El sector agrícola continúa lidiando con las devastadoras consecuencias de la crisis que atravesó durante el segundo semestre del 2022 y los primeros meses de este año, debido a los fenómenos climáticos como sequías extremas y precipitaciones irregulares.

Estos eventos climatológicos han provocado un colapso sin precedentes en este subsector, evidenciado por la caída del 20% en su PBI durante el mes de abril, informó el titular del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), Alex Contreras.

Según el funcionario, es la mayor desde que se tiene un registro sobre el PBI agrícola y se atribuye a la reducción en la superficie sembrada de los principales cultivos transitorios del país.

De acuerdo con datos oficiales, entre agosto y noviembre del año pasado, se registró una disminución del 20,3% en la superficie sembrada en comparación con el mismo periodo de la campaña agrícola previa.

Entre los cultivos más afectados se encuentran el trigo (-49,9%), quinua (-34,4%), arveja grano (-34,3%), frijol (-27,8%), maíz amiláceo (-23,2%), papa (-18,6%) y otros.

El ministro de Economía también detalló que el ciclón Yaku y el fenómeno de El Niño han afectado cerca de 42.000 hectáreas de cultivos, lo que equivale a cerca del 2% de la superficie agrícola nacional. Además, señaló que estos eventos climatológicos ocasionaron la pérdida de casi 39.000 hectáreas.

Crisis continuaría

El director ejecutivo del Cepes, Laureano del Castillo, indica que se espera que la caída del PBI agrario persista en los próximos meses debido al impacto negativo del cambio climático en los ciclos biológicos de las plantas, provocado por las fluctuaciones en las temperaturas.
A modo de ejemplo cita que actualmente hay problemas en la floración de mangos de exportación y plagas en las plantaciones de limón.

Si bien refiere que en este momento aún no es posible cuantificar el impacto de la reducción del PBI, advierte, a medida que la situación evolucione, que se podrán identificar los posibles problemas de abastecimiento o escasez de ciertos productos.

"Menos producción implica menos transporte y comercialización, lo que puede provocar escasez de productos y aumentos de precios", comenta.

Finalmente, alerta que esta situación conduce a cambios en la dieta de las personas, lo cual pone en riesgo su seguridad alimentaria. "Esto afectará principalmente a los hogares más pobres", concluye.