• En el caso de la soja, si bien el número final no está todavía cerrado, una estimación preliminar indica que los rindes medios estarían retrocediendo entre 9% y 10% (promedio país) en el ciclo. De confirmarse esta caída, el impacto negativo de la sequía sería de menor magnitud al registrado en eventos previos similares y probablemente también menor al que se temía a comienzos de la campaña

• Proyectando volúmenes finales, la producción completa del ciclo 2020/21 (incluyendo 7 granos, de invierno y de verano) se estaría acercando a 120 millones de toneladas, unos 10 millones de toneladas menos que en el ciclo previo (-8%). En algunas provincias / regiones, el ajuste de producción será menor, en aquellas menos golpeadas por la seca (Córdoba), mientras que mayor en otras (Buenos Aires). Por su parte, en materia de precios externos, los valores se mantienen altos, y reina en el mercado una calma tensa, con actores expectantes y reactivos de información que sugiera profundizar la señal de escasez o bien iniciar el retorno hacia niveles de precios más cercanos a los que se observaran en los últimos años

• El flujo de Exportaciones de materias primas agrícolas se ha revalorizado en el actual contexto de precios de mercado y apunta a un valor record para el país. A la fecha se estima que las exportaciones de granos (cereales y semillas oleaginosas) y sus primeros derivados industriales podrían estar llegando a las USD 34,4 mil millones este año, creciendo en USD 8,1 mil millones (+31% respecto al flujo 2020), y marcando el nivel más alto del que se tienen registros. Considerando que se trata de la base imponible más gravada por Derechos de Exportación, la recaudación asociada a estos productos también crecería mucho, podría llegar a USD 7,8 mil millones ($780 mil millones, a tipo de cambio medio), creciendo en USD 2,0 mil millones respecto al aporte 2020 (+$400 mil millones)

Este año la economía argentina necesita en forma imperiosa cortar la racha de tres años consecutivos recesivos, iniciar un proceso de recuperación de los niveles de producción, empleo privado e ingresos, si se desea mejorar el bienestar social y contener la angustia de millones de personas que no tienen garantizado o tienen miedo de perder el sustento material para ellas y sus familias.

El desafío no es sencillo dado que la Pandemia sigue muy presente, el país está empezando a sufrir una segunda ola del virus, que por su velocidad y fuerza ya está llevando a las autoridades públicas a tomar medidas restrictivas sobre un sector privado que se encuentra en general exhausto, con empresas que gastaron sus reservas el año pasado y en muchos casos debieron endeudarse para cumplir con sus compromisos corrientes. Al complejo cuadro de situación se suma un gobierno con poco capital (tanto político como económico) y escasas herramientas para evitar un deterioro de las expectativas o para llevar adelante políticas macroeconómicas (fiscales, monetarias) expansivas, que atenúen los efectos recesivos de la Pandemia y las nuevas restricciones, además de la desconfianza hacia el futuro.

En este contexto tan difícil, una buena noticia es que el sector agropecuario aportará una cuota no menor para contribuir a la deseada recuperación económica, de la mano de una producción de granos que será interesante (no récord y de hecho en algunas zonas se estará lejos de éste) y un contexto internacional muy favorable en materia de precios internacionales. Como se verá a continuación, el viento de cola, la suba de precios de las materias primas, es fuerte y será determinante para el sector y la economía como un todo.

De todos modos, no debe perderse de vista que tener una producción de granos de la magnitud de la que tiene Argentina es el elemento clave que permite capitalizar, cada tanto, un contexto favorable en materia de precios externos, en otros términos, lo verdaderamente relevante es haber logrado construir un barco de muy buen tamaño (que ciertamente podría ser mayor con un poco más de ayuda y menos carga del Estado), con tripulantes preparados para desplegar rápidamente las velas y poder aprovechar al máximo la buena nueva que cada tanto proviene del contexto global. En esta columna se presenta cómo podría estaría cerrando el ciclo agrícola 2020/21 en materia de producción, se discuten los precios internacionales y sus principales drivers (última información disponible) y finalmente se aportan algunas estimaciones de lo que podría ser el dividendo extra que este año pague el campo a la economía argentina en dos frentes muy importantes para la coyuntura: a la recaudación del tesoro nacional, vía mayores derechos de exportación y a las reservas de divisas del Banco Central, vía un flujo de exportaciones de materias primas agrícolas revalorizado en el actual contexto de precios de mercado.

¿Y la “Niña”? ¿Qué pasó con ella?

En varios informes anteriores de IERAL, se hizo referencia al temor que provocaba el fenómeno climático ENOS en su fase Niña en los productores agropecuarios de la región en este ciclo agrícola 2020/21, particularmente en el desarrollo de los cultivos estivales. Sucede que las últimas tres sequías sufridas se dieron justamente en fase Niña y, por tanto, la probabilidad de un nuevo ciclo adverso para la producción del país era realmente importante (como se dice usualmente, el miedo nunca es “zonzo”). Bueno, la “Niña” finalmente generó un nuevo ciclo de sequía en Argentina, una sequía que no fue menor en cuanto a su intensidad, particularmente en algunas zonas productivas (caso del Norte de Buenos Aires), y que, confirmando el temor antes referido, impactó en forma negativa sobre la productividad media de los cultivos. Para tener referencia, en el caso de la soja, si bien el número final no está todavía cerrado, una estimación preliminar indica que los rindes medios estarían retrocediendo el 9% y 10% (promedio país) respecto del rinde medio de la campaña previa o del rinde tendencial (los rindes medios van creciendo por mejoras de productividad, manejo, etc., de acuerdo a una tendencia, los rindes efectivos oscilan cerca de esta tendencia, se ubican por debajo o por arriba, según el año climático básicamente). De confirmarse la caída de rindes antes referida, se trataría de un impacto negativo de la sequía que es significativo, pero de menor magnitud al registrado en otros eventos similares (por caso, en el ciclo 2008/2009 los rindes medios se contrajeron más de un 35%) y probablemente también menor al que se temía a comienzos de la campaña.

Proyectando los volúmenes finales de los otros cultivos que están aún en fase de desarrollo / cosecha, en algunos casos con una pauta de ajuste similar a la de la soja, en otros con un escenario más favorable, la producción completa del ciclo 2020/21 (incluyendo 7 granos, de invierno y de verano) se estaría acercando a 120 millones de toneladas, unos 10 millones de toneladas menos que en el ciclo previo (-8%). En algunas provincias / regiones, se espera un ajuste de producción menor, en aquellas menos golpeadas por la seca, caso de Córdoba, mientras que en otras lo contrario (por ejemplo, Buenos Aires). Dentro de este consolidado, y focalizando en los dos cultivos líderes, se tiene un estimado de 44,5 millones de toneladas para soja y 47,0 millones de toneladas para maíz.

Los precios “lateralizando” en niveles altos En los mercados de commodities se suele usar la palabra lateralizar para hacer referencia a un contexto en el que los precios se están moviendo, subiendo y bajando, pero sin definir una tendencia clara, ya sea al alza o la baja, es decir, oscilando alrededor de cierto valor. Esto es lo que ha venido pasando desde hace varios meses en el mercado de la soja. Si se toma como referencia el precio de exportación de la soja de Brasil, líder hoy en producción y exportación mundial, desde hace varios meses oscila en torno a los USD 500 / ton, un muy buen precio en términos históricos, que no se veía desde los años 2013/2014.

Algo parecido ocurre en el mercado del maíz, en este caso con precios alrededor de USD 250 / ton, en un mercado de exportación de referencia muy importante, el del Golfo de México, abastecido por el maíz USA. Parece haber en el mercado una calma tensa, en la que los actores del mercado están expectantes y reactivos de aquella información que sugeriría profundizar la suba de precios y la señal de escasez, pero también muy atentos de aquellos factores que, por el contrario, indicarían el inicio del descenso de los valores y del retorno hacia niveles más cercanos a los que se observaran en los últimos años.

Un dato importante es que la producción global de granos y semillas oleaginosas del ciclo 2020/21 será seguramente superior a la del ciclo previo (no está confirmado 100% aún dado que falta completar cosechas en algunos países); si bien algunos países tuvieron problemas (caso de Argentina), otros más que compensaron estos retrocesos con buenos resultados y la producción total del ciclo 20/21 excederá a la del previo. Este dato no es menor, indica que la suba de precios de granos no proviene de un shock de oferta como en otros eventos, en los que la producción se contraía por algún problema climático, sino más bien de un shock o aceleración de la demanda.

El tirón de demanda, como ya se ha comentado aquí, tiene un nombre, China. El gigante asiático, en modo “perinola toma todo”, incrementó sensiblemente sus importaciones de soja y cereales a partir del segundo semestre del año pasado, llegando a niveles a los que no había llegado nunca y haciendo sentir su gran peso específico en los principales mercados. En este ciclo 20/21 se estima que China mantendrá su gran participación en el comercio global de soja, el 60% de las compras totales de este grano, pero la acrecentará de manera relevante en todos los cereales: en maíz pasará del 5% al 13%, en cebada del 22% al 30%, en trigo del 3% al 5% y en sorgo del 66% al 85%. La duración de este proceso de aceleración de compras de granos de China es uno de los factores, quizás hoy el más importante, que definirá la dinámica de los precios internacionales de las commodities agrícolas en los próximos meses y lo que resta del año. Si bien será muy relevante la intención de siembra en los países del hemisferio norte (Estados Unidos particularmente) y la condición climática en la que se desarrollen los cultivos del nuevo ciclo 2021/22, si las importaciones chinas siguen creciendo al ritmo con el que viene creciendo durante varios meses más, los precios internacionales seguirán muy presionados, no habrá mucho margen para bajas y en caso de haber algún problema en algún país productor importante, la situación de escasez se profundizaría y los precios responderán consecuentemente con mayores subas.

De comprar a un ritmo de 105 millones de toneladas de granos año (marzo 2020), China pasó a 147 millones de toneladas, aumentando sus compras en un 40% (marzo 2021). En este crecimiento “de la canasta de granos importada” se están combinando compras de soja que crecen al 15% interanual y compras de cereales que avanzan a más del 100% interanual.

¿Qué factores pueden estar por detrás de procesos de aceleración de las importaciones de tasas de estas magnitudes? Problemas en la “producción propia” (se perdió una cosecha por el clima, se debe completar hasta tanto se recupera la producción, con importaciones), fuertes inversiones en producción de animales, cambios tecnológicos masivos en los sistemas de alimentación animal, y/o decisión política de incrementar reservas “nacionales” (una cuestión que se presume relevante, aunque difícil de confirmar a ciencia cierta, en el caso de China), entre los factores principales. En el caso particular de China no se observa que haya habido problemas de producción graves en las últimas dos campañas, al menos según las estadísticas disponibles (sí estabilización de la producción), por lo que el primer factor mencionado debería quedar descartado.

En cuanto a la inversión en producción de animales y la tecnología de alimentación, China ha superado en gran medida el grave problema que le generó la fiebre porcina africana, ha recuperado buena parte de la piara perdida, en este proceso seguramente está habiendo cambios y sustituciones en materia de alimentación animal (con mayor protagonismo de sistemas que usan dietas balanceadas y estandarizadas, ricas en fibras y proteínas), factores que impulsan un mayor consumo interno de materias primas y una mayor presión sobre las importaciones en un contexto de limitantes al crecimiento de la producción propia.

Finalmente, con respecto al tema de las existencias, según las estimaciones de USDA, la aceleración de las compras de soja está incrementando las existencias, llevándolas hasta un nivel que no se había visto en años anteriores (equivalentes al 28% del consumo del ciclo), mientras que, en el caso del maíz, las mayores compras sólo están conteniendo un proceso de baja en las existencias de cereal. La pregunta aquí sería entonces, ¿en qué nivel de existencias se sentirán cómodos tanto las empresas como el gobierno chino? Si fuese con el 28% del consumo en el caso de la soja, el ritmo de compras actual sería suficiente ya, las importaciones deberían mantenerse este año en niveles bastante parecidos a los del año pasado (es decir, perder impulso el crecimiento, las compras que se vienen realizando ya garantizan el nivel de existencias “deseado”, ceteris paribus el resto de variables). El caso del maíz es menos claro, las existencias vienen bajando, no apuntan a un nuevo récord como en la soja y el ritmo de compras debe acelerarse incluso un poco más para llegar al 68% de existencias / consumo que proyecta USDA, que es un porcentaje alto en perspectiva compara al de otros países, pero menor al de los años previos para el caso chino.

El aporte extra a las reservas del BCRA

El flujo de exportaciones de materias primas agrícolas se ha revalorizado en el actual contexto de precios de mercado y apunta a un valor record histórico para el país. En el primer bimestre del año las exportaciones de granos (cereales y semillas oleaginosas) y sus primeros derivados industriales (aceites, harinas, productos de  molinería) se acercaron a los USD 5.000 millones, 1 una cifra que no había sido antes alcanzada, que supera el anterior récord del año 2008 (USD 4.800 millones) y que además define la participación más alta en las exportaciones totales del país al menos desde el año 1992 (51,6% versus 49,0% en el 2016).

Dado que en marzo y abril los precios internacionales han seguido altos, y suponiendo que los valores seguirán en buen nivel en los próximos meses (precios de futuros así lo indican), y que la cosecha de los cultivos líderes finalmente se ubica en volúmenes como los definidos antes (44,5 millones de toneladas soja y 47,0 millones maíz), se estima que las exportaciones de estos productos podrían estar llegando a las USD 34,4 mil millones este año, creciendo en USD 8,1 mil millones, un 31% respecto al flujo devengado en el año 2020 (USD 26,4 mil millones), marcando también un record histórico para la serie.

El aporte extra al tesoro

Con un flujo de exportaciones de materias primas agrícolas que crecerá en forma significativa respecto al 2020, considerando que se trata de la base imponible más gravada por derechos de exportación, 2 puede deducirse que el aporte al tesoro en 1 Incluye 5 grandes rubros de exportación tal como los presenta INDEC: a) Cereales; b) Semillas Oleaginosas; c) Productos de molinería; d) Grasas y aceites; e) Residuos y desperdicios de la industria alimenticia. 2 La soja paga 33% de DEX, sus derivados industriales 31%, maíz y trigo 12%, etc., mientras que el resto de productos de exportación de argentina entre 3% y 4,5%.

Por Juan Manuel Garzón
Fuente: IERAL