Seguir el legado de la empresa familiar no siempre resulta fácil, pero cuando se comparte una misma pasión todo resulta de forma más natural. Así sucedió con los Greco, la tercera generación que mantiene intacta la esencia que llevó al abuelo paterno Juan Carlos, a crear la que hoy es la cabaña de reproductores porcinos más antigua del país. Se trata de La Blanquita, nombre elegido en homenaje a su segunda hija Blanca Azucena quien falleció de meningitis a los tres años.

Todo inició en 1950 en la ciudad de 9 de Julio, provincia de Buenos Aires, con la compra de siete madres y un padre de la raza porcina Duroc Jersey que “en ese momento era la más tradicional”, cuenta el nieto del fundador, quien además lleva su mismo nombre. Si bien no llegó a conocer a su abuelo, recuerda lo que le transmitió su padre Carlos: “Mi abuelo contaba que las primeras exposiciones las hacían en carreta a pueblos cercanos como 25 de mayo” y que cuando enviaban los lotes de capones a los frigoríficos lo hacían en camiones sin cabina.

Con la incorporación de uno de sus dos hijos varones, la cabaña de los Greco siguió creciendo. Así, “al sumarse mi papá, otro apasionado por los cerdos, agregaron la raza Poland china y más adelante otras como Yorkshire y Landrace”, comenta Juan Carlos quien con sus dos hermanos menores (Marcos y Ayelén) aseguraron la continuidad de La Blanquita al involucrarse desde pequeños en las actividades del campo. “De chico le decía a mi mamá que llegaba a séptimo grado y para mí terminaba la escuela, ni bien llegaba a mi casa me iba con una linterna a mirar a los animales, a atenderlos, no quería hacer nada más”, recuerda el mayor de la tercera generación.

Es que desde niños el contacto con los animales fue permanente. A la cría de cerdos, su padre agregó aves y conejos. De esa forma agrandaron la cantidad de animales que hoy suman: las 6 razas de cerdos que hay en Argentina, cinco razas de ovinas, tres caprinas, 6 de conejos y varias aves, además de llamas y ponys que fueron los últimos en integrarse. “Siento un cariño especial por todos los animales, pero el cerdo siempre está un escalón más arriba que el resto”, confiesa Juan Carlos.

Genética de pedigree

En el campo ubicado en 9 de julio, más precisamente en la localidad de Dennehy, los Greco se dedican a la cría de reproductores para genética con animales 100% pedigree. “Los servicios que damos son servicios naturales. Tenemos varias líneas de cada raza y seleccionamos las madres para elegir el padre con el objetivo de seguir mejorando”, explica el cabañero.

Trabajan con genética nacional, aunque reconoce que “sería bueno poder traer genética de afuera para ir cambiando sangre que mejore la raza, pero las últimas importaciones que se hicieron fueron en la década del ‘90 desde Estados Unidos y hace unos 7 años algo de Brasil”. El motivo, agrega, es que además de que Argentina tiene un estatus sanitario muy alto, “las importaciones se abren y se cierran constantemente y llevan muchos papeles, mucha burocracia, se demora mucho”.

Con un staff de 120 madres de las seis razas, realizan cruzamientos, tanto de línea materna como de machos terminales. “Tenemos una línea de machos terminadores que siempre tratamos de ir mejorándola para llegar siempre a una mejor conversión y logar a un capón bien magro. En las madres apuntamos a la rusticidad y que puedan destetar a la mayor cantidad de lechones posibles”. La prioridad está enfocada en la funcionalidad de los animales, tanto en machos como en hembras: “Son para genética, tienen que desplazarse bien, tienen que tener un buen aplomo. Sin perder esa funcionalidad, tratamos de ir a lo que va pidiendo el mercado, hoy se trata de buscar animales magros, de buen jamón, buena paleta, buenos lomos”, afirma.

Cada segundo sábado de marzo, los productores pueden adquirir estos ejemplares porcinos en el remate que se hace en La Blanquita. “La tecnología va a avanzando, hoy contamos con ADN para saber quién es el padre, la madre, cuál fue el día en que se sirvió. Es importante la confianza para poder hacer las cosas bien”, dice Greco al recordar que años atrás “en los remates normalmente dábamos entre 25 y 30 transferencias de animales pedigree que se vendían a otras cabañas, pero nunca veíamos en ninguna exposición el nombre nuestro en el árbol genealógico de los animales, en cambio cuando se empezó con el ADN automáticamente empezaron a aparecer todos”.

En este sentido, el nieto enfatiza: “Lo que mi abuelo siempre trató de buscar es que uno sea responsable de cada animal y cumplir la palabra. Si bien esto es un negocio, tiene que ser un negocio para todos. Tratamos de que la persona que nos compra siga haciéndolo por mucho tiempo más. Hoy hay clientes que tienen más de 30 años, nos compra la tercera generación. En los remates que hacemos vienen personas que participan todos los años, algo que no es común. Es importante para nosotros porque significa que confían en nosotros. Eso es algo que nos inculcó mi papá y a él mi abuelo”.

Reconocimientos y valores

Desde sus inicios, la primera cabaña porcina de Argentina fue reconocida con diferentes premios. Con el tiempo, y las mejoras en el transporte, fueron sumando además la participación en exposiciones de otras provincias como Corrientes, Córdoba o Misiones. Principalmente, comenta Juan Carlos, “nos gusta ir a la rural de Río Cuarto que es más competitiva, se pueden llevar dos machos y dos hembras. Este año sacamos la Gran Campeona Hampshire, que fue la segunda mejor hembra de la exposición, y sacamos la reservada de Gran Campeón Yorkshire. Con los machos sacamos Campeón Duroc, Campeón Yorkshire y también fueron primer y segundo mejor machos de la muestra”.

Este año también durante la Fiesta del Agricultor realizada en 9 de Julio, fue reconocida como Mujer de Campo la mamá de los tres hermanos Greco, Graciela Reinhardt por su vida dedicada a la actividad rural.

Acá no hay sábados, domingos ni feriados, dice Juan Carlos quien admite que puede estar “horas hablando sobre los cerdos sin problema” porque no se imagina “vivir sin estar con ellos”. Si bien con su mujer, una correntina que aprendió a encariñarse con la raza porcina, no obligan a ninguno de sus cuatro hijos (que hoy tienen 13, 12, 10 y 4 años) a seguir con esta tradición, ya se vislumbra que puede haber cuarta generación de Greco para continuar el legado de La Blanquita. “Este es un trabajo que si no te gusta no tenés que meterte porque es muy demandante. Sí les enseñamos, que sepan hacerlo y que valoren lo que tienen. Que sepan lo que cuesta hacer las cosas”, comparte su padre para quien ser parte de la cabaña porcina más antigua del país “a veces te carga con un poco de responsabilidad por los años que tiene, pero es algo lindo, que a uno le gusta”. Junto a sus hermanos y su madre, reconoce que “al ser unos apasionados de esto lo hacemos como algo cotidiano, cuando miramos para atrás y vemos los años que hace que estamos, nos llena mucho de satisfacción”.

Fuente: ExpoAgro - Paola Papaleo