El mercado de granos y derivados a nivel mundial, definida la cosecha en el hemisferio norte, donde a pesar de la escasez de precipitaciones a lo largo del desarrollo de los cultivos, alcanzó un importante volumen de oferta, se centra en la evolución de la siembra en Sudamérica.

Si bien transitamos un evento Niño, que teóricamente implicaba abundantes lluvias a lo largo de los próximos meses, las mismas se presentan dispares según las zonas; algunas con excesos como las registradas en el litoral argentino y el sur de Brasil y en otras como gran parte del NOA y en el centro-oeste de ese país donde continua una fuerte sequía que impide completar la implantación del maíz y soja.

Ello es particularmente importante, dado que en conjunto entre ambos países se espera una oferta récord de 215 mill/ton de soja y algo más de 180 mill/ton de maíz, gran parte de ellas destinadas a satisfacer el mercado externo ya sea como materia prima o producto elaborado.

Según estimaciones privadas, la demora en la siembra en Brasil, con la necesidad en muchos lotes de resembrar, aleja las posibilidades de alcanzar tan altos volúmenes. Algunas fuentes ya proyectan mermas de relevancia que podrían rondar los 10/15 mill/ton en ambos granos.
Este nuevo “Weather Market” se traduce en un mercado muy volátil y relativamente sostenido en materia de precios, que comenzó a descontar la menor oferta disponible, en un esquema de firmeza de la demanda que se traduciría probablemente en una nueva baja en los stocks mundiales.

En ese marco, se inicia localmente el nuevo ciclo con el avance de las tareas de recolección de la cosecha fina, algo menor a la esperada originalmente, y la implantación de la gruesa, coincidente con la asunción del nuevo presidente Javier Milei y una política agrícola seguramente con marcadas diferencias a la anterior.

Recordemos que a lo largo de estas dos últimas décadas, con solo el interregno de la Administración Macri (2015-19), donde se observaron ciertas medidas que favorecieron el ingreso de los productores (eliminación de trabas a la exportación, reducción de retenciones, etc.), la política aplicada se caracterizó por un marcado desinterés para con el sector, a pesar de la importancia de este en la economía nacional, en cuanto a la balanza comercial, como principal generador de divisas y en la recaudación fiscal por la carga tributaria que soporta.

Desde el ciclo 2003/2004 a la fecha, el aporte del complejo granario considerando la materia prima y sus derivados supero los 520 mil millones de dólares por exportaciones, con una recaudación fiscal solo por los derechos de exportación de 123 mil millones de dólares, sin considerar las transferencias hacia otros sectores de la economía por efecto de lo distorsivo de ciertas prácticas.

Lamentablemente es muy poco lo que volvió al agro, si lo medimos en cuanto a las inversiones de infraestructura tendiente a una logística de movilización de graneles se refiere, créditos accesibles para riego o maquinaria, incremento en capacidad de almacenaje etc.

A lo largo de la gestión que finaliza estos guarismos, considerando la sequía que soporto el campo en el ciclo 2021/22, fueron récord, representando el 26% y 24% (125 mil/mill. y 30 mil/mill respectivamente), del total aportado en el periodo considerado. De allí que resulta inadmisible que se transite por una de las crisis económicas más profundas de la historia, con altísimas cifras de pobreza e indigencia, un insostenible déficit fiscal y una espiral inflacionaria imposible de detener.

No obstante, a pesar de las erradas políticas destinadas a asegurar la “mesa de los argentinos” con incremento en las retenciones a la mayoría de los productos, limitación, cupo e incluso en ciertos casos prohibición de las exportaciones, restricciones en las importaciones de insumos estratégicos para el sector, y un régimen cambiario que limitaba notablemente los ingresos al productor, alejándolo cada vez más de los precios externo; la producción fue creciendo.

Así pasamos de volúmenes que rondaban las 75/80 mill/ton a inicios del siglo hasta el 2010/11 donde superamos la ansiada meta de los 100 mill/ton y luego alcanzar en 2018/19 el récord de 145 mill/ton, en un marco de mayores incentivos claro está, para luego entrar en una meseta en torno a 130 mill/ton difícil de superar.

Según análisis privados, la cosecha 2023/24 rondaría las 133 mill/ton, con una exportación cercana a 90 mill/ton, unas 37 mill/ton más que en el ciclo anterior. Los precios FOB medios oscilarían en torno a 375 dol/ton y por ende los ingresos se ubicarían por encima de 34 mil mill/dol con aportes ficales por “retenciones” de casi 8 mil mill/dol.

Sin duda, el nuevo gobierno se va a encontrar con una caja mejor que la del ciclo anterior, pero ojo, no todo será de libre disponibilidad, ya que cerca de 1.300 millones de dólares se ingresaron anticipadamente en este año, a través de los diferentes programas de “estimulo” instrumentados para paliar el escaso por no decir nulo nivel de reservas del Banco Central, además de costear los gastos de la política que insumió una de las más onerosas campañas eleccionarias por parte del oficialismo.

De lo expuesto se infiere, que la única posibilidad de crecer, es en un marco de estabilidad y reglas de juego claras.

Ello implica medidas inmediatas de desregulación económica, eliminando todo limite o traba a las exportaciones e importaciones, fideicomisos, etc. y gran parte de la enorme normativa vigente que solo obstaculiza el libre comercio, una urgente unificación cambiaria que evite la inequidad de los múltiples tipos de cambio y un paulatino ajuste de los derechos de exportación.

Estos conceptos, por años planteados por la Fundación Producir Conservando, en oportunidad de sus sucesivas proyecciones de producción de granos, seguramente nos permita salir del estancamiento actual y alcanzar nuestras metas de una oferta total hacia fines de la década por encima de los 170 mill/ton.

Por suerte, y a pesar de lo duro y costoso que puedan ser las nuevas medidas a adoptar, se acercan nuevos vientos para el sector.

Fuente: Producir Conservando