
El Banco Central de la República Argentina (BCRA) atraviesa una etapa de reconstrucción de reservas, tras una fuerte caída registrada en abril debido al pago de vencimientos con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Si bien en los primeros días de junio las reservas brutas alcanzaron los USD 38.700 millones, lo que implica una mejora nominal, el dato relevante para evaluar el poder de fuego del Central es otro: las reservas netas —que descuentan pasivos y disponibilidades no líquidas— se ubican actualmente en USD 5.400 millones, y caen a USD 1.900 millones si se consideran las obligaciones asumidas a través de los BOPREAL con vencimiento en los próximos 12 meses.
Este nivel aún resulta frágil en un contexto donde la estabilidad cambiaria depende en gran parte de la percepción de los mercados sobre la capacidad del Gobierno para sostener un programa fiscal y monetario consistente. A eso se suma el compromiso asumido con el FMI de llevar las reservas netas a -USD 2.600 millones para julio, un objetivo que se inscribe en el marco del acuerdo vigente y que marcará un nuevo test sobre la solidez del esquema económico.
El trabajo de Jorge Vasconcelos (IERAL) destaca que, para fin de año, la meta comprometida es alcanzar USD 1.900 millones de reservas netas positivas, lo que implicaría una recuperación acumulada de USD 9.700 millones desde los mínimos de abril. Para lograrlo, el Gobierno necesitará sostener el superávit comercial, mejorar el acceso a financiamiento externo —con el foco puesto en desembolsos de organismos multilaterales y colocaciones de títulos— y evitar un salto en la demanda de dólares financieros que erosione las compras del BCRA en el mercado oficial.
Un aspecto relevante del informe es que señala la importancia de ajustar el cálculo de reservas netas a variables como la evolución del precio del oro, las tenencias de DEG (Derechos Especiales de Giro) y los préstamos de corto plazo. Si se considera una estimación más realista del poder de intervención del Central, las reservas netas ajustadas estarían en torno a los -USD 7.800 millones, lo que eleva la exigencia para el segundo semestre.
Mientras tanto, el Gobierno mantiene la señal de que, con el nivel actual, puede "defender un tipo de cambio de $1.000", aunque economistas del sector privado advierten que esa afirmación debe leerse dentro de una coyuntura de cepo cambiario, fuerte contracción monetaria y acceso limitado a divisas para importadores.
Además, las intervenciones del BCRA en el mercado cambiario, la acumulación de reservas a través del dólar blend (80/20), y la reciente emisión del BONTE (título atado a inflación y tipo de cambio) forman parte de un andamiaje que ha sido efectivo en el corto plazo, pero que enfrenta desafíos estructurales. Entre ellos, destacan la necesidad de levantar el cepo de manera ordenada, redefinir el régimen de tipo de cambio, y contener las expectativas devaluatorias sin agotar recursos.
Otro punto de tensión es la evolución de los pasivos remunerados del BCRA, que, si bien se han reducido, aún representan un riesgo potencial de emisión futura si se reabsorben con reservas o si se amplían en caso de una baja de tasas no coordinada.
En resumen, la situación de reservas del Banco Central es menos alarmante que en abril, pero sigue siendo frágil. El cumplimiento de las metas con el FMI, la evolución del frente comercial y el manejo prudente del tipo de cambio serán claves para sostener la calma financiera en un año de transición, donde las señales fiscales y monetarias aún no se terminan de consolidar.
Con información de Jorge Vasconcelos – www.ieral.org