La semana pasada se conoció el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de febrero, el cual resultó en una suba del 6,6% mensual. La división “Alimentos y bebidas no alcohólicas” mostró un incremento del 9,8% mensual y, dentro de ella, los distintos cortes de carne vacuna que componen la canasta de referencia registraron aumentos mensuales superiores al 30%.

Si solamente miramos la foto, la incidencia de la carne vacuna en el aumento general de precios del mes resulta más que significativo. Más aún si se tiene en cuenta la alta ponderación que -por metodología- se le otorga al precio de la carne dentro de la composición de dicha canasta de referencia. De acuerdo a la última revisión realizada por el INDEC a diciembre de 2016, dentro de la estructura de ponderaciones regionales del IPC, la carne y sus derivados participan con casi 7 puntos porcentuales en el total general mientras que dentro de la división Alimentos esta participación asciende a 30 puntos.

Esta alta participación es precisamente la que sitúa a la carne -en particular la vacuna- en el foco de control de todos los gobiernos, con programas de precios cuidados, restricción de exportaciones, etc.

Si observamos el recorrido que ha estado teniendo el precio de la carne en los últimos meses vemos claramente que la denominada “suba de los precios de la carne” no es más que una recomposición de valores, tras ocho largos meses de retraso.

Luego de los picos registrados durante abril y mayo pasado, alentados por un contexto internacional en el que también se reflejaron valores récord durante esos meses, el precio de la carne en el mercado local comenzó a retrasarse contra el aumento general de precios. A diciembre de 2022, el precio de la carne vacuna -medido por el IPCVA- registraba una variación interanual de apenas un 43,5%, mientras que la suba general en Alimentos ascendía al 95% interanual.

Es decir, contrariamente a lo que se comenta para el público no conocedor, durante el segundo semestre del año pasado, el retraso sufrido en el precio de la carne permitió de algún modo morigerar una mayor suba inflacionaria hacia fin de año.

A partir de enero, esta tendencia comienza a revertirse, tras la corrección que también debió anticipar el precio de la hacienda y que secuencialmente se fue trasladando a los mostradores, impactando lógicamente en la tasa de inflación general.

Estacionalmente, por la misma dinámica de ajustes del precio de la carne, suelen producirse períodos de fuertes retrasos seguidos luego por correcciones significativas. Sucede que, en un contexto de abundante oferta de hacienda a causa de la sequía, una demanda local sumamente debilitada en su poder de compra y un mercado exportador que también había perdido fuerza en la tracción, lo que estacionalmente debía suceder hacia fin de año no llegó a plasmarse.

El precio de la hacienda en pie también finalizaba el año con fuertes retrasos. El Índice general del Mercado Agroganadero (IGMAG) que mide el promedio general de todas las categorías con destino a faena comercializadas en esa plaza, finalizaba el año con avances nominales del 32% contra un IPIM (Índice de Precios Internos al por Mayor) con variaciones del 94,8% interanual. En tanto que, el precio del gordo que mayormente abastece el mercado interno registraba avances de apenas 29 puntos nominales a lo largo de todo el 2022.

En concreto, el fuerte retraso que ha estado registrando tanto el precio de la hacienda como el precio de la carne en los últimos meses tornaba sumamente previsible una corrección de magnitud, especialmente en un contexto inflacionario como el que estamos transitando -agravado por la seca- donde la suba de costos no se detiene y cada punto de retraso en el producto final profundiza el proceso de descapitalización de toda la cadena.

En lo que va del año, el precio promedio de la categoría novillito en el MAG subió, en promedio, un 47% nominal, aunque en términos interanuales sigue estando retrasado unos 34 puntos porcentuales contra el índice general (IPIM). Por su parte, el precio de la carne vacuna en puntos de venta minorista corrigió durante los dos primeros meses del año un 46% logrando achicar mucho más la brecha contra el índice general (IPC), 98,5% vs 102,5% interanual.

La pregunta lógica que cabe realizarse es cómo hará el precio de la hacienda para terminar de corregir el retraso que sigue acumulando en un escenario tan sensible o “sensibilizado” en términos de precios al consumidor.

Hasta el momento, por el lado de la oferta, aún no están dadas las condiciones para generar una nueva corrección. Por el contrario, la cantidad de animales que están llegando a faena a causa de la seca, es lo que mantiene quietos los valores de la hacienda y todo indicaría que así se sostendrá hasta tanto los campos logren recomponerse definitivamente.

Sin embargo, el comercio minorista está viendo un fenómeno difícil de explicar y es la suba de precios en un contexto de abundante oferta de carne, con un consumo estancado, algo que definitivamente responde más a desequilibrios de la macroeconomía que a factores propios del sector.

Fuente: Bolsa de Comercio de Rosario