Organizado por el Gobierno de Mendoza, el Consejo Federal de Inversiones (CFI), la Asociación Forestal Argentina (AFoA), el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo), bajo el lema “El rol vital del bosque en tiempos complejos y cambiantes”, el VIII CONFLAT y V Congreso Forestal Argentino abarca los siguientes ejes: cambio climático, ecología, biodiversidad y genética forestal, sostenibilidad social y educación forestal, biometría, silvicultura e innovación productiva y competitividad económica.

Por su parte, la Comisión Internacional del Álamo y otros Árboles de Crecimiento Rápido que Sustentan a la Población y al Medio Ambiente (CIA) de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO), la Dirección Nacional de Desarrollo Foresto Industrial de Argentina y la Comisión Nacional del Álamo de Argentina, apoyaron en la segunda jornada del martes 28 de marzo, la realización del simposio “Cadenas de valor forestal sostenibles para economías más resilientes, inclusivas y carbono-neutrales ante los desafíos ambientales”.

“Es necesario detener la deforestación y la degradación forestal, restaurar los bosques y territorios degradados y fomentar la utilización sostenible de estos", expresó Jorge Meza, representante de la FAO para Argentina y Uruguay, durante la apertura del simposio.
Y agregó: “Pero adicionalmente es importante la construcción de cadenas de valor forestal sostenibles, es decir, no solo preocuparse del recurso bosque, sino también, de todos los elementos que constituyen la cadena de valor, desde las semillas y las técnicas silviculturales, hasta el usuario y su comportamiento en la selección y uso de productos que provienen de los bosques, e incluso de sus servicios ecosistémicos. Este evento busca una reflexión más profunda entorno de las cadenas de valor forestales”.

“Es clave aprovechar el potencial de los árboles de rápido crecimiento en el proceso de la bioeconomía. Hablamos de aquellos cultivados en rotaciones cortas (3 a 25 años), que son de fácil propagación a partir de esquejes, son adecuados para el cultivo intensivo para la producción de biomasa para bioenergía, biocombustibles y bioproductos y tienen facilidad de hibridación entre especies”, comentó Thaís Linhares-Juvenal, especialista forestal de FAO, y secretaria de la Comisión Internacional del Álamo y otros Árboles de Crecimiento Rápido que sustentan a la Población y al Medio Ambiente (CIA).

Linhares- Juvenal expuso en la primera parte del simposio, sobre Bosques plantados de rápido crecimiento: bases científicas y lecciones aprendidas para una forestería sostenible e inclusiva y remarcó que “los árboles de rápido crecimiento se pueden utilizar en asociación con varios tipos de cultivos y con el ganado, y ofrecen beneficios tales como microclima favorable, mejoran la fertilidad del suelo, reducen la velocidad del viento y aumentan la humedad relativa para cultivos poco plantados, y aumentan la biodiversidad”.

En Argentina, la cifra oficial de bosques cultivados de especies de rápido crecimiento, como son el pino, eucalipto, álamos y salicáceas, alcanza 1,3 millones de hectáreas plantadas, concentradas en mayor medida en la región de la Mesopotamia y Delta del Paraná. A su vez, en diversas provincias del país, la industria forestal es motor de desarrollo en el territorio, con múltiples beneficios sociales, ambientales y económicos.

Los bosques de América Latina y el Caribe juegan un papel clave en la mitigación del cambio climático y la conservación de la biodiversidad. Alrededor del 22% de los bosques del mundo se ubican en esa región, mientras que en América del Sur se encuentra el mayor bloque de bosque tropical del mundo, en la cuenca amazónica, que comprende una enorme diversidad de especies, hábitats y ecosistemas.

“El uso responsable de los recursos naturales es un componente esencial del desarrollo sostenible, y la gestión forestal es una herramienta para lograrlo. Los productos madereros producidos de manera sostenible y legal y sus cadenas de valor son una fuente confiable de material renovable neutral en carbono al tiempo que contribuyen a los medios de vida”, concluyó Linhares- Juvenal.

“Debemos hablar de bioeconomía circular, reemplazando el modelo lineal de producción de la madera, lo que significa una intensificación de la creación de valor por hectárea, una mayor eficiencia de los recursos y crear más puestos de trabajos en cada parte del proceso. Esto requiere eficiencia en los materiales usados”, explicó Vincent Gitz, director de Plataformas y Alianzas para América Latina del Centro Internacional de Investigación Agroforestal CIFOR-ICRAF, quien brindó la charla magna del simposio.

Según el investigador, "no hay que trabajar en los bosques sino en la cadena de valor”. ¿Cómo llegar a esto? Gitz propuso 3 áreas de acción: estructurar las cadenas de valor de la madera y los productos forestales no madereros, optimizando la coincidencia del producto de madera con los usos e integrando el diseño del producto con su posibilidad de reutilización y reciclaje; aprovechar el potencial de producción a corto plazo construyendo una agenda sólida de bosques plantados; y desarrollar políticas nacionales, internacionales, de investigación e innovación. La necesidad de integración de la biodiversidad en el sector forestal ha sido abordada por la FAO y el CIFOR, en un estudio en el que se evalúan buenas prácticas y soluciones que equilibran la conservación y el uso sostenible de los bosques. Se describen ocho estudios de caso de países, se examinan los progresos realizados y se esbozan las herramientas técnicas y políticas disponibles para los países y las partes interesadas para integrar eficazmente la biodiversidad en la silvicultura. Los bosques proveen servicios ecosistémicos esenciales para el bienestar humano, ya que permiten asegurar el suministro de agua, proporcionar espacios recreativos, mitigar el cambio climático, entre otros. La gestión sostenible de todos los bosques es crucial.