Buck Semillas, la empresa familiar de La Dulce, en el partido bonaerense de Necochea, se embarca en un nuevo capítulo de su historia: el desembarco formal de su genética en los exigentes mercados de Estados Unidos y Canadá. Con casi 100 años dedicados a la mejora del trigo, inicia una gira estratégica por el norte del continente con el objetivo de licenciar variedades argentinas desarrolladas íntegramente en su programa de investigación.
La delegación está encabezada por la ingeniera agrónoma Diana Martino, gerente de investigación de la firma, y por el gerente de producción de José Buck, la empresa asociada encargada del desarrollo a gran escala de las semillas. Durante dos semanas visitarán campos experimentales, centros de evaluación varietal y potenciales licenciatarios tanto en el este y norte de Estados Unidos como en el sur de Canadá.
“Llevamos más de 90 años de historia construyendo genética adaptada al campo argentino, pero también con potencial para otros ambientes. Hoy tenemos un subprograma dedicado exclusivamente a desarrollar líneas comerciales para Norteamérica, y esta misión busca consolidar eso”, explica Martino. El viaje incluye visitas clave como la Universidad de Minnesota, donde se exploran avances en resistencia genética a enfermedades como fusarium y royas, fundamentales para el futuro del cultivo.
Pero la proyección internacional de Buck no es nueva. Desde hace más de tres años, la empresa viene impulsando ensayos comparativos en Brasil y Paraguay, además de contar con presencia estable en Uruguay desde hace dos décadas. Incluso en Europa ya se están realizando pruebas en Italia y Francia, con perspectivas comerciales cercanas.
Uno de los motivos que impulsa esta expansión es la falta de un marco regulatorio robusto en Argentina para proteger la inversión en investigación. “Desarrollar una nueva variedad lleva entre 8 y 10 años de trabajo y mucha inversión. En países como Estados Unidos o Canadá, existen sistemas claros de licencias y regalías que permiten recuperar esa inversión. Acá, todavía estamos lejos de eso”, señala la ingeniera.
En ese contexto, la posibilidad de registrar y licenciar variedades en países con marcos legales más sólidos y previsibles representa una oportunidad clave. “La búsqueda de nuevos mercados no es sólo un deseo de crecimiento, también es una necesidad para sostener el programa de investigación que tenemos en Argentina”, agrega Martino.
Actualmente, el equipo de I+D de Buck está conformado por 14 personas, pero si se suman las áreas de producción y procesamiento, el número asciende a 80 empleados directos. A eso se suma una importante red de empleo indirecto vinculada al ecosistema semillero. “Este paso internacional también nutre nuestro trabajo local: nos permite intercambiar germoplasma, acceder a nuevas tecnologías y mejorar nuestras variedades para el productor argentino”, destaca Martino.
Buck Semillas demuestra así que la genética argentina puede competir y crecer en las grandes ligas del agro global. Desde su base en el corazón de la provincia de Buenos Aires, una empresa nacional, familiar y con visión de futuro, apuesta a cruzar fronteras con innovación, conocimiento y raíces profundas en el campo.


