El cultivo de membrillo es una de las principales actividades productivas de Cuyo y del NOA elegidas por su rusticidad, la facilidad de manejo del cultivo y la posibilidad de destinar sus frutos a elaboraciones tanto artesanales como industriales, lo que motiva a los productores y familias rurales para ampliar su cultivo.

En los últimos años este fruto no solo se utiliza para el consumo familiar, también pasó a ser casi el principal frutal de la región. Cada año se plantan y cosechan a mayor escala lo que demuestra su potencial productivo. Por ello, el equipo del INTA Catamarca ofrece recomendaciones para el manejo previo a la plantación y su cultivo.

Juan José Cólica, referente en manejo de cultivo de la Agencia de Extensión Rural (AER) de Andalgalá, explicó que “tradicionalmente el membrillero se plantaba en cortinas o intercalado al cultivo principal para lograr producciones diversificadas, sin embargo, para simplificar el manejo es recomendable realizar plantaciones puras de membrillo”. Y agregó que, “el tipo de suelo apropiado es el de textura franca a franco arenoso y franco arcilloso sin presencia de roca o caliza a menos de 1,5 metros de profundidad”.

La incorporación de estiércol o abonos verdes se debe realizar antes de la plantación, “estas son prácticas que mejoran significativamente el arraigo, rápido crecimiento y precoz entrada en producción. En el laboreo vertical previo, lo ideal es el subsolado del suelo en profundidad, labor que mejora la infiltración, la aireación y un óptimo crecimiento y desarrollo radicular”, señaló Cólica.

Para la provisión de plantas de membrillero se puede recurrir a viveros regionales o de Mendoza, es aconsejable elegir el que ofrezca garantías sanitarias y de autenticidad genética. Las mismas deben ser de variedades recomendadas y de plantas con muy buen estado sanitario y vegetativo. También existe la posibilidad de la autoproducción de plantas, mediante la multiplicación en forma agámica o vegetativa por estacas leñosas.

El especialista destacó que “se deben cortar entre los meses de mayo y junio, provenientes de plantas sanas, vigorosas, productivas, de variedad selecta, bien lignificadas y de 30 centímetros de largo aproximadamente. No es recomendable extraerlas a fines de julio o principios de agosto ya que el porcentaje de emisión de raíces adventicias baja considerablemente a medida que avanza el invierno, y produce la emisión de brotes antes de que la estaca tenga raíces en su base”.

El enraizamiento puede mejorarse con la estratificación de las estacas en un pozo colocadas en forma invertida y tapadas con suelo liviano, bien húmedo, hasta unos 10 centímetros de profundidad respecto a la base de las mismas.

El lugar debe tener semi sombra o media sombra a fin de evitar temperaturas excesivas. Las estacas formarán rápidamente cayo y primordios radiculares en la base debido al calor provocado por la radiación solar. Luego se extraen y se colocan en zanja en posición normal vertical con la parte basal enterrada las tres cuartas partes. Con este sistema se logran ejemplares vigorosos y con sistema radicular bien desarrollado.

“Para la elección varietal, si bien la variedad Champion ha sido la más cultivada por su rusticidad y rendimiento, actualmente existen otras variedades más aconsejables por ser de floración más tardías, mejor calidad industrial de sus frutos y mayor potencial productivo”, indicó Cólica.

Y agregó: “Las variedades INTA 147, Mutquín y en los últimos años la nueva variedad San Isidro INTA, son las de mejor comportamiento en las condiciones del Distrito de Chaquiago, Andalgalá y en otras zonas. Estos cultivares además poseen superiores características de calidad industrial y organolépticas que el clásico Champion”.
La densidad de plantación clásica para la variedad Champion, es de 400 plantas por hectárea que corresponde a un marco de plantación cuadrado de 5 metros entre filas y 5 metros entre plantas de la misma fila.

“Con variedades más productivas como INTA 147 o Mutquín se recomiendan montes más compactos de 500 a 625 plantas por hectárea correspondiente a marcos de plantación de 4 metros entre filas por 4 metros entre planta, y de 5 metros por 3 metros respectivamente. A los fines de facilitar el manejo es conveniente dejar un espacio mínimo entre filas de 4 metros”, detalló el especialista.

Plantación del membrillo

La época ideal para plantar es entre fines de otoño y durante el invierno para plantas a raíz desnuda y en cualquier época del año para ejemplares que vienen con pan de tierra o en contenedor. Preferentemente deben ser de un sólo año de edad.

Para el manejo de plantación en los primeros años, Cólica explicó que “el manejo es sencillo, se debe regar con una frecuencia no mayor a los 15 días a partir de realizar la plantación. Es importante desmalezar manualmente con frecuencia para eliminar malezas que compiten por el agua y nutrientes, la misma puede realizarse con motoguadaña o en superficies grandes con desmalezadora de arrastre”.

El membrillero se puede conducir de distintas formas al igual que el peral y el manzano, tanto sea en formas apoyadas como libres, Cólica aclaró que “por lo general se descartan los sistemas apoyados por el elevado costo de instalación de las estructuras de apoyo, no acorde a la realidad social y productiva de la región”.

Por las características ventosas de muchas regiones donde se cultiva y por la facilidad de realizarlo, se recomienda emplear el vaso clásico y sus modificaciones conforme a cada situación particular.

En cuanto a las podas de formación y conducción en el primer año, si se planta en invierno, se debe despuntar el tallo de 60 a 80 centímetros a fin de promover una fuerte ramificación lateral. Luego dejar crecer libremente los brotes hasta los meses de octubre y noviembre, momento en que se eligen los 3 a 4 ramas bien distribuidas y equidistantes e insertadas a distintas alturas.

Estas deben tener una apertura respecto al tallo no mayor a 35 grados. Las mismas constituirán los brazos o ramas principales que sostendrán de por vida el peso de la vegetación y los frutos.

“No conviene dejar más de 4 ramas principales, si bien puede lograrse mayores cosechas, en los años siguientes será muy difícil mantener el árbol equilibrado, aireado y con buena iluminación. Además, la poda y la cosecha será más dificultosa”, señaló Cólica.

Lo ideal es seleccionar los 3 brotes repartidos uniformemente alrededor del tronco, para que se formen entre sí ángulos de 120 grados. Es muy importante que las ramas no salgan todas del mismo punto de inserción sino de forma escalonada en altura, separadas de 10 a 20 centímetros. Todos los demás brotes aparte de estos 3 principales serán rebajados a 4 o 5 yemas desde su inserción y en la temporada siguiente eliminados.

En plantaciones adultas, es posible lograr mejorar significativamente la rentabilidad mediante el empleo de técnicas que tengan como finalidad el máximo aprovechamiento de la superficie, la optimización de la captación de la luz solar y del potencial de la variedad.

Para ello, es fundamental adoptar prácticas de podas para transformar las formas arbustivas de baja eficiencia productiva, en conducciones más racionales como el vaso libre con renovación periódica y mínimas intervenciones de poda en plena producción.

“Estas prácticas se complementan con mejoras en la fertilidad del suelo mediante el empleo de enmiendas orgánicas – abonos verdes invernales como la vicia con centeno y el guano –, mejoras en el sistema de riego procurando cubrir las necesidades del cultivo, eficiente control de malezas, renovación de plantaciones avejentadas, empleo de variedades de elevado potencial productivo y eficiente control de carpocapsa, plaga clave del membrillo”, detalló Cólica.

“Si se lleva adelante este manejo, se podrán superar holgadamente los 40.000 kilos por hectárea, posicionando al cultivo como una alternativa productiva competitiva y muy interesante”, concluyó el especialista.