Acá estamos los productores y socios, trabajadores, expositores y todas las personas que nos visitan de nuestro país y de la región. Aquí están representados el Litoral: Entre Ríos, Santa Fe, Misiones y Corrientes; Formosa y el Chaco; el noroeste: Jujuy, Tucumán y Salta; los catamarqueños y los riojanos, los santiagueños, los cordobeses, los pampeanos y los puntanos; la provincia de Buenos Aires; Cuyo: San Juan y Mendoza; la Patagonia. Y cuando digo Patagonia, estoy hablando no sólo de Tierra del Fuego, Santa Cruz, Chubut, Río Negro y Neuquén; también están, representadas por los ex combatientes aquí presentes, nuestras islas Malvinas.

Este momento, en que estamos todos reunidos, y en que el país nos escucha, es una ocasión privilegiada. Debemos aprovecharla para analizar claramente nuestra realidad, en particular la del campo y la agroindustria.

Enfrentamos muchos problemas. Pero podemos ser optimistas, si trabajamos coordinando nuestras fuerzas.

El problema del campo que suele ocupar los titulares es la sequía. Y es verdad, la sequía nos marcó fuertemente. Pero lo más importante es que la sequía deja al desnudo, más que nunca, problemas más profundos que ella. Han quedado al descubierto las pésimas políticas agropecuarias que los gobiernos han instrumentado en la Argentina en los últimos 80 años.
Esas malas políticas las pagamos todos. Nuestra producción está estancada, trabada, debilitada y, si las condiciones impositivas y macroeconómicas cambiaran, podríamos producir mucho más.

Más allá de la sequía, el campo tiene otros problemas. Uno de ellos es el ataque que sufre la productividad del sector, y sus intereses legítimos, amparados por la Constitución Nacional.

Otro: el desarraigo creciente de los productores.

En primer lugar, como dijimos, la productividad y los intereses están en jaque. No somos una víctima aislada, es verdad: toda la sociedad argentina sufre el mal manejo de la economía nacional que hacen los gobiernos, llevados por conveniencias electorales.

En el caso de nuestro sector, el Estado actúa como socio desleal y forzoso. Lo hace a través de impuestos confiscatorios, discriminatorios y distorsivos, que se van acumulando sin lógica ni sentido, en todos los niveles: nacional, provincial y municipal. Lo hace a través del manejo del tipo de cambio, que obra como un instrumento de apropiación de la legítima rentabilidad del productor. Lo hace a través de información falsa, manipulando y exagerando, por ejemplo, la incidencia del precio de la carne vacuna en el índice de precios al consumidor.

El Estado, que debe trabajar para abrir mercados, irrumpe con intervenciones oportunistas, como las cuotas de exportación, la prohibición de importaciones indispensables, la manipulación de los fideicomisos, o los acuerdos prebendarios y proteccionistas con ciertas empresas. Intervenciones que falsean costos y precios, encadenan la libertad de comercio, y desalientan cualquier plan de inversión o crecimiento.

Los costos de la producción aumentan y el crédito a largo plazo desaparece. Las relaciones de trabajo se ven afectadas por una anacrónica legislación laboral que fomenta la industria del juicio.

Las medidas tomadas por el Gobierno esta semana no nos dan previsibilidad, y que quede bien claro: estas medidas se toman por una necesidad financiera del gobierno y no en beneficio de todo el sector. Necesitamos reglas claras, justas y previsibles que generen confianza y se puedan instrumentar. Estamos cansados de anuncios que nunca llegan a los productores.

Al mismo tiempo, el Poder Legislativo descuida su trabajo. Estamos en julio, y las sesiones de los legisladores pueden contarse con los dedos de la mano; dejan a nuestro sector sin leyes fundamentales (como por ejemplo, la ley de semillas), desconectando a la Argentina de la evolución tecnológica, o fuerzan sesiones sin sentido con el único fin de manipular al Poder Judicial.

Existe otro problema dentro del sector. Es el ataque contra el arraigo del productor que vive en el campo. La comunidad rural entera está discriminada en Argentina. No se salva de la inseguridad que, por otro lado, cunde en el país entero y afecta más a los que menos tienen; en el campo hay destrucción de producciones y viviendas, hay ocupaciones ilegales, hay desprotección, en general, contra el delito. La educación y la salud, en ambientes rurales, están ausentes, o diezmadas, o destruidas. La luz, el gas y la conectividad llegan a precios imposibles de pagar, o directamente no llegan. Tampoco las rutas en buen estado, ni los puentes, ni los trenes, ni el transporte fluvial.

¿Cuál es la consecuencia? Los productores somos expulsados del campo. Nos vemos forzados a buscar el sustento en otro lugar, dejando el campo improductivo. Hago aquí un breve ejemplo, para considerar el caso de Santa Cruz. En esa provincia siguen cerrándose campos, simplemente porque el Estado no se ocupa de equilibrar la producción agropecuaria con la preservación de la fauna autóctona y la diversidad biológica. Consecuencia: los productores ganaderos abandonan la Patagonia.

El campo es el único sector que genera divisas netas genuinas, para que la Argentina funcione.

Sólo en concepto de derechos de exportación, el campo viene aportando al país 170.000 millones de dólares en los últimos 21 años. ¿Cuál es la respuesta del Estado? El ataque a la productividad del campo. La infraestructura rural se cae; existen no sabemos cuántos tipos de cambio, oportunistas y desestabilizadores; y un impuesto inflacionario de más del 100% anual que agudiza la pobreza, llevándola al vergonzoso 42% de la población. La producción no puede menos que sufrir: sólo desde el momento en que se reinstalaron las llamadas retenciones, más de 100.000 productores han tenido que abandonar la actividad.

El resultado es que la Argentina está, increíblemente, en peor situación que todos los países vecinos, a pesar de que tenemos excelentes condiciones naturales. A fines de la década del ’60, Argentina lideraba el mercado global de carnes y, actualmente, seguimos exportando la misma cantidad de toneladas anuales; mientras tanto, Brasil multiplicó sus exportaciones 29 veces. En cereales y oleaginosas, nuestro desempeño refleja la misma tendencia: nosotros duplicamos nuestra producción, pero Brasil la triplicó. Nuestra producción de leche está estancada, y la exportación de leche en polvo es la misma de hace 20 años; Uruguay, en el mismo lapso, triplicó sus exportaciones y está a nuestro mismo nivel. En materia forestal, Uruguay multiplicó sus exportaciones por 8, Paraguay y Chile por 3; Argentina sigue en el mismo nivel de 1970. Y lo mismo sucede con diferentes producciones regionales, como las manzanas y peras, los limones, y las aceitunas.

Lo único que se multiplicó en Argentina es la pobreza: los beneficiarios de planes sociales pasaron de 100.000 en 1999 a 14 millones en 2022; se multiplicaron 140 veces. Mientras tanto, el dinero de los impuestos se invierte en medidas populistas, y en pagar una enorme fiesta demagógica, que destruye la cultura del trabajo.

Todo esto lleva a una conclusión: está claro por qué camino no hay que ir. A los nuevos gobernantes les pedimos, no que dejen de ayudar a los necesitados, sino que lo hagan respetando su dignidad, a través de medidas económicas que creen puestos genuinos de trabajo.

Hemos hablado de los problemas del campo que nos preocupan, por eso nuestra entidad sigue interpelando activamente a la política.

Basados en nuestro derecho constitucional a peticionar ante las autoridades, nos hemos reunido, junto a la Mesa de Enlace, con los gobernadores, sin importarnos su procedencia partidaria. No solo hemos defendido a los productores, sino que también hemos apoyado a las Provincias expoliadas por el Gobierno Nacional mediante tributos abusivos.

Las retenciones son un impuesto pésimo, por abusivo y por discriminatorio. Peor aún en los tiempos de sequía que nos ha tocado vivir, en los que el Estado, como si fuera un acreedor privilegiado, se ha quedado con el poco rédito que ha logrado salvar el productor, o les ha cobrado inclusive a los productores que estaban en situación de quebranto.

Hace un año, desde este lugar, anunciamos que habíamos presentado un amparo judicial, asumiendo la defensa de los productores frente a las retenciones. Inmediatamente, el Gobierno nacional y la AFIP, en un embate coordinado, intentaron quitar la causa a los tribunales federales de Córdoba. Y hace pocos días, el Poder Judicial, defendiendo el valor republicano de la justicia, ratificó a los jueces naturales de la causa, y garantizó así, la continuidad del proceso y el acceso a la Justicia para todos los productores del país.
Señores: la Justicia debe ser rápida, eficaz e independiente.

Y hablando de Justicia, queremos resaltar el accionar de la Corte Suprema de la Nación, qué por estos días, resiste el embate del gobierno que ignora la división de poderes, un pilar fundamental del buen funcionamiento de la democracia. Esos son los ejemplos que se deben defender.

Además, seguimos reclamando frente a las políticas que buscan hacer que el campo pague los errores económicos del Gobierno, como por ejemplo la resolución del Banco Central, que busca extorsionar a los productores, limitando su derecho a vender la soja y el trigo cuando lo consideren necesario.

Al mismo tiempo que actuamos frente a los problemas del momento, estamos trabajando para prever el futuro inminente. Estamos reuniéndonos con los candidatos, a la presidencia, a las gobernaciones provinciales y a otros cargos, que se postulan para las elecciones de fin de este año. Los hemos convocado ya, para interpelarlos en cuanto a la problemática de nuestro sector y del país, y presentarles nuestras propuestas.

Frente al poder público, la Sociedad Rural reclama, pero no se queda en la queja. En abril, hemos entregado el documento “Lineamientos generales de políticas públicas” a cada referente político. Y, hace pocos días, junto a casi 60 entidades, hemos presentado el documento “Agrobioindustria: Aportes para un país diferente”. Para cada problema que señalamos, proponemos una solución.

Al mismo tiempo, buscamos fortalecer nuestro trabajo con las entidades del sector privado con las que tenemos tanto en común. Seguimos actuando en coordinación con la Mesa de Enlace de las entidades agropecuarias. Además, estamos en contacto con el Foro de Convergencia, el Grupo de los 6, el Consejo Interamericano de Comercio y Producción, la Cámara Argentina de la Mediana Empresa, y demás entidades técnicas y políticas.
Estamos trabajando también en el campo de la sostenibilidad. La Rural incorpora y se aferra con convicción al concepto de sostenibilidad de Triple Impacto, equilibrando el cuidado del Medio ambiente con lo Económico y lo Social, para generar un desarrollo integral.

En ese sentido, podemos estar orgullosos: el único sector de la economía argentina que ha reducido la emisión de gases responsables del calentamiento global es el sector de la agricultura, la ganadería y la forestación.

Las anomalías climáticas no dejan dudas. En el campo siempre fuimos conscientes y responsables a la hora de producir. Entendemos el enorme desafío que esto significa. Por eso, junto a Crea, Apresid, la Came, el Conicet y varias otras Oenegés ambientalistas, nos planteamos unificar criterios para medir la huella de carbono en nuestros establecimientos. Esto lo haremos, en primer lugar, para defender los intereses nacionales en la comercialización de nuestras producciones, superando barreras internacionales basadas en criterios ambientales; y en segundo lugar, para incentivar las buenas prácticas agropecuarias.

En este sentido también, firmamos un convenio con la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, para ayudar a que esta ciudad consiga ser “Carbono Neutral” y de esta manera el campo va a capturar y remover las emisiones que la ciudad no pueda disminuir, potenciando el cuidado del planeta.

Permítanme ahora dirigirme en especial a nuestros socios.

En este año, hemos estado presentes en los lugares más diversos del país y en las problemáticas que afectan a la diversidad de las producciones regionales. Habíamos dicho: “donde haya un productor, ahí vamos a estar”. Y hemos honrado nuestra promesa.
Junto con los Delegados y Directores, hemos conectado los gobiernos provinciales con los productores. Hemos realizado las reuniones de nuestra Comisión Directiva en diferentes zonas productivas del país. Nos hemos interiorizado de las diferentes problemáticas, les hemos dado visibilidad y hemos apoyado las acciones promovidas por los productores tabacaleros de Salta y Jujuy, los productores de maní de Córdoba, los fruticultores del valle del río Negro, los forestadores del Litoral, los yerbateros de Misiones, los algodoneros del Chaco y los vitivinicultores de Cuyo, los ganaderos ovinos de la Patagonia, los tamberos y productores porcinos de Santa Fe y Córdoba y también, los horticultores de la provincia de Buenos Aires.

Ahora quiero referirme especialmente a los trabajadores rurales, los que están aquí presentes, y los que están en este momento en el campo, los que llevan adelante cada una de las actividades. Y, en este punto, debo hacer una observación. Es necesario hablar en un mismo idioma con la Unión Argentina de Trabajadores Rurales, y no en idiomas diferentes. Buscar acciones en conjunto a favor del desarrollo del campo. Entender de una vez que estamos en el mismo barco. Porque, como dijo un dirigente sindical del sector, “Sin trabajadores no hay productores, y sin productores no hay trabajadores”.

Pongamos la mirada ahora en la estructura misma de la Sociedad Rural. Estamos produciendo un cambio cultural. Estamos modernizando nuestra institución. Estamos instalando un liderazgo mucho más horizontal, e implementando una forma más productiva y eficiente de tomar decisiones. En nuestra última Asamblea, y por unanimidad, hemos hecho cambios en nuestro Estatuto. Hemos aprobado el voto electrónico. Hemos limitado en el tiempo el mandato del Presidente y eliminado las elecciones de medio término. Con esas medidas hemos buscado fomentar la renovación en los puestos directivos.
Estamos transformándonos, para transformar. Dicho sea de paso: ojalá la política evite también, por una parte, la eternización de los dirigentes, y, por otra, que vivamos en permanente campaña interna. En la Sociedad Rural, y en la política en general, la campaña para ocupar cargos debe consistir no en hacer propaganda de sí mismo y denostar al adversario, sino en dar pruebas de buena gestión.

Por otra parte, quiero mencionar a los Delegados Zonales, la columna vertebral de la Sociedad Rural. Nos hemos dedicado a consolidar el ejercicio de su rol en cada lugar del país, porque son el seguro para conservar la comunicación, el intercambio de consultas y decisiones; en definitiva, el accionar gremial de nuestra institución.

Estamos profundizando nuestro trabajo con el Consejo Federal, y también con el Ateneo de Jóvenes, que cumple 40 años y es el semillero para la continuidad de la acción gremial de la Rural. Quiero destacar el acompañamiento que recibimos constantemente de los Jóvenes en nuestras recorridas por el país.

Continuamos trabajando en nuestra relación con todos y cada uno de los Socios, mejorando la comunicación y el perfeccionamiento de los servicios.

En cuanto a infraestructura del predio, hemos renovado esta pista y una cantidad de mejoras edilicias en lugares diversos. También hemos instalado el parque de paneles solares más grande de la ciudad, que genera el 35% de la energía del predio.

La acción de la Rural, como vemos, es fruto del compromiso y el esfuerzo. Por eso es que todos ustedes están invitados a involucrarse con la Sociedad Rural, a unirse con nosotros en nuestras diferentes líneas de actividad.

Quiero entrar ahora con ustedes en el terreno de la política general.

Este año celebramos un hecho fundamental: hemos logrado 40 años de ejercicio ininterrumpido de la democracia. 40 años de institucionalidad. 40 años que supimos conseguir pero que nos hacen responsables del futuro.

En estos años hemos podido dejar atrás la violencia armada de carácter político, hemos logrado votar, y renovar a nuestros gobernantes.

Pero nos falta, es verdad, ejercer plenamente y consolidar la democracia; es decir, dejar de lado el vaivén entre extremos, y reducir la costumbre de romper siempre con lo anterior, en vez de lograr políticas de Estado basadas en el acuerdo. La política prefiere muchas veces ocuparse de las rencillas entre los políticos, en vez de ocuparse de los argentinos; se gasta mucho tiempo en frivolidades y pequeñeces, esta semana lo viví en carne propia. A los argentinos, nos interesan las ideas y la acciones. Cuando surge un motivo de alegría general (como por ejemplo, nuestra victoria en el Mundial de fútbol), o un objetivo claro y en función del bien común (como por ejemplo la ayuda a las regiones del Litoral devastadas por los incendios), es cuando se nota que los argentinos podemos hacer lo que los políticos no pueden: unirnos, festejar nuestros logros y atender a nuestras necesidades.

Sin embargo, el ejercicio institucional va mejorando lentamente. Además, en estas elecciones aparece un dato importante: la mitad del padrón, son menores de 40 años, ósea que han nacido en democracia. Aprovechemos a esta juventud, ajena a las divisiones del pasado, para dejar atrás las grietas que nos separan.

Nos quedan deudas pendientes. Hay entre nosotros intentos de desarmar las instituciones y la división de poderes, violando la Constitución Nacional y tolerando prácticas populistas. El ejercicio de la política está plagado de fallas, como la corrupción, el clientelismo, el nepotismo y la manipulación de los votantes. Como dijo el doctor Favaloro: “Parece increíble, pero acá hay veces en que los honestos tenemos que dar más explicaciones que los corruptos.”

La política descuida mientras tanto a la educación, que ha caído como nunca en calidad y en alcance.

Como consecuencia de todo lo anterior, la pobreza llega al 42% de la población, y los gobiernos prefieren emitir moneda y multiplicar planes sociales, a sanear la economía y procurar oportunidades de trabajo genuino y crecimiento real.

Frente a una situación tan crítica, nuestra respuesta es: profundicemos la democracia republicana. La respuesta no es el autoritarismo ni el populismo. La democracia debe ser reivindicada, rescatada, perfeccionada. Como dijo el ex presidente español Felipe González, “la inmensa ventaja de la democracia no es sólo garantizar el buen gobierno, sino también que podamos cambiar el gobierno con nuestro voto”.

Nos preocupa, sobre todo, el rescate de los valores. Si hay algo que distingue al hombre de campo, es el hecho de que tiene palabra. Respeta los valores. Por eso, desde aquí, defendemos la honestidad, la libertad, la igualdad de derechos y de oportunidades, la propiedad privada, el progreso basado en el mérito y el respeto a los valores republicanos.

Llamamos a la conciencia de cada uno, frente a las próximas elecciones. El que sea gobierno a fin de este año deberá subordinarse a la Constitución y dejar al margen los vicios de la política. Cada uno de nosotros es el guardián de los valores ciudadanos: poner el voto en 2023 es definir nuestro futuro.

Además, nuestro sector debe involucrarse a nivel político, en los lugares donde se toman las decisiones. Hay que lograr que las decisiones de los funcionarios respondan a políticas de Estado, definidas para el campo y la agrobioindustria. Y que las medidas se tomen no para beneficiar o perjudicar a un partido político, sino para apoyar a los sectores productivos. El país necesita representantes del campo en la creación y reforma de las leyes, sino caeremos nuevamente en errores, como el de Misiones, que perjudican a la producción de toda una provincia. Nuestro desafío, en resumen, es encontrar la forma de hacer crecer la representatividad del sector en las instituciones públicas. No queremos que nos exploten, sino que nos escuchen y nos apoyen.

Estamos acostumbrados a lidiar con el clima, respetando la naturaleza. Ese mismo respeto lo exigimos de los que ejercen los cargos políticos. La política debe dejar de ser un medio de vida y volver a ser un acto de servicio.

Hacemos un llamado de atención, especialmente, a las personas que ambicionan ocupar cargos públicos en las próximas elecciones. El campo no va a ser un espectador pasivo. El campo va a ser protagonista de la realidad nacional, de una nueva Argentina.

Los últimos gobiernos han marchitado la dignidad de las personas. Han ahogado la meritocracia y las expectativas, las ganas de progresar, la iniciativa privada; han atrofiado el futuro, expulsando a los argentinos a otros horizontes.

Pero nosotros sabemos que tenemos un enorme potencial en las manos. No perdamos la confianza en nosotros mismos. No perdamos la ilusión de ir hacia adelante.
Defendamos, no a los políticos, sino a las instituciones.

Cada uno de nosotros, como ciudadano, y el campo, como sector, somos los responsables de que las instituciones existan, y cumplan con sus funciones. La responsabilidad está en nuestras manos: hay que asumirla. La Sociedad Rural está en ese camino; invitamos a todos los productores a que se unan a nosotros, para mantener vigentes y activas a las instituciones del campo.

Estamos eligiendo, ya, a servidores públicos a quienes confiaremos el rumbo del país. ¿Cuándo será el día en que un gobierno saliente no deje al siguiente un campo minado de problemas por estallar? ¿Cuándo será el día en que el gobierno que asuma no se cruce de brazos quejándose de la famosa “pesada herencia recibida”?
A los nuevos elegidos, y a toda la clase política, les vamos a exigir la construcción de un país donde haya un futuro para cada argentino.

Un país donde todos trabajemos (y aquí pido a todos que me acompañen con sus banderas)
para constituir la unión nacional,
afianzar la justicia,

consolidar la paz interior,
proveer a la defensa común,
promover el bienestar general,
y asegurar los beneficios de la libertad,
para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo
que quieran habitar en el suelo argentino.
Junto a todos ustedes, declaramos inaugurada la centésima trigésima quinta Exposición Internacional de Agricultura, Ganadería e Industria.