En enero 2021 Paul McCartney le escribió una carta al Presidente de la Nación para pedirle que Argentina se sume a la iniciativa “Meat Free Monday” (lunes sin carne). Este es el hecho. A partir de allí, pasó a formar parte de una acción activista más que busca promover el abandono del consumo de carne.
¿Surte efecto como acción activista? ¿Cuántas personas cree usted que van a dejar de comer carne porque Paul le escribe una carta al primer mandatario argentino sugiriendo este camino?

Más allá del objetivo de esta carta en particular, cuando se les pregunta a los argentinos cómo reaccionan ante acciones o acontecimientos provocados por activistas (veganos o ambientalistas), 7 de cada 10 personas piensan que estas acciones no son efectivas, en tanto y en cuanto no se cree que deriven en un menor consumo de carne vacuna. Así lo demuestra una encuesta realizada por el IPCVA a través un panel ONLINE con 1100 casos representativos de la población nacional en todo el territorio.

De la misma manera y para captar el humor social ante situaciones donde el activismo vegano despliega su acción en los ámbitos de la producción y comercialización de la carne, cuando se muestra a la gente dos noticias relacionadas con estas acciones, presentadas incluso de distinta manera en relación al grado de victimización y perjuicio de los distintos actores involucrados, claramente la gente no está a favor de apoyar estas acciones concretas.

Como se aprecia en la figura 1, solo entre el 16 y 18 % de la gente apoya el accionar vegano, mientras que la gran mayoría no lo apoya o le resulta indiferente. El mismo activismo juega en contra de sus propios intereses que es precisamente convencer a la gente que abandone el consumo de carne.

Figura 1

Claro, a primera vista y por la dinámica que se genera en redes sociales a partir de noticias que cuentan por un lado con una celebridad y por otro un referente político, el ruido va creciendo y la espuma social de la conversación sube. Se habla del tema, aunque como se comenta, no necesariamente tiene un impacto directo ni mucho menos instantáneo en la disminución del consumo.

Lo que si contribuye es a acrecentar una de las tantas grietas que lamentablemente tenemos en nuestro país. La grieta alimentaria empieza así a tomar forma con una polarización creciente en el modo en que cada uno de nosotros manifiesta su propia forma de alimentarse.

No olvidemos que somos naturalmente omnívoros, estamos programados por la naturaleza para consumir tanto productos de origen vegetal como animal.

Sin embargo, culturalmente hay un cambio que se está produciendo en la sociedad y sobre todo en los más jóvenes, que hace que mucha gente se muestre mucho más permeable a abordar el tema del consumo con creencias nuevas, con valores distintos a los de nuestros padres y abuelos, y diferentes incluso a los que forman parte de nuestra propia escala de valores.

Hasta ahí todo bien, porque en un mundo crecientemente inclusivo deberíamos festejar esta libertad de elección que todos tenemos para definir cómo se compone nuestro plato diario y cómo se consolida la dieta que permite sobrellevar nuestra humanidad y bienestar físico y social a buen puerto.

Ahora, en realidad esa minoría en términos poblacionales, que es solamente el 5 % de los argentinos si contabilizamos veganos y vegetarianos, no actúa en forma neutra sino que pretende imponer sus creencias y hábitos tratando de convencer y persuadir a la mayoría omnívora apelando al miedo y a la culpa.

En tal sentido, la mayoría de los argentinos piensan que los veganos son de hecho quienes más fomentan la grieta alimentaria y quienes poseen una mentalidad menos abierta e inclusiva que los carnívoros. La grieta les es funcional, porque en el medio de ambas posturas existe un 30 % de la población que sería como esos votantes indecisos de las elecciones, que al final terminan siendo decisivos. Si este segmento ve que hay personas que se expresan con convicción para intentar cambiar el mundo y enfrente un sector que reacciona peleando, discutiendo, polemizando, no van a tomar partido por este último, lo harán por los que buscan trascender imponiendo sus ideas.

¿Cómo debe comportarse la carne vacuna ante este escenario hostil? ¿Debe reaccionar, salir a defenderse? ¿Conviene darle entidad a las provocaciones que muchas veces vienen en formato golpe bajo con alta carga emocional? O por el contrario, ¿Debe pensar en construir valor en las más variadas comunidades digitales, tribus urbanas y subculturas que afloran como hongos en el territorio digital? ¿Debe conectar emocionalmente con el mercado, conversando con la gente y entendiendo con mayor profundidad por dónde pasan sus verdaderos intereses, preocupaciones y aspiraciones?

Si el campo, quien produce, y el mundo urbano, el mayor generador de consumo, tienen en claro que no es la carne la que genera la grieta, por qué debe la carne meterse en el barro de una discusión sin sentido común.

Un carnívoro jamás rechazaría a un vegano si no come carne, siempre haría un lugar en la parrilla para compartir también, por qué no, verduras asadas. Esa es la filosofía que debe encarar cualquier comunicación, promoción o reflexión sectorial sobre este punto. Es el principio para dar un mensaje claro también a aquellos flexitarianos, es decir a los que aún siguen comiendo carne pero en menor cantidad.

Hoy muchos involucrados al negocio de la carne, piden que se salga a romper lanzas, a devolver las trompadas, a pelear con aquellos que están impulsando otra forma de comer, que se salga con los “tapones de punta”. Grave error se cometería. Porque los más jóvenes no se bancarían una campaña antivegana. Se la consideraría retrógrada, que atrasa, discriminatoria y agresiva. Esta solución, irreflexiva e impulsiva no tendría el efecto deseado en las preferencias del mercado, solo aceleraría el tránsito de aquellos flexitarianos hacia el veganismo como destino final.

Vale la pena mostrar dos buenos ejemplos bien aterrizados en nuestra realidad cotidiana para encuadrar las acciones de conversación en un marco de mayor conveniencia para el sector cárnico. Una comunicación de Deniro, una de las principales hamburgueserías con fuerte llegada al segmento de centennials y millennials, señala textual en el inicio de uno de sus posteos en redes“ No existen costumbres, opiniones, personas, ingredientes o sabores que no puedan encontrarse”…

Figura 2


Es evidente que se busca unir, acercar a la gente con diferentes gustos y preferencias, constituyendo un ejemplo de cómo es factible ir en contra de la polarización alimentaria que como se mencionó resta mucho y suma poco. En esta ocasión, si se advierte la cantidad de reproducciones que tiene el posteo (2190) resulta claro que el mensaje, en los términos planteados, se vuelve sumamente eficaz.

El otro ejemplo, tiene que ver con un posteo en twitter del IPCVA a fines del año pasado “ en estas fiestas celebremos por un mejor 2021 con la carne que nos une y nos identifica” (Figura 3).

Figura 3


La misma conclusión. No es un concepto comunicacional que deba constituirse en el eje principal por ejemplo de una campaña de promoción, pero si debe aparecer para resaltar que se busca sumar y siempre en base a un equilibrio en nuestra alimentación. El asado no es una parrilla repleta hasta el cuadril con carne, es un paisaje en el que conviven choclos, morrones, cebollas, berenjena y la lista podría seguir. Que no se quede nadie afuera del plato. Que no se quede nadie fuera de la mesa de cualquier asado. Al contrario, tenemos que estar todos alrededor del clásico asado argentino. El asado traza puentes y nos une.