frenar la desertificación,
y profesionalizar a los pequeños productores, que son la abrumadora mayoría.
El ovino sigue siendo una marca identitaria de Chubut, pero la estructura productiva ya no se parece a la del siglo XX. El desafío será que esta nueva versión—menos masiva, más especializada—sea viable a largo plazo.
Fuente: Vibranews


