En medio del debate sobre las restricciones a la exportación de maíz, parecería olvidado otro debate que también afecta al sector agropecuario, el del “Manejo del Fuego”, Ley 27.604 sancionada el 4 de diciembre del año pasado.

Soy ignorante en el tema de incendios rurales, pero al leer la nueva ley sobre “Manejo del fuego” me picó la mala costumbre de preguntar. Inicialmente me sorprendieron dos cosas: la primera, que se imponga el mismo paquete punitivo a los incendios provocados que a los incendios accidentales. Y la segunda, que se hable de 30 o 60 años posteriores a que se apague el fuego, para poder cambiar de actividad agropecuaria en el campo afectado.

¿Por qué penalizar al dueño de un campo por un incendio que es resultado de una sequía, del cambio climático o de un rayo?

En una lectura inocente, lo del largo plazo me alegró: nuestro Congreso no es capaz de acordar pautas presupuestarias a cinco años y de golpe podemos prever treinta y sesenta años en el uso del suelo rural. Impresionante...

Pero se me dio por preguntar. Porque no me sonaba bien eso de que, si la sequía y el posterior rayo incendiaban un campo, luego -por treinta años- el dueño no podría pasar de la agricultura extensiva a la agricultura intensiva. Porque, probablemente, en ese lapso, toda la agricultura del planeta será intensiva. ¿Habrán previsto los parlamentarios un estancamiento del cambio tecnológico en la producción agropecuaria por los próximos 30 años? Interesante capacidad anticipatoria aunque, posiblemente, equivocada.

No me suena verosímil lo que dijo el Secretario de Medio Ambiente, que “el 95% de los incendios forestales son intencionados”. Eso supondría que un productor forestal, tras invertir dinero y esfuerzo implantando pinos o eucaliptus para alimentar una fábrica de celulosa y su propio aserradero, luego se entretiene quemando su trabajo para emular a Nerón… O algunos productores forestales están totalmente rayados o el Ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible está convencido de esa rayadura productiva. Hay una tercera opción: que haya gente que quiere destruir el trabajo argentino, del que vive –entre otros- el señor Ministro. En ese caso, en lugar de hablar, debería ocuparse de proteger a las forestaciones y a los productores.

Antes de preguntar a algunos argentinos que saben, le pregunté a Google. Ahí descubrí que el manejo del fuego en zonas rurales no es ninguna pavada. No encontré leyes similares a la nuestra, pero sí mucha información sobre gestión de riesgos de incendios y su atenuación.

Aparentemente no todos los fuegos son negativos. Algunos preservan el ecosistema natural: sin fuego en la sabana sudafricana se hubiesen extinguido algunas especies. El fuego es el mecanismo que encontró la naturaleza para proteger esa sabana y la vegetación con la que se alimentan los elefantes. Cuando pregunté si hay ecosistemas que funcionan así en la Argentina, me respondieron que sí.

El problema son los fuegos descontrolados, y la solución es el control. Para eso hay bastante en Internet, y –me dicen- hay un buen número de expertos argentinos de primer nivel que estudiaron y conocen el tema. Hay mucho para leer y para preguntar. ¿Habrán estudiado nuestros diputados y senadores? ¿Habrán consultado con nuestros expertos? ¿Qué saben del control del fuego? ¿Creen que el fuego se controla con punición? ¿No existe, desde hace rato, legislación penal para incendios provocados?

Preguntando, me comentaron que en zonas de cría de ovinos, en un año de mucha lluvia, los campos exceden las necesidades de alimento del ganado. Y que, si luego viene un ciclo de sequía, queda una enormidad de biomasa inflamable. ¿Se preocupó el sector público de cooperar con esos productores para establecer barreras limpias, parcelar el riesgo y evitar la difusión de eventuales incendios? ¿o incluso: es malo quemar, para evitar incendios masivos? ¿si se queman pastizales secos en forma controlada, es negativo?

Tengo un amigo experto en agricultura periurbana. Tiene una frondosa formación en el país y en el exterior. No le resultó razonable que, si un campo de maíz próximo a una ciudad se quema, ese campo no podrá –por treinta años- dedicarse a las frutas y a las hortalizas. En zonas próximas a la ciudad, esos serían los cultivos más racionales y rentables. ¿Habrán analizado nuestros senadores y diputados este tema? ¿o solo pensaron en castigar al piromaníaco imaginario dueño del campo?

Es difícil que el joven Kirchner se haya hecho estas y otras preguntas. Tan difícil como que haya estudiado algo. Pero me sorprende que diputados y senadores de La Pampa o de Córdoba hayan votado esa ley y que no hayan explicado en los considerandos estos, y otros puntos. Porque esas dos provincias sufren incendios y viven -en buena medida- del sector agropecuario. En La Pampa, en el 2001, se quemaron tres millones de hectáreas. Si la ley que acaban de aprobar hubiese estado vigente en ese año, en los últimos veinte años y por diez años más, los productores pampeanos de las tierras incendiadas no podrían cambiar de agricultura a ganadería o viceversa. Y preguntando, me dijeron que esos pastizales o esos cultivos pampeanos que se quemaron tienen un ciclo anual. ¿De qué hablan cuando refieren a 30 o 60 años? ¿esos diputados y senadores pampeanos están para defender los intereses de su provincia?

¿O será que -espero que no-, por algún motivo que no pregunté, los parlamentarios abandonan a sus representados para satisfacer las arbitrariedades de la familia gobernante o los dogmas de un pequeño grupo de ecologistas urbanos?

Por Luis Rappoport
Fuente: Infobae