• La producción esperada de los cereales de invierno (trigo, cebada) será definitivamente bastante menor a la del año pasado, reduciendo la disponibilidad de materia prima para abastecer la exportación y el consumo interno, lo que genera especulaciones respecto del margen de libertad que tendrá el mercado para distribuir el volumen entre uno y otro destino, en un contexto en el que debe recordarse el mercado ya opera con intervención del gobierno (restricciones sobre las operaciones de exportación)

• Los cultivos de invierno son relevantes dado que generan un puente de divisas entre las cosechas de los cultivos de verano (maíz, soja, etc.), son los principales proveedores de dólares al país entre los meses de diciembre y febrero / marzo. Por la caída esperada en la producción, el puente de divisas de la campaña 22/23 será más angosto y más corto en relación al de la campaña previa. Como ejercicio de simulación, un escenario de 8 millones de toneladas exportadas de trigo (razonable y hasta optimista por contexto y decisión política), a un precio medio de USD 395 / ton, dejaría divisas por USD 3.160 millones, un ajuste del 34% comparando contra los USD 4.780 millones con los que estaría cerrando el ciclo 21/22

• Si bien falta bastante para completar la siembra y más aún para iniciar la cosecha de los granos gruesos del ciclo 22/23 (recién sucederá allá por abril / mayo del año que viene), analizando aquellos factores que influirán sobre el aporte de divisas del sector en el 2023 (envíos de granos y sus principales derivados industriales) se pueden hacer algunas primeras simulaciones al respecto. Con lo que se sabe hasta el momento en materia de precios externos, considerando lo sucedido con los cultivos de invierno y suponiendo volúmenes de exportación relativamente constantes entre campañas (que nótese no es un supuesto fácil, implica regularización del clima en el primer semestre del año que viene), el aporte de agro divisas podría rondar los USD 40 mil millones en el 2023, una cifra que se ubicaría 7% por debajo de lo que se prevé finalmente para este año (USD 43 mil millones)

En el último mes se deterioraron las condiciones climáticas para los cultivos de invierno, con la profundización de una seca que ya lleva muchos meses más una serie de heladas tardías en zonas productivas muy importantes. La producción esperada de los cereales de invierno (trigo, cebada) será definitivamente bastante menor a la del año pasado, reduciendo la disponibilidad de materia prima para abastecer la exportación y el consumo  interno, lo que genera especulaciones respecto del margen de libertad que tendrá el mercado para distribuir el volumen entre uno y otro destino, en un contexto en el que debe recordarse el mercado ya opera con intervención del gobierno (restricciones sobre las operaciones de exportación).

Los pronósticos climáticos siguen siendo relativamente poco alentadores, al preverse lluvias por debajo de las habituales en al menos los próximos tres meses para gran parte de la región central del país. Esto pone en alerta naranja a la campaña de verano, que ya debería estar avanzada en lo que hace a área implantada, pero que se encuentra demorada a la espera de lluvias y de algunas señales más alentadoras respecto de lo que puede suceder con el clima en los meses que siguen.

Toda el área triguera bajo estrés hídrico

Al 23 de octubre las reservas hídricas en el suelo eran extremadamente reducidas en prácticamente toda el área triguera, con algunas zonas de excepción, caso del noreste de Entre Ríos y algunas micro-zonas del interior de Buenos Aires.

La falta de lluvias y las elevadas temperaturas sigue siendo el común denominador de una campaña agrícola adversa desde lo climático, que tendrá rindes medios muy inferiores a los normales y dejará quebrantos en muchas explotaciones agropecuarias, quedando la expectativa de una cosecha de verano que permita pagar las deudas ya contraídas (por caso, los elevados alquileres pagados por algunos productores en algunas zonas).

El tema es que, como ya se mencionase, las proyecciones para el futuro inmediato en cuanto a lluvias no son alentadoras, considerando que el escenario más probable sigue siendo el de un flujo de precipitaciones por debajo de las habituales para la fecha, lo que implica un agravamiento del cuadro de situación actual de acá a fines de año y un alargamiento del plazo que demandará la recomposición de las reservas hídricas. Debe advertirse que, si bien en estos meses lo habitual es que la frecuencia e intensidad de lluvias se incremente, también lo hace la temperatura media, determinando una mayor evapotranspiración (pérdida de humedad de una superficie por evaporación directa) y por tanto un balance que es menos positivo del que podría inducirse a partir de la aceleración de las precipitaciones.

Las estimaciones de producción para los cultivos de invierno vienen siendo corregidas a la baja en forma sistemática desde hace varias semanas. En el caso de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, su última estimación es de una producción de trigo de 15,2 millones de toneladas, un ajuste del 32% respecto a la producción del ciclo previo. La Bolsa de Comercio de Rosario, por su parte, trabaja con un flujo de 15,0 millones de toneladas (- 35% ia.).

El Ministerio de Agricultura y Ganadería de la Nación no ha dado a conocer aún su cifra, aunque ella no debería estar muy distante de la de las bolsas. Nótese que estos números siguen estando sujetos a revisión hasta que se complete el ciclo de desarrollo del cultivo y las máquinas de cosecha entren finalmente a los campos, por lo que podrían seguir bajando de continuar la adversidad del clima o de haberse generado ya un daño mayor al que se está considerando.

Debe advertirse también que en algunas regiones del país el ajuste en la producción del trigo será aún mayor, caso de Córdoba, donde la Bolsa de Cereales de la provincia está estimando una caída del 75% respecto del año pasado y el menor volumen de los últimos 12 años, en una combinación de superficie de cultivo directamente pérdida (no se va a cosechar) y de superficie con rindes muy por debajo de los normales.

La cebada, el otro cereal de invierno de relevancia, también está siendo afectada por el clima, aunque menos que el trigo. La Bolsa de Cereales de Buenos Aires estima una producción de 4,7 millones de toneladas, una caída del 10% respecto al año pasado.

Alerta naranja sobre los cultivos de verano

Hasta tanto no se recupere la humedad en suelo, la siembra de los maíces tempranos, habituales en zona núcleo, se está postergando en algunos casos y en otros directamente suspendiendo y sustituyendo por planteos de soja. Según relevamiento de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, se llevaba implantada el 10% de la superficie maicera estimada al 19 de octubre (7,3 millones de hectáreas), una cifra que es baja considerando que el avance normal debiera estar por el 25%-30%.

El corrimiento de la fecha de siembra no es gratis en términos de rindes, considerando que los maíces de siembras tempranas suelen tener mayor productividad que los maíces tardíos, por el momento en que se produce la floración y el llenado de los granos (en las siembras tempranas, se aprovechan la elevada temperatura y la gran radiación solar del mes de enero).

La cosecha de invierno y un puente de divisas más angosto y corto

La cosecha de los cultivos de invierno hace de puente de divisas entre las cosechas de verano, que son las más importantes en términos cuantitativos. Todo indica que este puente en esta campaña 22/23 será más angosto y más corto.

Si bien los precios internacionales están en buen nivel y muy probablemente quedarán por encima de los del ciclo previo, el menor saldo exportable de los cultivos de invierno implicará una menor afluencia de divisas para el verano del 2022-2023.

Considerando que el consumo interno puede ubicarse en un rango de entre 6,0 y 6,5 millones de toneladas, según nivel de precios y contexto económico general, el saldo exportable de la campaña quedará definido cuando se confirme el número final de producción. Por caso, una producción de 15 millones de toneladas permitiría, en principio, que la exportación disponga de unos 8,5-9,0 millones de toneladas, a lo que se puede sumar algún saldo remanente del ciclo anterior que quede disponible. Ahora bien, como puede deducirse, de ser menor la producción, también lo será el saldo exportable. El puente de divisas dependerá también de la política del gobierno. Hasta el momento el gobierno viene administrando los volúmenes exportados de los cereales (trigo, maíz), restringiendo los envíos de forma tal de garantizar que el mercado interno disponga de la cantidad de materia prima que habitualmente requiere para abastecerse.

Cuando la producción es importante y la restricción de exportaciones no es tan exigente, el mercado sigue haciendo su trabajo de asignación relativamente bien. Cuando la producción es escasa, la situación se complica sensiblemente, la restricción de exportaciones tiene que ser considerablemente mayor si se quiere evitar una fuerte puja entre actores del mercado por hacerse de la mercadería. El problema de una restricción fuerte sobre los envíos al exterior es que los precios internos quedarán muy por debajo de sus verdaderos valores de mercado, generándose una transferencia importante de recursos desde los productores de trigo hacia otros actores de la cadena productiva y comercial.

Hasta el momento el gobierno permitió a los exportadores declarar exportaciones de trigo del ciclo 22/23 por 8,85 millones de toneladas (y pagar de manera anticipada Derechos de Exportación), una cifra que está “al límite” para una producción de 15 millones, un volumen de exportaciones de esa magnitud dejaría al mercado muy tensionado en materia de precios internos hasta el ingreso de la nueva cosecha a fines del 2023, una situación que el gobierno, dados sus antecedentes, tratará seguramente de evitar (aunque no está claro el cómo podrá hacerlo sin violentar compromisos asumidos y reglas comerciales).

Como ejercicio de simulación, un escenario de 8 millones de toneladas exportadas en el ciclo comercial 22/23 (diciembre 22 a noviembre 23), a un precio medio de USD 395 / ton, dejaría divisas por USD 3.160 millones, un ajuste del 34% comparando contra los USD 4.780 millones con los que estaría cerrando el ciclo 21/22. Nótese que el precio medio que se está usando para valuar sería muy superior al del ciclo previo (más cercano a los USD 310 / ton), pero la caída de volúmenes es tan fuerte que, a pesar de la suba en la cotización, se resiente el ingreso de divisas. En el caso de la cebada, el ajuste de volúmenes sería menor al del trigo, al encontrarse menos afectado por la sequía de acuerdo a los relevamientos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires; considerando que los precios medios de exportación podrían ubicarse por encima de los del ciclo previo, la cebada estaría compensando menores volúmenes por mayores precios, sin tanto cambio en generación de divisas (USD 1.100 millones en ciclo 21/22).

¿Y el ingreso de agro dólares durante todo el 2023?

Si bien falta bastante para completar la siembra y más aún para iniciar la cosecha de los granos gruesos del ciclo 22/23 (recién sucederá allá por abril / mayo del año que viene), se pueden empezar a analizar aquellos factores que influirán sobre el aporte de divisas del sector el año que viene (granos, aceites, harinas) y hacer algunas primeras simulaciones al respecto.

Un primer dato a tener en cuenta es que los precios futuros de la soja y sus derivados en los mercados relevantes (Chicago, MATBA) están marcando para el año 2023 valores por debajo de los de este año, aunque todavía superiores a los del 2021. Es decir, el escenario hoy más probable o si se quiere, el escenario de trabajo en materia de precios de productos del complejo sojero, sería aquel en el que los valores se ubican a mitad de camino entre los precios 2021 (elevados) y 2022 (muy elevados), a consecuencia de cierta normalización que se esperaría en el mercado, con una producción creciendo por encima del consumo. Esto último se basa, simplificando, en una muy buena campaña brasilera en conjunción de importaciones chinas (principal destino de toda la soja que se comercializa a nivel global) que si bien se recuperarían respecto de las del actual ciclo quedarían todavía por debajo de las de los dos períodos anteriores (19/20 y 20/21).

Para tener orden de magnitud, la Argentina comercializó soja en el 2021 a un valor promedio de USD 520 (FOB INDEC, promedio ponderado), en el 2022 esta cifra subió a USD 598 y en el 2023 se estima que podría ubicarse más cerca de los USD 540-550 ton. En todos los productos del complejo sojero los precios se estarían ubicando un escalón por debajo, aunque este escalón sería más profundo en el aceite de soja que en harina o poroto de soja (entre -15% y -20% versus entre -8% y -10%).

En el caso del maíz, por citar el tercer grano más relevante del país, junto con soja y trigo, la perspectiva de precios internacionales 2023 es diferente a la de la soja, con valores que no sólo se mantendrían respecto a los de este año, sino que podrían estar ubicándose por encima. Por detrás de este fenómeno aparece una combinación de circunstancias entre los que destacan una campaña USA 22/23 con menos volumen al esperado, la continuidad de los problemas en Ucrania (un exportador importante de este cereal), las dificultades de Argentina con sus maíces tempranos, etc. En el caso del maíz, el precio medio 2023 que se está manejando como escenario base es de USD 280, que compara contra USD 262 del 2022 y USD 227 del 2021 (precios medios ponderados según exportaciones registradas por INDEC).

Además de los precios internacionales, puede inferirse que los volúmenes exportados serán determinantes y acá pasa a jugar un papel protagonista el clima. Por ahora, y como ya se mencionase, el mal clima sólo está demorando la siembra de los cultivos de verano, pero no debe descartarse un clima que continúe adverso y pase a castigar no solo ya la campaña de invierno sino también la de verano. Dado esto último, el criterio de prudencia indicaría un escenario base con volúmenes exportados en 2023 en niveles similares a los de este año, es decir, el supuesto de una cosecha muy parecida a la del 2022, quizás con algún cambio de composición, más soja que maíz, pero que no se diferencia mucho de una campaña como la que tuvimos este año. Bajo estas consideraciones, donde el supuesto más relevante pasa por los volúmenes de exportación constantes (que implican regularización del clima), la primera estimación sería de un aporte de agro divisas cercano a los USD 40 mil millones en el 2023, una cifra que se ubica 7% por debajo de lo que se prevé finalmente para este año (USD 43 mil millones).

En este cálculo se tienen en consideraciones exportaciones de principales granos (soja, trigo, maíz, sorgo, maní, cebada y girasol) y derivados industriales de esos granos (harinas, aceites, biodiesel). El aporte de agro dólares 2023 será menor a la cifra antes presentada en el caso en que la cosecha de granos gruesos se vea más afectada por el clima que lo que se está previendo en la simulación, y de no haber en paralelo una respuesta alcista de similar magnitud en los precios internacionales frente al eventual mayor traspié de la producción agrícola local.

Por Juan Manuel Garzón
Fuente: Fundación Mediterránea