Uno de los factores limitantes de la producción frutícola son las plagas, algunas de ellas con importancia cuarentenaria, como las moscas de la fruta. Las especies de mayor importancia son la mosca del Mediterráneo (Ceratitis capitata) y la mosca sudamericana (Anastrepha fraterculus). Desde el año 2014 se suma a este complejo Drosophila suzukii (Matsumura), popularmente conocida como la mosca de alas manchadas.

Las variantes en las condiciones climáticas durante el invierno provocaron que las poblaciones de algunos grupos de insectos presenten un comportamiento errático, como es el caso de esta mosca. Gracias al monitoreo periódico realizado por especialistas del INTA Concordia –Entre Ríos– se observó su presencia en algunos establecimientos con cultivos de arándano de variedades tempranas.

“Los adultos de esta especie miden de dos a tres milímetros de longitud y presentan ojos rojos, la coloración del tórax es amarillo claro o parduzco y el abdomen tiene bandas negras”, indicó Juan Pedro Bouvet –investigador especializado en cultivos de cítricos y arándanos del INTA Concordia–.

Los machos tienen manchas oscuras en las alas, característica que no es compartida por las hembras. “Tolera distintas condiciones climáticas y el viento favorece su dispersión, ya que son moscas de tamaño pequeño”, agregó.

Después de la copula, las hembras buscan frutos sanos y maduros para colocar sus huevos, los cuales insertan dentro ellos. “Cada hembra puede poner hasta 21 huevos por día, y lo hace cortando la piel del arándano”, explicó Bouvet.

Las aberturas ocasionadas facilitan las infecciones de hongos y bacterias, lo que contribuye al deterioro de la fruta. A esto se suma que, al nacer, las larvas se alimentan de la pulpa y benefician la aparición de levaduras que causan la fermentación.

El rango de hospederos de la plaga es amplio, sin embargo, las frutas finas (como arándano, cereza, frambuesa, frutilla y zarzamora) son las más elegidas por la plaga porque presentan piel delicada. El productor puede ver síntomas tales como heridas superficiales, ablandamiento, arrugamiento y caída prematura.

Para Valeria Viana, especialista en sanidad vegetal del INTA-Conicet, el monitoreo durante todo el año, tanto en cultivos comerciales como en hospederos alternativos, es el paso más importante para poder determinar la presencia de la plaga.

“En Argentina, aún no se encuentra establecido el tipo de trampa ni el atrayente específico para el monitoreo de esta plaga, actualmente se realiza mediante el uso de trampas tanto transparentes como de color rojo con atrayentes alimenticios”, mencionó Viana.

Medidas de control

Las pautas de control recomendadas por los especialistas incluyen prácticas culturales tales como eliminar las fuentes de alimentos (ya sea de hospederos alternativos cerca del cultivo, como la fruta del cultivo que no se comercializa), gestionar correctamente el traslado de los frutos, la limpieza de herramientas y maquinaria, evitar las plantaciones abandonadas, manejar los huéspedes ornamentales y silvestres, realizar monitoreos periódicos y estar en comunicación con las producciones vecinas.

Insisten en complementar con trampeo masivo ya que es una medida con bajo impacto ambiental y gran efectividad. “Consiste en colocar una alta densidad de trampas con un atrayente lo más específico posible y de esta forma capturar la mayor cantidad de hembras posibles antes de que produzcan daño en la fruta”, expuso Bouvet.

Con respecto al control químico, aún no se autorizaron en el país principios activos para el control de Drosophila suzukii. El control físico, como son el uso de barreras o mallas si bien son efectivos, estarán sujeto a la rentabilidad del productor. Por último, los especialistas mencionaron que se están evaluando la Técnica del Insecto Estéril (TIE) y el control biológico con hongos entomopatógenos.