Cuando se habla de vinos en Argentina existen provincias que emergen en el acto: Mendoza y Salta, por ejemplo. Sin embargo, hay viñedos y tradiciones largas de producción de vino en San Juan, La Rioja y Catamarca, por mencionar algunas otras, que no necesariamente saltan a primera vista. Algún genio del marketing hablará de posicionamiento y tendrá razón.

Pero no por menos posicionados se caen del mapa. Lo que sucede en el país es que las distancias a veces, además de geográficas, son culturales. Eso es lo que me traje de mi experiencia al visitar Catamarca Productiva Expo Tech, invitado por el Gobierno de la provincia: una feria agropecuaria que nuclea la extensa producción de aquella provincia norteña.

En los pasillos de la expo había desde producción de miel –muy rica– a soja, tabaco y ganadería, pasando por especias, frutas secas y confitados, lanas –qué maravilla la alpaca–, tejidos y un largo etcétera que va desde la o de oliva –un hit regional– y llega hasta la v de vino.

En ese marco, organizamos con los productores de vino un tasting cara a cara. La idea era que pudiéramos ponderar dentro del contexto nacional qué hay de interesante en Catamarca.

La necesidad de hacerlo estaba a la vista: de unos 4.000 vinos de Sudamérica que caté en 2022, apenas 4 provenían de esta provincia. Pero con solo mirar las estadísticas productivas algo llama la atención.

Con unas 2.800 hectáreas de viña (el 1,3% de Argentina), de las cuales unas 1.700 son variedades finas de vinificar, una superficie comparable a Patagonia, por ejemplo, y representa la mitad de Salta, ¿cómo puede ser que me sobrara una mano para contar los vinos que llegan a mi mesa?

Ahí es cuando la distancia es algo más compleja que la suma de los kilómetros. Llegar al mercado también es aventurarse. Y en ese sentido la expo fue una buena oportunidad para darse a conocer.

Al menos tres Catamarcas

Llegar a San Fernando de Catamarca es un vuelo tan largo como ir a Mendoza. Claro que hay solo un vuelo diario desde Buenos Aires. El punto es que desde la capital provincial hasta la zona vitícola hacen falta entre tres y cinco horas, depende a dónde se vaya.

Como el tiempo era escaso esta vez, nos encontramos con los productores con la excusa de la Catamarca Productiva Expo Tech.

Para que se entienda: en ese marco caté unos 40 vinos en una sola tarde en la bodega Andreatta, a pocos minutos del centro. Pero la realidad de las copas, sus vertientes de gusto, llevó mi mente a deambular por los valles andinos.

Una cosa eran los tintos tocados por la temperatura y el sol del Valle de Pomán y otra muy diferente la acidez y frescura de las frutas de Fiambalá, o la intensidad y estructura de algunos tintos de Santa María.

Es decir: tres casos diferentes de terroir, con expresiones singulares cada uno de ellos. En las tres el sol era el hilo conductor.

Por eso es que la primera idea que nació en mi cabeza al cabo del tasting es que Catamarca es diferente a otras regiones andinas y merece entenderse como tres grandes terroirs, al menos al comienzo:

El valle de Pomán hasta Andalgalá, en promedio a unos 900-1000 metros, dejando aparte los faldeos altos para hablar de algunos lunares, como El Potrero o Mutquin.

Los valles altos de la herradura que va desde Fiambalá hasta Punta del Agua, trepando desde los 1500 a los 2000 metros sobre el nivel del mar.

Santa María & Hualfín, en la cola catamarqueña de los Valles Calchaquíes, forman algunos rincones entre 1800 y 2100 metros de altura.

En pocas palabras, decir Catamarca es decir poco de sus vinos sin el registro puntual de los valles. El asunto es que aquí las distancias ya no son culturales, sino reales. Entre Fiambalá y Santa María hay cinco horas de viaje y otras tantas para llegar hasta San Fernando de Catamarca. Y eso hace que sean además de paisajes diferentes, regiones humanamente distintas.

Qué vinos de Catamarca probar

Los vinos de zonas solares tienen un hilo conductor: la riqueza de paladar, la concentración subida de tono y la intensidad de sabor. Los tintos catamarqueños no escapan a esta lógica, sólo que, según el Valle, se intensifica o reduce esa relación.

Más alto, podría decirse generalizando, los vinos son menos sucrosos en boca, con mayor frescura e intensidad. Es lógico, dado que tienden a conservar más frescura y a madurar a otra velocidad.

Con todo, el desafío para estas regiones es conservar y trabajar la frescura de sus vinos.
Esta vez no visité viñedos, pero los vinos hablan de esa intensidad de sol y de climas extremos.

De los más de 40 que probé, en esta selección por productor hay varios tintos y algún que otro blanco para descubrir. El dato es que son vinos accesibles en precio: al menos en el mercado de San Fernando están entre los $1300 y los $4000.

Tierra de Volcanes

Carlos Longo es la segunda generación de productores, entre otras cosas, de uva, y lleva una finca en Tinogasta. Acaba de construir una bodega bien equipada y trabaja con uvas propias. Probé dos vinos bien interesantes de este productor. Tierra de Volcanes Torrontés 2022 está elaborado en un estilo más herbal, con notas cítricas y de albahaca y una boca vibrante y delicada. También caté Tierra de Volcanes Cabernet Sauvignon 2020; criado 12 meses en barrica, expresivo y con nota de tomillo, abre un paladar jugoso e intenso en sabor.

Carlos Arizu

La bodega es conocida como Tizac o Cabernet de Los Andes -esta es la razón social– y está a las afueras de Fiambalá. Arizu, con 76 años hoy, se instaló allí en la década de 2000, en una antigua propiedad de Graffigna, y desde entonces elabora vinos con uvas orgánicas, menos concentrados que el promedio del valle, pero sobre todo bien expresivos, de pura fruta. Particularmente interesantes resultan Tizac Malbec Reserva 2022 y Alto 3 Malbec 2019. El primero emplea uvas de Tinogasta y es frutado y de cuerpo medio; el segundo, de la localidad de Palo Blanco, más arriba de Fiambalá, y ofrece una fruta fina y frescura jugosa.

Finca La Bordalesa

Anabela Albarracín es oriunda de Santa María. En 2012, al cabo de rodar la vida, volvió al pago chico e inició su actividad como bodeguera tras vender unos terrenos que había heredado. Compró dos viñedos, a ambas márgenes del río Santa María, y con esas uvas produce unos vinos curiosos con las marcas Albapura y Privilegio del Valle. Probé Albapura Torrontés 2022, un raro y rico ejemplar floral y algo salado, que le da un tono; Privilegio Malbec 2023 –aún no lo embotella– ofrecía la aromática de fruta negra y especiada típicas del lugar, con un paladar salino y jugoso. Sus vinos ganarán precisión en la medida en que segmente la uva en el viñedo, de eso estoy seguro.

Bodega Michango

Oscar Andreatta volvió a comprar la bodega que la familia había vendido en los ´70, luego de un accidente en una antigua moto inglesa. El dinero que cobró del seguro alcanzó para acondicionar la bodega a las afueras de San Fernando de Catamarca. Las uvas provienen de Siján, en el valle de Pomán, y los vinos hablan de ese paisaje solar. Con la enología de Marcelo Moreno, produce tintos maduros y con frutas ligeramente confitadas, entre los que destaca Andreatta Blend 2022, con una estructura liviana apuntalada en el roble, como también Andreatta Malbec 2023, nuevo y de unas frutas rojas y negras vibrantes.

Puesto del Marqués

Es una bodega grande, especializada en graneles de calidad, que embotella algunas marcas propias como Puesto del Marqués y Quebrada de las Flechas. El dato: trabajan con uvas de Chilecito (La Rioja) y Santa María (Catamarca). Probé los vinos elaborados con uvas de los faldeos del cordón Calchaquí, a 1900 metros, y con la enología de Leandro Vera y Fabián Miranda. Quebrada de las Flechas Malbec Reserva 2022 es un ejemplar vallisto en su fruta madura y especiada, con un paladar jugoso y de notable intensidad. Con carácter aún más marcado, Quebrada de las Flechas Cabernet Sauvignon Reserva 2022 tiene una punta de pimiento y especias que dan el tono y abren un paladar igualmente jugoso e intenso, como una marca de estilo.

Altura de los Viñedos

Oriundo de Fiambalá, la historia de Diego Espinoza arranca con la bodega Don Diego, donde hizo sus primeras armas. Con el tiempo y sus propias manos construyó en las afueras del pueblo su bodega, que está casi terminada. Autodidacta, les pone cabeza y corazón a sus vinos. Probé Altura de los Viñedos Malbec 2021, que está con una volátil alta; y Altura de los Viñedos Cabernet Sauvignon 2023, de una delicada nota de cassis y especias, además de un paladar jugoso. Este último habla del sabor de las uvas y de la capacidad del productor para trabajarlas, el primero de las dificultades que tiene para conservarlos. Con poco logrará buenos resultados.

Bodega Veralma

Desde Tinogasta, donde tiene un viñedo y olivar a la vera de la ruta 60, la bodega elabora con la enología de Santiago Palero uvas propias en tres líneas: Seismiles, Entretantos y LA Gesta. Probé varios vinos de ellos. Destacan Entretantos Malbec 2022, con crianza en un estilo maduro y con un punto de sol en las uvas, así como Blend de Montañas 2021, que combina 60% Malbec y 40% Cabernet Sauvignon, El Cabernet le da una energía más intensa, junto con una fruta más precisa. De las bodegas nuevas es la que tiene recursos más profesionalizados.

El Symbol

Elabora con uva de un paraje montañoso más allá de Andalgalá, al pie del Ambato, con un viñedo plantado en una quebrada bien estrecha, por lo que el vino, a diferencia del resto de los tintos de la región, ofrece cierta falta de luz. Eso lo convierte en un distinto. Probé El Symbol Malbec 2021, también con enología de Marcelo Moreno, vino delicado y de frescura notable, con fruta roja y fina.

La Indómita

Es la bodega municipal de Fiambalá. Estaba especializada en la elaboración de mosto, pero desde 2022 produce solo vinos tintos. Probé La Indómita Malbec 2021, en un estilo maduro y de riqueza etílica, pero con una nota de fruta roja y negra intensa y precisa. Tinto potente y vallisto, sucroso y de rico sabor.

En los pasillos de la expo probé otros vinos más artesanales y, nobleza obliga, ofrecen un panorama muy errático. Con todo, una cosa me queda clara luego de este rodaje: en los valles andinos y a las puertas de La Puna, hay margen sobrado para descubrir nuevos sabores. Si no llegan al mercado, buscarlos puede ser la excusa perfecta para viajar y sorprenderse.

Fuente: Vinomanos