Desde que la lechería aceleró su proceso de crisis, contando
ya varias décadas, cada vez que se habla del cierre de tambos el tema entra en
un terreno complejo, por todo lo que eso puede significar, no sólo en lo
productivo, sino sobre todo en el impacto social y emocional.
Se sabe que muy pocas veces que una unidad productiva lechera deja de estar
operativa, es muy dificil que se vuelva a activar. Ahí radica la situación de
base.
También es cierto que cada vez que aparece la información en números sobre la
baja de los tambos, las cifras pegan fuerte.
A pesar de las versiones de hace algunos meses sobre unos mil tambos salidos
del esquema activo, recientemente, lo cierto es que ahora el Gobierno tomó nota
del impacto y mejoró la manera de medir esta variable.
Desde la Secretaría de Agricultura se comenzaron a corregir las formas de
controlar el Registro Nacional Sanitario de Productores Agropecuarios, el
trámite a través del que se relevan todas las unidades productivas.
Previo al cambio, se contabilizaban todos los Renspa que indicaban actividad
lechera, tengan o no animales. Era considerada una unidad productiva la que
tenía una cabeza de ganado. Es por eso que se definió comenzar a recalcular las
cifras.
Tomando como referencia los Renspa con animales productivos, por lo tanto el
tablero dinámico del Senasa ahora considera a los establecimientos que tienen
en stock a cabezas en la categoría vaca.
¿Cuántos tambos hay ahora?
Se pasa entonces de 10.041 tambos en 2023, a 9.876 en 2024,
representando una contracción de -1,6 puntos porcentuales, mientras que al 31
de marzo de este año, son 9.702 tambos los que tienen Renspa activos,
habiéndose dado una reducción del -1,8 por ciento.
Esto corrobora lo que siempre se explica, que es una tendencia menor a la
mundial en nuestro país respecto a la concentración de la actividad.
Hay que considerar que entre 2020 y 2023 la tasa global de cierre de tambos fue
de -2,3 puntos en Uruguay; -5,2 en Europa; -6% en Estados Unidos; -6,3 en
Australia, resultando en -1,8 puntos en Nueva Zelandia; y -0,5% en Brasil,
donde los tambos tienen una diversidad de tamaño, extensión, uso de razas y
productividad muy diferente al del resto de los países mencionados.
Es importante la caída de tambos que se registró en la Argentina en poco más de
tres décadas, lo cual representa el claro reflejo de las sucesivas crisis
sectoriales, políticas y economícas. El mayor recorte se dio entre 1988 con
30.151 tambos, para pasar en 2002 a 15 mil unidades productivas. Para 2008 ya
había 11.542, subió el número en 2012 a 12.003 Renspa, volviendo a caer al año
siguiente y dándose el mayor recorte entre 2018 y 2019, pasando de 11.273 a
10.287 unidades productivas. Esto en la contabilización por registro, que para
2024 sumaba 9.407 tambos, mientras que los realmente activos fueron 9.876.
Tocar este tema siempre es polémico, porque los cierres de tambos no son
buenos, no suenan bien, pero hay que entender que la lechería argentina da
pelea dentro de sus posiblidades y en busca de aprovechar las oportunidades que
presenta el mundo.
Más animales
La cantidad de animales destinados a tambos fueron en 2023
de 1.556.832, cayendo en 2024 a 1.483.587 vacas, sumando en el registro de este
año 1.561.465 cabezas.
Hay una tendencia a mejorar la reposición de rodeos, con mayor valor de los
animales, el clima ayuda a recuperar producción ya entrado el invierno y a
pesar de tener alfalfas que tienen un desarrollo más lento del esperado, hay
una expectativa positiva sobre la recuperación de litros perdidos durante los
años de sequía.
Cuestión de precio
En el camino de la recuperación, hay ahora una
desaceleración en los precios, tanto al productor, como los internacionales y
es por eso que se espera que después de más de un año de valores altos, la
materia prima retome cifras de otros tiempos, sin poder correr al mismo ritmo
que la inflación.
Al mes de junio, el precio por litro terminó en un promedio de 40 centavos de
dólar (472,8 pesos), mientras hace un año atrás el ritmo estaba en los 44
centavos.
Según el relevamiento del Observatorio de la Cadena Láctea, la comparación
interanual marca una diferencia de 17,2 por ciento, mientras que en el
constraste con mayo el crecimiento fue de 1,1 por ciento.
En cuanto a los sólidos útiles, el kilo se pagó 6.312,07 pesos (5,43 dólares),
quedando en la franja negativa intermensual con -0,08 por ciento; y sólo 14,5
puntos frente a junio de 2024.
Si bien la exportación es la gran opción, por no haber retenciones en el
sector, existiendo 90 mercados abiertos para la lechería argentina, la tarea
pendiente es mejorar los aranceles vigentes, con acuerdos comerciales que
mejoren lo vigente hasta el momento.
Fuente: elidaporelcampo.blogspot.com


